“Quiero entrar en la inmortalidad como lo hicieron Nicolino Locche y Horacio Accavallo”, le dijo Fernando Martínez a Clarín hace un mes, mientras se preparaba para el combate que protagonizará con Kazuto Ioka este domingo en Tokio por los títulos de peso mosca de la Federación Internacional de Boxeo y la Asociación Mundial de Boxeo. Esos dos hombres, junto con Pascual Pérez, conforman el trípode de los primeros campeones mundiales que consagró el boxeo argentino. En el logro de los tres hay un punto en común: obtuvieron sus cinturones en suelo japonés, donde el Puma buscará el triunfo más importante de su carrera.
Si bien Martínez ya es propietario de una corona, la de la FIB, procurará arrebatar a Ioka la de la AMB y así convertirse en el cuarto campeón mundial unificado argentino. Hasta el momento, solo lo consiguieron el santafesino Carlos Monzón (Consejo Mundial de Boxeo y AMB), el mendocino Hugo Pastor Corro (CMB y AMB) y el bonaerense Sergio Maravilla Martínez (CMB y Organización Mundial de Boxeo), todos ellos en la división mediano.
Japón es una superpotencia de este deporte en estos días (cuenta con 10 campeones ecuménicos) y ha escrito una riquísima historia pugilística. Ganar combates mundialistas en esa nación no ha sido una tarea sencilla para los peleadores argentinos: en las últimas tres décadas, solo un hombre y una mujer lograron victorias y la última consagración de un compatriota en la tierra del sol naciente sucedió hace más de medio siglo.
Cuando la televisión era una novedad en el país y la transmisión en directo de un evento desarrollado en las antípodas del planeta revestía el carácter de fantasía, Pascual Pérez consiguió en Japón el primer título mundial para el boxeo argentino: le arrebato la corona de los moscas al local Yoshio Shirai en Tokio el 26 de noviembre de 1954 en el Korakuen, un estadio utilizado principalmente para partidos de béisbol (allí eran locales los Yomiuri Giants, el equipo profesional más antiguo de ese país).
Antes de esa contienda, el mendocino había sido campeón olímpico en Londres 1948 (fue el último oro para el pugilismo argentino, junto con el que logró en esa edición el pesado Rafael Iglesias), había ganado 23 de sus 24 combates profesionales y había empatado el restante, justamente ante Shirai en el Luna Park, en un duelo en el que no había estado en juego la corona mundial.
Pascual Pérez le ganó el título mundial mosca al japonés Yoshio Shirai. Foto: Archivo Clarín.El japonés era más alto, tenía mayor alcance y más experiencia en peleas de largo aliento (Pérez nunca había hecho 15 asaltos), pero el peleador de Tupungato dominó a su rival, lo derribó con un uppercut en el 12° asalto y terminó imponiéndose por puntos en las tarjetas del árbitro Jack Sullivan (146-139) y de los jueces Kuniharu Hayashi (146-143) y Bill Pacheco (143-139) en un pleito presenciado por 15.000 espectadores y que estaba previsto para el 25 de noviembre, pero debió postergarse 24 horas por la llovizna helada y el intenso frío que soportaba Tokio esos días.
“Hice esto por el presidente (Juan Domingo) Perón, por la Argentina y por los millares de amigos que tengo en mi patria. Luché por el presidente Perón, que hizo posible todo esto, y a él le dedico el triunfo”, celebró Pérez, quien volvió a Japón para la revancha con Shirai en mayo de 1955 (lo noqueó en el quinto asalto) y para otras cuatro contiendas en 1959, de las cuales ganó tres (entre ellas, dos por el título) y perdió una.
El título que perteneció a Pascualito hasta abril de 1960 (lo perdió ante el tailandés Pone Kingpetch en Bangkok) volvió a manos de un compatriota el 1 de marzo de 1966, cuando Horacio Accavallo superó por puntos a Katsuyoshi Takayama en el Nippon Budokan de Tokio y se apoderó de la corona que estaba vacante por decisión de la Asociación Mundial de Boxeo, que había despojado al italiano Salvadore Burruni por negarse a exponerla ante el nipón Hiroyuki Ebihara.
