Por Vidal Mario (Escritor ehistoriador)
Lo que ocurrió dentro de la hoy llamada Casa de Tucumán el 9 de julio de 1816 fue el epílogo de una idea que desde abril de 1855 venía dando vueltas entre los revolucionarios.
Tal idea consistía en convocar a un congreso general que se reuniera no en Buenos Aires sino fuera, a fin de no avivar la tradicional desconfianza de las provincias hacia los porteños.
Algunas provincias igual se negaron a enviar diputados, pero los de las provincias que sí aceptaron comenzaron a reunirse en Tucumán el 24 de marzo de 1816.
El primer acto importante de los mismos fue elegir un director supremo, cargo que recayó en el general Juan Martín Pueyrredón, quien inició su mandato el 3 de mayo de 1816.
Fue muy acertada esa designación, no solamente por los importantes servicios que desde hacía años el mismo venía prestando a la causa de la revolución independentista.
Con singular habilidad política, logró contener durante algún tiempo el desquiciamiento social y político resultante de las ideas federales que algunos rechazaban. Pueyrredón hizo mucho más que eso: convencido de que el éxito de la revolución no podía considerarse asegurada en tanto y en cuanto los españoles siguiesen imperando en dos países vecinos, prestó un apoyo clave al ejército que San Martín estaba organizando en Mendoza para libertar Chile.
La declaración de independencia
A principios de 1816, la guerra con España parecía terminada. El ejército español que el 28 de noviembre de 1815 había vencido al general José Rondeau en la batalla de Sipe Sipe (Alto Perú) no podía avanzar sobre territorio argentino.
La razón por la que no podía hacerlo se llamaba Martín Miguel de Güemes, quien con sus guerrilleros salteños le cerraba el paso. Así que la independencia ya había sido alcanzada, de hecho. Sólo faltaba un detalle: proclamarla.
Tal era la cuestión que se trataba en Tucumán. San Martín, desde Mendoza, y Belgrano, desde el mismo congreso, pidieron con gran energía la proclamación oficial de la independencia. Y eso fue lo que se hizo, solemnemente, el 9 de julio de 1816.
Quieren un rey para Argentina
Declarada oficialmente la independencia, sólo restaba fijar la forma de gobierno. En medio de la anarquía que amenazaba destrozar a las provincias argentinas, algunos creyeron que la única posibilidad de lograr el orden y la organización
política era coronando un rey, a la usanza europea. Aunque a algunos les sorprenda, Belgrano y San Martín figuraban entre los
simpatizantes de la tendencia monárquica. Sus consejos en tal sentido eran seguidos ciegamente por gente que creía que la forma republicana de gobierno era inadecuada.
Algunos querían buscar un príncipe europeo y coronarlo en Buenos Aires. Otros querían ir al Perú a buscar un descendiente de los incas y hacerlo rey de la monarquía que se pensaba implantar.
Según dichos monarquistas, Pueyrredón debía seguir conservando el mando, pero no como director supremo sino sólo como regente, hasta la llegada del rey elegido.
Lo más extraordinario de este movimiento monárquico que surgió nada menos que en medio de la revolución argentina fue que los mismos hombres que buscaban rey eran republicanos de corazón. Raro, porque Buenos Aires, poblada principalmente por comerciantes, no tenía condes ni marqueses. Un rey, en Argentina, no habría tenido ni corte ni cortesanos.
Era el ferviente deseo de extirpar la anarquía y de organizar el país lo que hacía que esos sinceros y convencidos republicanos buscaran un rey como un remedio de aquella situación.
El cierre de un ciclo
La cuestión es que en el congreso de Tucumán estuvo a un paso de resolverse el debate a favor de la monarquía. Fueron muy pocos los congresistas que se pronunciaron contra esa idea.
La posteridad nunca terminó de agradecer lo suficiente a quienes se opusieron a la monarquía, porque salvaron a la revolución argentina de ser desnaturalizada en sus propósitos y objetivos.
De haber prosperado la iniciativa monárquica, la misma no habría sido ni estable ni duradera.
El hecho es que la declaración de Tucumán, hace 208 años, cerró una época de la revolución por la independencia. Pero la anarquía, que había sido contenida durante algún tiempo por Pueyrredón, pronto reapareció para dar lugar a una serie de prolongadas guerras civiles. Pero, esto, ya es otra historia.