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Cumbre en la Rosada, el Congreso pelea por los espías y ¿Macri y Cristina candidatos?

Vuelve la batalla contra las PASO

El Gobierno aprovechará la pausa de las dos semanas que restan del mes para poner en la cancha un segundo round de reformas. Guillermo Francos invitó a los jefes de los bloques propios, aliados y a los «amigables» de la Cámara de Diputados a una reunión en Casa de Gobierno para conversar sobre una reforma electoral.

Ese territorio ha sido confiado al nuevo ministro desregulador Federico Sturzenegger. Este economista deberá extremar su capacidad de adaptación para vérselas con fieras del oficio como Miguel Pichetto, Cristian Ritondo o Juan Manuel López. Ellos han construido el actual sistema que estos vecinos ocurrentes que gobiernan quieren derribar porque no les gusta.

El oficialismo alegremente puso en el texto de sus proyectos ómnibus una modificación del sistema de representación proporcional y la eliminación de las primarias PASO, que rigen desde 2010 como una manera de validar, más que de elegir, a los candidatos.

Partido dividido

En la colectividad política no hay acuerdo pleno para eliminar este sistema de PASO, del que abominaron en su momento Cristina, Macri y el actual oficialismo. Es criticado como un modo imperfecto de elegir candidatos –suele ser un festival de la lista única– y porque son muy caras de realizar.

En el fondo la divergencia es sobre la competencia entre primaria y lapicera. El partido o el dirigente que gobierna y controla el poder en su distrito, prefiere armar las listas en su casa. Quien está en la oposición prefiere que haya internas.

Hay dirigentes como el senador Maxi Abad, presidente de la UCR de Buenos Aires, que defiende su vigencia. “No podemos -me dice- ir para atrás en el modo de elección de candidatos. En todo caso, hay que perfeccionarlo”. Los senadores Martín Lousteau o Carolina Losada también respaldan el sistema porque se consideran “hijos de las PASO”.

Otros senadores como los mendocinos Rodolfo Suarez o Mariana Juri han presentado un proyecto para derogarlas. Vienen de Mendoza, un distrito en donde Alfredo Cornejo tiene un sistema hegemónico de poder. En el medio, “Peteco” Vischi, presidente de la bancada de la UCR, ha propuesto que las PASO sigan pero que sean optativas para los partidos.

El peronismo intentó derogar las PASO durante los mandatos de Cristina y Alberto -fue primer proyecto gobierno, en enero de 2020-, pero la oposición de lo que era Cambiemos se resistió. Como ese sistema los ha conducido a la derrota en 2023, seguramente han moderado su temperamento.

El peronismo, hoy en la oposición, también revisa su negativa a modificar las PASO. Antes de diciembre pasado, el infante Máximo, que expresa al cristinismo extremo, se resistía a algún cambio con un argumento enternecedor: “No podemos ir contra un proyecto del viejo” (i.e. Néstor).

Boleta única papel, la clave

Se menciona el Senado porque es la puerta de cualquier modificación. Los bloques aliados y los amigables van a pedir como prueba de sinceridad que el oficialismo se encargue de conseguir el voto que le falta a la Cámara Alta para convertir en ley el proyecto de boleta única papel. Ya lo aprobó Diputados y necesita una mayoría especial para ser ley.

El voto que falta puede provenir de los provinciales de Río Negro o Misiones, que hay que cargarlos a la cuenta del Gobierno, que puede “pagar” ese voto con alguna concesión. Esos senadores exigen que en la reforma se habilite con un tilde especial votar boleta completa y no por categoría. Si logran este requisito, se tiran de cabeza y la aprueban.

El peronismo se opone de manera cerril a la boleta única. Su articulado amenaza con romper una de las claves en distritos donde rige la simultaneidad de las elecciones nacionales y provinciales: el arrastre de la boleta nacional.

Si se aprueba, habrá dos urnas y elecciones separadas el mismo día. El poder del peronismo en la provincia de Buenos Aires se basa sobre ese efecto de arrastre. “Primero aprueben boleta única, después hablamos”, le dirá Pichetto a Francos.

Las relaciones peligrosas

La cita con el jefe de Gabinete depende, en lo que hace a la bancada amigable de Hacemos y sus aliados, de la respuesta que haga Martín Menem este lunes al reclamo de una silla para la Bicameral de vigilancia del espionaje.

Esa bancada ha juntado 31 votos para nominar a Emilio Monzó en representación de los diputados. El jueves Pichetto, Monzó, Nicolás Massot y Oscar Agost Carreño amenazaron con romper la amistad si los desairan en esa pretensión que castiga a un ex presidente de la cámara. Quedaron en escuchar una respuesta final este lunes.

Pichetto les reprochó que el oficialismo prefiera que en esa comisión esté representado el peronismo duro -a través de sus legisladores más combativos como Wado de Pedro, Oscar Parrilli, Leopoldo Moreau o Rodolfo Tailhade- y rompa con un espacio como Hacemos, que le da el quórum para sesionar y los votos para aprobar leyes.

Si este lunes no reciben una respuesta satisfactoria, la posición negociadora que coordina Pichetto adoptará una posición más beligerante. ¿Por qué los marginan? En las discusiones Martín Menem argumenta que tiene pedidos de Olivos de poner gente propia en el control de los espías, a costa de este bloque que apoya, pero que siempre pone reformas que prosperan.

Estas explicaciones debilitan la argumentación del representante de la familia Menem en el Gobierno, en la que confía el oficialismo para su construcción política. Les cuesta a los interlocutores avanzar con quien han llegado a decir “le pregunté a mi papá y me dijo que era legal”.

