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Por qué la Scaloneta de Messi, pase lo que pase el domingo en Miami, es la mejor Selección Argentina de todos los tiempos

Vamos a entender el valor de todos estos años cuando los necesitemos. Cuando los extrañemos. Como la vida misma. Y no se trata de atarnos a esa sentencia fácil que jura y perjura que todo tiempo pasado fue mejor. Porque, en realidad, lo que debemos comprender es que difícilmente haya nada que supere este presente. Porque, sin dudas, somos contemporáneos de la mejor Selección Argentina de todos los tiempos. Tan bueno es este ciclo virtuoso que ya no importa tanto si el domingo, en Miami, se gana esta Copa América de Estados Unidos. Porque los resultados cuentan, claro. Pero no son el único legado de esta década que probablemente sea inigualable.

Porque de 2014 para acá, del «Brasil decime qué se siente» a la enésima versión del «Muchachos», Argentina fue siempre protagonista. Y eso no sucedió tan a menudo a lo largo de la historia. Estuvo en el medio, no hay que olvidar, ese golpazo que fue el maldito Mundial de Rusia 2018 -emergente de unos cuantos años de caos-. Pero no hay mal que por bien no venga y la prueba es que después fue todo color de rosa -o mejor dicho, celeste y blanco-, aunque no siempre haya terminado en sonrisas.

Hubo finales perdidas, como las de 2014, 2015 y 2016, que dolieron y dejaron su huella. También hubo un tropiezo en semifinales en 2019 que sin querer queriendo acabó siendo la piedra angular de ese fenómeno llamado Scaloneta, una marca registrada que desde entonces reparte alegrías en continuado.

Su huella, desde la mirada resultadista, son tres vueltas olímpicas, con la coronación en Qatar 2022 como gran hit, y apenas dos derrotas en los últimos cinco años. Mucho más no se puede pedir ni exigir. Ni los campeones fundacionales del 78 con Mario Alberto Kempes y Daniel Passarella como abanderados ni los héroes del 86 con Diego Maradona en modo D10S lograron lo que Messi y su club de amigos supieron conseguir. Porque el éxito no es solo ganar. Sino también perdurar. Lo dicen los números duros: en seis de los últimos ocho torneos más importantes a nivel selecciones, Argentina jugó la final.

Se insiste: es muy difícil sostener un proceso tan exitoso a lo largo del tiempo. Hay que retroceder, en el fútbol, al Brasil de Pelé y sus doce años de apogeo entre Suecia 1958 a México 1970, que le permitieron hacerse dueño de la Copa Jules Rimet. O a la Generación Dorada de España, campeona de Sudáfrica 2010 con un emparedado de Eurocopas. Y no hay mucho más. Tal vez el Uruguay que fue de Colombes a Amsterdam y más tarde coronó en el primer Mundial. Otros tiempos.

Y ahí entra a jugar el valor agregado que es ese monstruo que se llama Lionel Andrés Messi. Animal competitivo y futbolista sin igual. A los 37 años, cuando muchos ya se retiraron o riegan malvones en sus cuarteles de inviernos, hace historia al andar.

La Selección festeja con la gente el pase a la final de la Copa América. Foto: EFELa Selección festeja con la gente el pase a la final de la Copa América. Foto: EFENadie en la historia llevó a tantas finales a un seleccionado nacional. Ya son ocho, más que las que alcanzaron en toda su historia Francia (7), España (6), Países Bajos (4) y Portugal (1). Sin contar la del domingo, fueron cuatro de Copa América -ganó una en 2021 y perdió tres 2007, 2015 y 2016-, dos de Mundiales -ganó en 2022 y perdió en 2014- y la Finalísima 2022 que se festejó en Wembley. Además, disputó dos como juvenil, el Mundial Sub 20 en Países Bajos 2005 y los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Abruman las estadísticas casi tanto como su juego.

Otros datos más allá del Messi en celeste y blanco. El rosarino del barrio Grandoli es el jugador que más finales tuvo en la historia del fútbol: en el Hard Rock Stadium, tendrá la número 43. Hasta ahora, de las 42, ganó 30 y perdió 12. Legendario.

¿Y el juego? Vale volver a lo colectivo, más allá de Leo y a sabiendas de que es muy complicado igualar esa altísima velocidad crucero que se alcanzó hace dos años en Medio Oriente. Además, paladar mediante, es muy difícil argumentar qué es el jugar bien o mal. Claro, debería explicarse sabiendo lo que, en la previa, pretendió hacer un entrenador con su equipo y desde ahí validar o no lo que se desplegó en el campo de juego. Por eso, lo que se suele elegir desde hace tiempo en la Selección es evaluar si respeta su esencia. Esa palabra es la que repiten los jugadores y la que baja también Scaloni, que ya suma cuatro finales como DT, cada vez que habla hacia adentro y hacia afuera. Y queda claro: la esencia de la Scaloneta no se traiciona.

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