Nicolás Gadano, exgerente del Banco Central, decidió adquirir al costo los ejemplares que iban a destruir y ahora circula en modo itinerante.
14 de julio 2024, 05:39hs
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“Cuando me llegó ese mail entendí perfectamente que al tener ese stock ahí muerto tomen esas decisiones, y sé que no es un tema personal. Pero también lo es, porque el libro es súper importante para mí, así que fue doloroso —dice a TN—. Y ahí lo puse en twitter y empecé a comentar, a mostrar la carta y el intercambio con Planeta y decidí comprarlos todos. Y empecé a tener gente que se solidarizaba, me decía que iba a comprar libros, que era la muerte y la resurrección de La caja Topper, porque la idea de liquidar el stock era como una idea de muerte, de destruirlo, pero con esta acción de alguna manera, o al compartirlo con la gente en las redes era una pequeña resurrección del libro”.
Es un intento, en sus palabras, de unir piezas, reconstruir su historia y tratar de entender lo que pasó. Para muchos hijos de exiliados, cierta nebulosa de datos, fechas y documentos es una experiencia común. Para los que no lo son, sin duda un relato que conmueve. Como, luego, los sinsabores del desexilio, la imposición de volver a un lugar que ya no es, para tratar de adaptarse sintiéndose marcianos que no se saben las letras de las canciones ni vieron los mismos dibujos animados. “Volver a México alguna vez, eso es lo que más quería. Terminar con el desexilio, lo peor del exilio”, escribe Gadano ahí.
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En estos días, con los ejemplares ya en sus manos, La caja Topper inicia su camino itinerante desde un bar del que el autor es habitual. Funciona así: te llevás el libro para leerlo con el compromiso de devolverlo, en ese u otro café, haciéndolo saber a sus organizadores. “El proyecto itinerante me lo sugirió uno de estos amigos de twitter que quería no un libro sino dos, y que el segundo lo iba a donar para que yo lo deje en un bar con una leyenda que diga que el que lo quiera se lo puede llevar, leer y devolver, en ese u otro bar —dice —. Así que fui a un bar cerca de mi casa, al que voy seguido, las chicas, las mozas estaban felices de la iniciativa, y ahí quedó. Estoy pensando en poner otro ejemplar itinerante en otro lugar al que voy muy seguido, en el centro. Son iniciativas en las que tomo el control sobre el libro y lo único que intento es conectar con la gente que lo pueda leer. Porque la mayor satisfacción que me ha dado el libro es cuando viene alguna gente en los ámbitos más inverosímiles y me dice que le gustó, que lo emocionó en determinada parte. Así que me debo a este stock final, de 250 o 230 que me quedan. Tratar de que lleguen a la mayor cantidad de lectores posible”.