Horacio Accavallo, con una bandera japonesa, saluda a Katsuyoshi Takayama, que sostiene un pabellón argentino. Foto: Archivo Clarín.Accavallo, de 31 años, solo había perdido una de sus 73 peleas profesionales, justamente contra Burruni en agosto de 1959 en Sassari, y desde entonces, había enlazado 40 victorias y un empate. Llegó a Japón casi dos meses antes de su consagración porque inicialmente iba a enfrentar en febrero a Ebihara, pero la contienda se suspendió por una lesión de su rival y Takayama, que tenía un récord de 31 triunfos, una derrota y un empate, fue designado como nuevo aspirante.
“Me he preparado para ganar. No quiero parecerme a esos boxeadores que por no cuidarse echaron a perder una vida de sacrificios. Solo yo sé lo que me costó llegar a tener esta oportunidad. Los argentinos pueden estar seguros de que no la dejaré pasar sin pena ni gloria. Si pierdo, será porque Takayama es mejor que yo”, sostuvo Roquiño en la víspera de su gran noche.
En una pelea dramática, el púgil nacido en Parque Patricios y criado en Villa Diamante demostró una mejor condición física, llegó con más aire al segmento final y terminó volcando el resultado a su favor: lo vieron ganar el árbitro estadounidense Nick Pope (73-69) y el juez argentino Eloy González (74-66), mientras que su colega japonés Ko Toyama le dio la victoria a su compatriota (71-70).
Horacio Accavallo castiga a Katsuyoshi Takayama contra las cuerdas del cuadrilátero montado en el Nippon Budokan de Tokio. Foto: Archivo Clarín.“Soy el hombre más feliz de la Tierra. Esperé seis años esta oportunidad y ahora no sé si reír o llorar. Recuerdo toda una vida de privaciones y éxitos conseguidos a través de grandes sacrificios”, festejó tras su triunfo Accavallo, quien defendió su título tres veces y se retiró siendo campeón en octubre de 1968. Antes de eso, en febrero de 1967, regresó a Tokio para realizar un combate sin el cetro en disputa: fue noqueado por Kiyoshi Tanabe.
Nicolino Locche fue el protagonista de la última alegría mayúscula que regaló un boxeador argentino en Japón: después de una extensísima carrera en el país (totalizaba 89 victorias, 2 derrotas y 14 empates), El Intocable batió al hawaiano Paul Takeshi Fuji el 12 de diciembre de 1968 en el Ryogoku Kokugikan de Tokio y consiguió el título superligero de la AMB.
Fiel producto de la escuela mendocina, el pupilo de Paco Bermúdez nunca había conseguido comprarse del todo al público porteño e incluso había sido silbado en el Luna Park. “En Buenos Aires, a la gente le gusta el pegador. Yo no gusto porque no tumbo a nadie, porque no voy para adelante como van otros”, había justificado Locche, quien solo había conseguido 12 de sus 89 triunfos por nocaut.
Sin embargo, en su primera actuación fuera del país, el púgil de Tunuyán dio una demostración de destreza y eficacia. Sus golpes y sus fintas fueron demoliendo física y mentalmente a Fuji, quien, impotente y agotado, no salió a combatir en el 10° round. Tras ello, el público lanzó naranjas al cuadrilátero y, disconforme con la defección del perdedor, intentó agredirlo cuando bajó del entarimado, lo que obligó a la Policía a intervenir para evitar que se consumara el ataque. En cambio, Locche fue despedido con demostraciones de respeto. “Es el más grande boxeador extranjero que jamás hayamos visto en un ring japonés”, lo elogió Yoshio Shirai, aquel rival de Pascual Pérez en 1954.
Nicolino Locche fue el último boxeador argentino que ganó un título mundial en Japón. Foto: Archivo Clarín.“Se me hizo muy fácil, aunque al principio él parecía peligroso porque tiraba fuerte las manos. No sé si fue mi mejor pelea, lo que sí sé es que nunca estuve tan bien preparado”, aseguró Locche, quien entonces tenía 29 años y luego hizo cinco defensas exitosas antes de perder la corona ante el panameño Alfonso Frazer en marzo de 1972.
Después de aquella victoria de Locche ante Fuji, pasaron casi 15 años hasta que otro argentino ganó un pleito mundialista en Japón: en la cuarta defensa de su segundo reinado como campeón mosca de la AMB, el cordobés Santos Benigno Laciar noqueó a Shuichi Hozumi el 5 de mayo de 1983 en Shizuoka. Una década más tarde, el 23 de junio de 1993, el santafesino Juan Martín Látigo Coggi conservó el título superligero de la AMB al vencer por la vía rápida a Hiroyuki Yoshino en Tokio.
