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UCR y Pro, amores inconfesables del mileísmo

Las leyes se aprueban con el concurso de los bloques amigables, pero hay amores de fondo que son más fuertes y que salen a la luz cuando se negocia lo inconfesable de la política, como el que une al oficialismo de La Libertad Avanza con el PRO y el sector lustosista de la UCR para repartirse las sillas en la Comisión Bicameral de control del espionaje de Estado. Este es el entuerto del final del semestre que vivimos en peligro. El Gobierno ha buscado para tan viscosa comisión la unidad con quienes son sus adversarios, como el macrismo enojado por el destrato a Mauricio y el radicalismo lustosista, y posterga a quienes han actuado hasta ahora como sus amigos.

Para este lunes el presidente de la Cámara de Diputados Martín Menem ha prometido una respuesta al reclamo del grupo de interés de 31 diputados de Hacemos-Coalición Cívica e Innovación Federal, de una silla para Emilio Monzó. El oficialismo prefiere vérselas en esa Bicameral con personeros de la oposición rabiosa como Leopoldo Moreau, Rodolfo Tailhade, “Wado” de Pedro y, entre otros, Oscar Parrilli, y no con el centrão legislativo que les permitió sacar las leyes.

La reunión del lunes quebrará la molicie del receso legislativo de 15 días. En la noche del jueves Pichetto, Monzó, Nicolás Massot y Oscar Agost Carreño discutieron a los gritos la legitimidad de su reclamo sobre el método que impuso el oficialismo para repartir comisiones.

Menem (sobrino) se aferró a antecedentes que le demolieron ante sus ojos y transmitió la idea de que cumple instrucciones de arriba (no se sabe de qué rango de las fuerzas celestiales). Ante eso, le recordaron que si el DNU 70/23 (que ya fue rechazado en el Senado con el voto de Martín Lousteau) no ha entrado en el recinto de los Diputados es porque ellos lo han impedido. Si llega a entrar, sobran los votos para anularlo definitivamente. Dejaría al gobierno de minorías sin su principal herramienta.

Pánico en Olivos por el 2025

Esta inquina no merecería mayor interés si no fuera la punta de una trama más profunda y que compromete al oficialismo y la oposición. Se trata de cómo manipular desde el poder la vida interna de los partidos.

En este caso afecta al peronismo, que está trizado como las otras fuerzas, pero que tiene un peso importante en la agenda por el resultado del año pasado, uno de los peores de su historia, en que, aun así, sacó 44% de los votos en la segunda vuelta electoral.

Ese resultado despierta pánico entre algunos porque estamos a un año de las elecciones de renovación legislativa y nada ha logrado dividir al peronismo en el Congreso.

Los bloques de Unión por la Patria y afines sostienen una oposición de bloqueo en las dos Cámaras y nada indica que eso vaya a cambiar en el futuro.

La experiencia de las leyes de Bases y de Paliativos fiscales dejó en claro que no se van a dividir porque el Gobierno les ofrezca alguna recompensa. Los legisladores de estos bloques que apoyaron los proyectos fueron pocos, escondidos en ausencias discretas o votando en horas de la madrugada. Y eso que agitaron piñatas ante sus ojos. Que un lote importante de gobernadores peronistas haya firmado el pacto de Mayo en Tucumán es una anécdota tan liviana como ese compromiso, apenas una gacetilla de expresión de deseos a la que nadie puede oponerse y que sale gratis apoyar.

Buscan un peronismo a la carta

La experiencia de conversar sobre el pacto de Mayo dejó abierta en el oficialismo alguna ventanita como para acercar a un peronismo no cristinista.

El peronismo del interior se ha enfrentado siempre al peronismo del AMBA, hoy en manos de una alianza entre Axel Kicillof, que ya circula como candidato a presidente en 2027, y el cristinismo residual.

Un lote de gobernadores del norte agita la sortija a ver si prende en el Gobierno, para negociar la oferta de un pichettismo sin Pichetto. Ahí hay que buscar la razón de las peleas en Diputados, como la que quedó abierta para la integración de la Bicameral de Inteligencia.

El bloque Innovación Federal que preside la salteña Pamela Calletti demora la firma para incorporarse a un nuevo interbloquefederal que coordinaría Pichetto, junto con Hacemos. Sumaría ocho diputados y le permitiría al centrão disputar posiciones como las que se discuten en las bicamerales.

Pero el grupo de Calletti, que mantiene acuerdos con Hacemos, no firma la adhesión para un nuevo interbloque porque el gobernador de Salta Gustavo Sáenz prefiere no resignar poder de negociación en el Congreso.

