La publicación de Barioná, hijo del trueno le valió a Jean-Paul Sartre el curioso epígrafe del “ateo que presenta mejor que nadie el Misterio de la Navidad”. El reconocido filósofo francés, para ese punto, ya había escrito La Náusea, una de sus obras más reconocidas, y estaba en proceso de escritura de El ser y la nada.
En ese entonces, también trabajaba como meteorólogo para el ejército francés, lo que llevó a que los alemanes lo capturaran en Padoux y lo llevaran a un campo de prisioneros en Tréveris. Allí, Sartre pasaría los siguientes nueve meses de su vida.
Durante su reclusión, ocurrió un hecho inusual: un grupo de sacerdotes de la Stalag 12D, donde él estaba retenido, recibió permiso del ejército alemán de celebrar la Misa de Gallo, el ritual católico tradicionalmente realizado en Nochebuena que celebra el nacimiento de Jesús.
Cuando Sartre se enteró, decidió contribuir y se ofreció para escribir una obra de teatro que representara la llegada del Mesías al mundo. A pesar de que para nadie era un secreto que era ateo, Sartre asumió la tarea como un regalo para los 12 mil prisioneros agobiados por el encierro y el invierno.
Le tomó seis semanas montar su obra, tiempo en el cual no sólo la escribió, sino que repartió papeles, coordinó ensayos, organizó la escenografía y el vestuario e incluso se puso la tarea de interpretar a Baltasar, uno de los personajes principales de su obra.
Barioná, hijo del trueno tuvo su primera presentación en la noche del 24 de diciembre de 1940 y sería reconocida más tarde como la primera obra de teatro con la firma de Sartre, tal como recuerda El Magazín Cultural de El Espectador y reproduce la Agencia de Noticias NA.
“Seguramente tengo talento como autor dramático: he escrito una escena del ángel que anuncia a los pastores el nacimiento de Cristo que ha dejado a todos sin respiración (…) incluso a alguno se le saltaban las lágrimas”, escribió el filósofo en una de las cartas que envió a Simone de Beauvoir, con quien mantenía una cercana amistad.
Sin embargo, una vez que fue liberado, decidió mantener su obra en las sombras e incluso mandó a destruir algunas de las copias que había distribuido entre los prisioneros. Durante casi 30 años se mantuvo en secreto y no fue sino hasta 1967 que se pudo reeditar y se incorporó oficialmente en el corpus de obra de esta importante figura del existencialismo.
Jesús según Sartre
La obra comienza cuando Barioná, el jefe de Bethaur, una aldea empobrecida de las montañas de Judea, recibe la noticia de que el emperador romano ha tomado la decisión de subir los impuestos. Derrotado por el hambre y la miseria que había consumido a su pueblo, el regidor decide adoptar la nueva medida, pero con una terrible condición.
“Pagaremos el impuesto para que nuestras mujeres no sufran. Pero el pueblo va a amortajarse con sus propias manos. No haremos más niños. No queremos perpetrar la vida ni prolongar los sufrimientos de nuestra raza. No engendraremos más, consumiremos nuestra vida meditando el mal, la injusticia y el sufrimiento. Dentro de un cuarto de siglo, los últimos de nosotros estarán muertos”, declama Barioná ante el consejo de ancianos. Ignorante, hasta un par de horas después, de que su esposa Sara transita un embarazo.
Mientras tanto, en uno de los montes cercanos al pueblo, un grupo de pastores recibe de un ángel la noticia de que Dios se ha hecho hombre y que ahora es un niño que reposa en un establo de Belén. Barioná, que también había estado esperando la llegada del Mesías, recibe el anuncio de los pastores con escepticismo.
“Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí –le confiesa al procurador Lelius–, le amaría excluyendo a todos los demás, habría entre él y yo algo así como un lazo de sangre, y no tendría vida suficiente para demostrarle mi agradecimiento: no soy un ingrato. Pero, ¿qué Dios sería suficientemente loco para eso?”, expresa el jefe de Bethaur.
Sin embargo, su pueblo hipnotizado por el milagro se dispone a marchar hacia Belén a conocer al niño, empresa que casi es frustrada por Barioná, pero que al final encabezan los Reyes Magos que llegan para guiar al pueblo a la cuna del niño. A partir de allí, Baltasar se convertirá en uno de los centros de la obra, dado que es con quien el protagonista dialogará sobre temas como el destino de la libertad humana, el sentido del sufrimiento y el compromiso existencial con el Dios salvador.
Barioná, hijo del trueno indaga sobre el misterio de la encarnación y ahonda en la responsabilidad de los creyentes ante tal sacrificio. A pesar de que es excluida comúnmente de sus antologías teatrales y que el mismo Sartre, años más tarde, menospreciaría su valor literario, hoy en día es reconocida dentro del canon de su obra. Sin abandonar su posición de intelectual ateo, anticatólico y marxista, el filósofo dio una importante contribución a las representaciones artísticas del nacimiento de Jesús.