Desde entonces, las derrotas de los púgiles argentinos se arracimaron con una solitaria excepción. El 27 de febrero de 2013, el mendocino Juan Carlos Reveco batió por puntos al local Masayuki Kuroda en Kawasaki y así defendió por primera vez su corona mosca de la AMB luego de que el organismo le otorgara la condición de monarca regular (antes había sido campeón interino).
Cuatro argentinos resignaron sus coronas en suelo nipón: el tucumano Pedro Décima (supergallo del CMB), quien fue noqueado por Kiyoshi Hatanaka en Nagoya el 3 de febrero de 1991; el santacruceño Jorge Fernando Castro (mediano de la AMB), vencido por puntos por Shinji Takehara en Tokio el 19 de diciembre de 1995; el chubutense Omar Andrés Narváez (supermosca de la OMB), quien fue demolido en menos de dos asaltos por Naoya Inoue el 30 de diciembre de 2014 en Tokio; y Juan Carlos Reveco, que perdió en las tarjetas y por decisión mayoritaria con Kazuto Ioka el 22 de abril de 2015 en Osaka.
Reveco volvió a la misma ciudad ocho meses después para recuperar la corona, pero fue noqueado. Entre ambas contiendas con el Cotón, Ioka superó por puntos, también en Osaka, al cordobés Roberto Domingo Sosa. Dieciséis años antes, El Monito José Rafael Sosa, hermano mayor del Incho, había fracasado en su intento de ganar el cetro gallo del CMB: Joichiro Tatsuyoshi lo había vencido por puntos en Yokohama.
Juan Carlos Reveco perdió dos veces con Kazuto Ioka en 2015. Foto: Jiji Press / AFP.Reveco y los hermanos Sosa fueron tres de los 12 argentinos que fallaron en la búsqueda de un título mundial en Japón. Los primeros fueron el porteño Carlos Cañete y el sanjuanino Víctor Federico Echegaray, que no pudieron quedarse con el superpluma de la AMB: el primero perdió con Hiroshi Kobayashi en 1969 y el segundo, con Kuniaki Shibata en 1973, ambos en Tokio.
En 1979, el mendocino Manuel Ricardo González tuvo dos chances de apoderarse del campeonato superwélter de la AMB, pero Masashi Kudo lo venció en ambas contiendas: en la primera, en Tokio, por puntos y con una discutidísima decisión mayoritaria; en la segunda, en Yokkaichi, por nocaut técnico en el 12° episodio.
Un hombre que ya había sido campeón, el cordobés Gustavo Ballas, intentó recuperar el cetro supermosca de la AMB, pero Jiro Watanabe lo noqueó en Osaka en julio de 1982. También en Japón fue el tercer intento fallido del chaqueño Carlos Gabriel Salazar antes de consagrarse monarca mundial: perdió con Hiroshi Kawashima en agosto de 1994 en Tokio por el supermosca del CMB. Catorce meses después logró la corona de las 115 libras de la FIB al vencer al colombiano Harold Grey en Mar del Plata.
Carlos Gabriel Salazar perdió ante Hiroshi Kawashima en agosto de 1994 en Tokio.En el siglo XXI, lo intentaron y no pudieron el sanjuanino Mauricio Muñoz, que fue noqueado por Toshiaki Nishioka (campeón supergallo del CMB) en abril de 2011 en Kobe; el chubutense Néstor Daniel Narvaes, que fue superado por puntos por Toshiyuki Igarashi (mosca del CMB) en noviembre de 2012 en Sendai; el porteño Israel Cachito Pérez, que perdió por nocaut contra Takashi Uchiyama (superpluma de la AMB) en diciembre de 2014 en Ota; y el salteño Diego Ricardo Santillán, que cayó por la vía rápida ante Shinsuke Yamanaka (gallo del CMB) en abril de 2015 en Osaka.
La cadena de traspiés argentinos solo fue cortada por la victoria de Reveco ante Masayuki Kuroda en 2013 y por un triunfazo de Daniela Romina Bermúdez. La rosarina noqueó a la local Tomomi Takano el 11 de noviembre de 2015 en el Korakuen Hall de Tokio y defendió por segunda vez el título supermosca de la Organización Mundial de Boxeo que había ganado 22 meses antes ante la peruana Linda Laura Lecca. El domingo, Fernando Martínez procurará transitar esa senda triunfal que recorrieron El Cotón y La Bonita en un país muy complicado para el boxeo nacional.