Tras mil aventuras en distintos lugares del mundo, el guionista concibió una historia tan denostada como amada que se transformó en un fenómeno de culto. Sus motivaciones quedan retratadas en el último documental del cineasta Néstor Frenkel, quien conversó con TN Show.
04 de julio 2024, 19:34hs
Descubrir la historia de este todoterreno es uno de los tantos hallazgos que contiene Después de un buen día (2024), el documental de Néstor Frenkel que muestra la génesis y el impacto cultural de un trabajo de culto: Un buen día (2010), el film escrito por “Quique” que se ganó la fama de “mejor peor película argentina”. Con el tiempo esa reputación le jugó a favor. Poco importa si es mala o buena, si la vemos como consumo irónico o si se trata de un placer culposo; la experiencia es magnética.
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“Para mí fue la gran sorpresa. Tenía una sola referencia sobre él: todo el mundo me decía que era un copado, y cuando lo empecé a conocer fue fascinante. Ahí dije ‘ya está, esto va a ser una bomba’”, cuenta Frenkel sobre el momento en que charló con Torres y supo que su realización iba a ser mucho más que un acercamiento a un fenómeno similar al que se generó con The Room -la mayor anti obra maestra, para todo aquel que no haya visto Un buen día, claro-.
Mirá el trailer de «Después de un buen día», el documental de Néstor Frenkel. (Foto: Perla negra producciones)
El documental permite conocer la genialidad de Torres y recorrer muchas de sus facetas. Como cuando a principios de los 80, en plena dictadura cívico militar, explotó al máximo una oportunidad en la revista La semana y se despachó con publicaciones irreverentes: desde la fake news de que cuatro árabes iban a comprar las playas marplatenses de moda (y también llevarse a Susana Giménez) hasta inventarle semanalmente un romance a Andrea del Boca, quien se convertiría en una figura clave en su carrera.
Incluso, en Después de un buen día, la actriz revela que, harta de los titulares de una publicación de espectáculos tan amarilla como transgresora, trató de ser cordial y accedió a hacer unas fotos cuando Torres la “perseguía” durante un viaje a Costa Rica. La cobertura cambió para siempre la vida del polifacético paparazzi porque sintió un flechazo apenas vio a Anabella, la hermana de Andrea. Ese encuentro sería el inicio de un amor inagotable y el inicio de una sociedad creativa.
“Un buen día”, un trabajo personal que se volvió una experiencia colectiva
Poco importa que haya sido el hombre detrás de hits de la caja chica como Nano, Cebollitas, Muñeca Brava y Cabecita, los cinéfilos siempre van a mencionar a Enrique Torres como el autor de Un buen día -otro trabajo familiar con la dirección de Nicolás del Boca, papá de Andrea-.
La película tiene dos personajes: Fabiana (Lucila Solá) y Manuel “sin apellido” (Aníbal Silveyra), dos argentinos que emigraron a EE.UU. y tienen un encuentro fortuito en Long Island, California. Este punto de partida estuvo un poco inspirado en la propia experiencia de “Quique”, quien consiguió una oportunidad en la cadena estadounidense Univisión y se mudó a Los Ángeles cuando se le cerraron las puertas en la Argentina tras la crisis del 2001.
Esta aventura empezó de la mejor manera porque sus dramones también funcionaban en el norte del continente. Incluso, llegó a cobrar sin trabajar porque su empleador prefería hacerle un contrato y mantenerlo inactivo antes de que se fuera a algún canal de la competencia. Fue en ese bache que decidió realizar Un buen día.
A la distancia, el guionista no se arrepiente de ninguna de esas líneas porque todo salió desde sus entrañas. Allí estaban sus pasiones -como la admiración por las estrellas del viejo Hollywood-, la nostalgia porteña y los vicios de su etapa como escritor de los romances que emitían los rayos catódicos. Y el resultado fue el mismo que siempre volvió irresistible a su obra: un entretenimiento totalmente desfachatado, aunque esta vez el espectador no necesariamente se emocionara con lo mismo que él.
“Es arriesgada, generosa, autoconsciente, salvaje e hipnótica. Muchos la engancharon en la tele y no pudieron dejar de verla. Nadie les avisó si tenían que reírse ni hacerse fan, la vieron y quedaron tocados. Después se la pasaron a sus amigos, se juntaron, la vieron y algunos de ellos se las mostraron a otros amigos. Eso no pasa con cualquier película, no pasa con una película verdaderamente mala, que son las que se olvidan al instante, ni siquiera pasa con las que son buenas. Quique puso mucho de verdad y salió algo muy potente”, analiza Frenkel sobre los encantos de Un buen día.
El documental fue un enorme regalo para Torres, quien se mostró encantado con la visión del cineasta y el cariño de los espectadores que abrazaron el fenómeno. “Gracias a todos los que juzgaron la película como peor y mejor de la historia del cine. Todos tuvieron razón”, concluyó en un posteo que compartió en sus redes sociales. A su hoja de vida, ya le puede sumar la autoría de un hito en la cultura pop.
“Un buen día” y “Después de un buen día” se pueden ver en función doble en el Malba todos los viernes de julio a partir de las 20. Además, el documental se exhibirá los sábados a las 22 en el Cultural San Martín.