Esta segunda renovación confía en que ese 44% de los votos de 2023 sigue íntegro pese a que hay disidencias internas en cuanto a programa, liderazgo, y ha perdido el poder territorial histórico.

La prueba es la cumbre de los gobernadores opositores del jueves, con más de una treintena de dirigentes gremiales convocados por Ricardo Pignanelli para reclamar contra el receso industrial.

Junto al cacique de Smata estuvieron Axel Kicillof, Gerardo Zamora, Ricardo Quintela, Gustavo Melella y Sergio Ziliotto. En cabecera, Gerardo Martínez (UOCRA) y Abel Furlán (UOM). El Gobierno recibió la señal a pocas horas de la firma del pacto en Tucumán, como aperitivo de esta pelea que se viene en un peronismo que Olivos cree destruido.

La mayoría de los mandatarios firmaron el pacto de Mayo, y los convocantes son un dechado de moderación. El lugarteniente de Pignanelli es Julián Domínguez, que actúa como enlace del gremio con el sector empresario y los acuerdos institucionales. Fue ministro de los gobiernos peronistas de la última década y también vende moderación. Por ahora.

El temor a los republicanos

El intento de un armado peronista que le juegue a su favor es uno de los proyectos de los que depende el destino del Gobierno. Es algo que logró Mauricio Macri cuando era presidente entre 2015 y 2019. Tuvo un peronismo dividido en dos en el Senado y en tres en Diputados. Pichetto fue, junto con Sergio Massa, Juan Urtubey, Diego Bossio y otros, uno de los gerentes de aquellos cismas que facilitaron la sanción de las leyes que pedía Macri.

Hoy Pichetto arma un peronismo renovado y superado del cristinismo, pero no se mueve dentro del Gobierno. El armado del que participa tiene terminales en otros sectores, como el que puede representar Juan Schiaretti en Córdoba o Florencio Randazzo en Buenos Aires.

Es parte de ese empeño el expresidente Ramón Puerta, que sostiene que la situación del peronismo es similar a la que vivió en 1983 cuando fue derrotado en las elecciones frente a Raúl Alfonsín.

La renovación se hizo en los primeros años desde la oposición, y el peronismo perdió las elecciones de 1985. Esas elecciones mostraron que la renovación podía recortarle poder al PJ que se referenciaba en Herminio Iglesias. Puerta cree que hay que ensayar la misma fórmula. “El peronismo está regalado porque no tiene dirigentes que lo conduzcan”, afirma. La renovación peronista debe ser conducida por una mesa federal que no regale el liderazgo porque no hay dirigentes hoy para asumir la conducción. Pero los votos están, repite.

Puerta suele recordar que el peronismo bonaerense se rehízo después de perder en 1985, porque en esa fecha sacó muchos y desplazó a la vieja guardia. En 1987 ya ganaba 15 provincias para el peronismo y preparó la gran interna presidencial entre el peronismo del interior y el de Buenos Aires, que se reflejó en la fórmula Menem-Duhalde.

40 años después

Claro que han pasado 40 años desde aquella experiencia y esta renovación, que está en la cabeza de dirigentes como Pichetto, Puerta, y Schiaretti, debe verificarse en las bases. Aquella renovación vino del interior hacia el AMBA y tenía raigambre en un peronismo sociológico que quería ser representado, así como existía un radicalismo sociológico que encontró un líder en Raúl Alfonsín. La sociedad con la que tiene vérselas la política hoy vive una efectiva crisis de representación que se basa en la resistencia del público a verse representado.

El principal afectado por esta situación es el oficialismo, que tiene que depender de voluntades como las de Pichetto, Nicolás Massot, Emilio Monzó o los diputados de la Coalición de Carrió, que fueron autores de proyectos como la fórmula de movilidad de las jubilaciones, que aprobó Diputados y que demora el gobierno en el Senado. O de la votación que impuso el capítulo del tabaco en la legislación que aprobó el Congreso, para bronca del peronismo y del oficialismo.

Ese mismo centrão es el que aprobó en Diputados un artículo que obligaba al Ejecutivo a revisar los regímenes de promoción fiscal como el de Tierra del Fuego. Para eliminar esa iniciativa del horizonte hubo un pacto negro entre el oficialismo y el cristinismo en el Senado, que logró 2/3 de los votos para darle muerte súbita a tamaña reforma, que era una motosierra en serio, no un dibujo contable.


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