The Exploited en Rosario: el punk aún no murió

Roky Bigiolli / Especial para El Ciudadano

Noche del jueves, 1° de mayo

—Y guachín?

—Acá estamos.

—Ahí llego.

—Atroden o afuera?

—Arafue.

—Ahí voy.

En la puerta de La Sala de Las Artes se congregan poco menos de una centena de personas que fueron jóvenes en la década del 90. Hoy ya son adultos mayores. Toman latas de cerveza, conversan y se abrazan antes de entrar al recital de los The Exploited. ¿Che, el punk no murió, no? ¡No, ni ahí!, pasó a despedirse de toda esta barra hermosa. De estas viejas amistades que se reencuentran y esperan codearse las costillas en un nuevo recital de punk rock.

The Exploited sigue siendo influencia directa para cientos de bandas punks desparramadas por el mundo. La banda que lleva cuatro décadas rejuntando músicos y cultivando el caos en cada concierto que dan, tocó por segunda vez en la ciudad de Rosario. Desde Escocia, Wattie Buchan y sus aliados, emprendieron un tour mundial para darle el último adiós a su público. El viejo Wattie ha decidido jubilarse, pero a sus inminentes 68 años, todavía se anima a salir a escena como quien se levanta renovado de una siestita dominguera de verano. De bermuda camuflada y en cuero, luciendo la sutura que le divide el pecho en dos mitades. (Hace un tiempo atrás casi pasa para el otro lado después de sufrir un amontonamiento de infartos.) Ahí le quedó, para lo que le reste de camino, la cicatriz del reseteo. La cicatriz del a corazón abierto. Wattie, el punki eterno que llevó el género hacia concepciones bien cabeza, y lo hizo a su manera: con honestidad, alegría y odio. Por eso nos gustan sus canciones y lo queremos. En el día el trabajador, fuimos felices y bailamos pogo. Sucedió en una esquina de la ciudad, sin tanta pompa y circunstancia. Como nos gusta.

The Exploited dio un concierto que duró poco más de una hora. El cuarteto entregó ese punk rock bien al palo al que nos tienen acostumbrados desde pendejos. Son canciones con un alfiler de gancho clavado en el hígado del pop. Los coros se cantaron como si estuviéramos en un estadio de futbol, dejándolo todo, el hígado inclusive. Lo que Wattie Buchan narra en sus letras es un mensaje claro, dirigido hacia los corazones de quienes se sienten enrolados en los pelotones del punk: el odio a la Maggie Thatcher (odio a los políticos) y su neoliberalismo empobrecedor, “Let’s start a war said Maggie one day…”; odio a los EEUU (con sus progres incluidos), “Fukin USA”; odio a la religión, “Fuck Religion, full of shit” (¡cómo no la hicieron!); odio a la policía y al ejército, “Alternative, I don’t wanna join the army”. Estos fueron algunos de los coros que se cantaron. También fueron parte del repertorio algunas canciones que tiene su sistema de creencia por la positiva. Wattie sigue creyendo en la anarquía…“Cause I still believe in anarchy”… en la anarquía de cordón cuneta, no en la anarquía de biblioteca. Y por supuesto el infaltable himno generacional que nos explica que ser punk no es motivo de vergüenza, es sencillamente una manera de sobrellevar la vida. Se cantó como un mantra que se repite hacia la vibración eterna…“Punk’s not dead, I know. Punk’s not dead, I know. Punk’s not dead, I know. ¡Punk’s not dead, I know, it´s not!

Quienes fuimos jóvenes en los 90, hemos sido permeables a un abanico de estímulos que nos dieron cierto encuadre como generación. El nihilismo, los excesos, el no future, la vagancia, son diferentes destilaciones derivadas de ese neoliberalismo que fue consolidándose en la Argentina desde la dictadura del 76. Siendo caras de una misma moneda, también podemos hablar de la recuperación de un pensamiento utópico y revolucionario, del ejercicio de una solidaridad tribal y del esfuerzo en común para hacer las cosas a nuestra manera. Sí, quedamos bastante atarantados. Para muestra basta un botón: el tarado que, actualmente, dejamos llegar a la presidencia de la nación, es un exponente fiel de aquellos jóvenes de la llamada generación X. Y bueno, habrá que ver si los que siguen ofrecen algo mejorcito, o solo queden cenizas cuando el humo de la era del streaming se disipe.

“Todo viejo es el futuro de algún joven” escribió Bioy Casares. A cada generación le llega su propio Diario de la guerra del cerdo contra el cual tiene que lidiar. Las opciones cuentan. Será, tal vez, ser condescendiente y aggiornarse con los tiempos actuales; será buscar refugio entre pares y que el pogo sea la nueva institución geriátrica. ¿Cúal será la solución? ¿Destrucción? No lo sabemos, y a esta altura, tampoco nos interesa.

Mañana del viernes, 2 de mayo.

—Bro, cómo estuvo anoche?

—Bárbaro.

—Sonó bien básico. Como debe ser.

—Poca gente, todos viejos.

—Excelente resumen.

—Debería ser el titular y la bajada de la nota.

—Se sintió bien que no haya jóvenes.

—Son el enemigo.