Cómo la IA se adapta a la escuela

La inteligencia artificial no viene a reemplazar a los docentes, sino a desafiarlos a reconectar con lo que nos hace esencialmente humanos: nuestra capacidad de crear vínculos y de enseñar desde la empatía. Desde esa premisa, María Eugenia Cossini, referente en innovación educativa y fundadora del Austin Eco Bilingual School y de Fundación GLIA, sostiene: “La escuela que se niegue a dialogar con la IA corre el riesgo de volverse irrelevante. Los estudiantes ya están inmersos en entornos donde la tecnología es parte de su cotidianeidad. Nuestra tarea es ayudarles a pensar críticamente esos entornos, a entender cómo funcionan los algoritmos y cómo proteger su identidad digital.”

Según la especialista, tanto la escuela como el rol del docente requiere acompañar los procesos de pensamiento, diseñar experiencias significativas y ayudar a los estudiantes a descubrir su propósito en un mundo que cambia vertiginosamente. “La evaluación también necesita una transformación urgente. No podemos seguir midiendo con reglas del siglo XIX a estudiantes del siglo XXI. La IA nos ofrece herramientas para personalizar el aprendizaje y generar evidencias más auténticas de lo que cada estudiante puede hacer, pensar y mejorar”, destacó la profesional. 

En tiempos de algoritmos, el desarrollo de la empatía,  la escucha activa y el trabajo en equipo no pueden quedar relegados. Para muchos profesionales de la educación la IA, bien entendida e integrada, puede ser una aliada poderosa para rehumanizar la educación,  pero esto requiere de decisiones éticas y una mirada pedagógica sólida. Esa mirada va más allá del adaptarse a la tecnología, sino que complementaría al proyecto educativo del docente.

“Los docentes no deben sentirse solos en esta transformación. Las instituciones deben asumir la responsabilidad de acompañar, capacitar y generar entornos colaborativos. Cambiar la escuela es una tarea colectiva, que requiere liderazgo distribuido y valentía para desafiar viejas estructuras”, afirmó Cossini, fundadora de un colegio y especialista en innovación pedagógica.  Autora de varios libros relacionados al bienestar y la tecnología, donde propone herramientas concretas para crear “aulas felices” y utilizar tecnologías inmersivas, la consultora sostiene: “El rol del docente ya no puede ser el de transmitir información. Eso lo hace cualquier buscador en segundos. Hoy, enseñar implica acompañar procesos de pensamiento, diseñar experiencias significativas y ayudar a los estudiantes a descubrir su propósito en un mundo que cambia vertiginosamente.”

 Con la existencia de ChatGPT, algoritmos predictivos y plataformas que aprenden solas, la escuela se enfrenta a una disyuntiva clave: resistir o transformarse. El mayor cambio que debe asumir, en ese aspecto, no es tecnológico, sino cultural. Desde su experiencia asesorando instituciones educativas en Latinoamérica, Cossini propone una idea disruptiva: “prototipar la escuela”. ¿Qué significa? “Dejar de pensar en cambios perfectos y empezar a probar, ajustar, crear cultura de pensamiento. Porque innovar no es solo aplicar tecnología, es cambiar el modo en que nos relacionamos con el conocimiento y con los otros.”

Pero no todo es digital. “La educación emocional y social no es un complemento: es el corazón de la escuela que necesitamos. En tiempos de algoritmos, el desarrollo de la empatía, la autorregulación, la escucha activa y el trabajo en equipo no pueden quedar relegados. Son competencias esenciales para la vida”, sugirió la especialista y  ,en ese sentido, remarcó que el cambio no puede recaer solo sobre los docentes: “Las instituciones deben asumir la responsabilidad de acompañar, capacitar y generar entornos colaborativos. Cambiar la escuela es una tarea colectiva, que requiere liderazgo distribuido y valentía para desafiar viejas estructuras.”

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