Las relaciones de este grupo con el Gobierno se resintieron de manera imparable cuando Javier Milei atacó a Ricardo López Murphy pocos días después de que Diputados aprobase la ley de Bases. El diputado pertenece a la bancada de Hacemos, estaba en los Estados Unidos atendiendo una situación familiar, y viajó exclusivamente para votar, y se volvió.

Elasticidades legislativas

El peronismo es una liga de gobernadores que no es funcional a la hora del voto en el Congreso. Se probó en este primer semestre que no es cierta la leyenda de que senadores y diputados dependen de sus gobernadores. Hay que negociar con ellos casi individualmente. Una práctica carísima en un país con un sistema representativo.

A la hora de las decisiones de fondo en el Congreso, las iniciativas del oficialismo han dependido de un arco centrista que tiene como eje al bloque de Hacemos, que puede mostrar 16 diputados, pero que en las negociaciones llega a capturar adhesiones que alcanzan el medio centenar.

La nueva integración de la Comisión de Inteligencia refrescó acuerdos de fondo que no se verifican en la superficie, como el que desplazó a terceros bloques, que esperaban un mejor trato después de todo lo que hicieron para que saliesen las leyes de Bases y de Paliativos fiscales.

El entendimiento interbloques de Hacemos-Pichetto, Innovación Federal y la Coalición Cívica fue desplazado por un cierre que hizo La Libertad Avanza con el PRO y el radicalismo del ala porteña – Yacobitti conducción-.

LLA, que es minoría en la cámara, se quedó con dos sillas -Gabriel Bornoroni y César Treffinger-, el PRO se quedó con una para Cristian Ritondo y la UCR con otra para Mariela Coletta, de la UCR Capital, la que cogobierna con el Jorgemacrismo a través de la alianza con Martín Lousteau.

El entuerto dejó gusto amargo entre las partes, tras una enojosa reunión el jueves pasado (pocas horas antes del cierre del medio año legislativo) en la que hubo ajuste de cuentas entre Martín Menem, que tiene el sabot reglamentario en Diputados, y el bloque Hacemos-Pichetto, que tiene el sabot para que salgan las leyes.

Cuando comenzó a sesionar la Cámara en diciembre, el oficialismo cerró un acuerdo con el PRO y el peronismo para aplicar el sistema d’Hont (proporcional) para integrar las comisiones. Los bloques sienten que la conducción de la cámara por Martín Menem ha hecho un uso elástico de la proporcionalidad.

Momento de reflexión (y de distancia)

El descansadero invernal de estas dos semanas incluye la feria judicial (con Carlos Rosenkrantz de guardia, por si las moscas) en un virtual receso legislativo. Algunos toman distancia para la reflexión, como Mauricio Macri, a quien se presumía en alguna de las finales de copa FIFA del domingo, en Miami o Berlín.

Prefirió un viaje con sus hijas a España y por el sur de Francia, comarcas iluminadas por un verano que da tiempo para pensar cómo seguirá todo. El Gobierno le hace mimos de palabra, pero lo desaira en los hechos.

Más grave es que avanzará sobre la CABA, santuario del PRO, con la herramienta envenenada del bullrichismo. Eso lo fuerza a ensayar el traje de candidato. Del mismo modo, Cristina de Kirchner especula con la necesidad de ser candidata en la provincia Buenos Aires, si es hora de cuidar los territorios propios y, de paso, poner un cerco foral sobre su persona.

La distancia del teatro de los acontecimientos es un recurso adecuado para una semana que el propio gobierno espera que sea espinosa en materia económica.

El dolor por la AMIA

Agrega perspectiva global que el país recuerde con dolor el abominable atentado la AMIA, a los 30 años que se cumplen el jueves. Habrá instancias de alto simbolismo, como la declaración de Hamas como organización terrorista (un decreto que reitera una calificación que ya había hecho la Argentina a través de la OEA).

También operativas, como el raid de reuniones de delegados del American Jewish Committee que visitan el país. Estarán con el Gobierno y la oposición y participarán del acto del jueves. Son Ted Deutch, Mario Fleck, Fernando Lottenberg y Dina Siegel Vann.

Con motivo de los 30 años del atentado, Margarita Stolbizer, Mariana Stilman, Pablo Yedlin y, entre otros, el juez de Casación Carlos Mahiques, presentarán en el Congreso los proyectos sobre juicio en ausencia para los acusados de crímenes del Estatuto de Roma. Es la posibilidad de llevar a juicio a los presuntos autores del atentado a la AMIA.

Globalidades resbaladizas

La conmoción por el atentado a Donald Trump abrió un contexto de globalización inesperado que pone bajo examen la política exterior. Si la Cancillería no hace sintonía fina en la localización estratégica del país (y no solo del presidente), la Argentina puede perder una oportunidad única de disputar en las grandes ligas.

La Argentina no necesita hacer proselitismo de la marca país, y eso lleva al presidente a desperdiciar los recursos del cargo, que concentra en su promoción personal. La mayoría de los viajes tiene como interés central exaltar su perfil, pero resultan redundantes para un país que es más importante que él.

Como ha dicho en algún momento Mauricio Macri, Milei parece buscar un lugar en el mundo para él más que para la Argentina. Ciertas manifestaciones personales sobre otros mandatarios ponen en peligro el peso del voto argentino.

Que Milei sea un presidente que desaira a los países de la región debilita el voto histórico de los amigos en defensa de la causa de la soberanía de Malvinas. La devaluación del voto argentino también pone en riesgo la oportunidad de disputar cargos de la más alta jerarquía.

Criollos en carrera internacional

Macri jugó, bajo su mandato, la carta de Susana Malcorra para la Secretaría General de la ONU, que ahora vuelve a estar en disputa. Los representantes ante ese organismo se alistan para el debate alrededor del cargo vacante que deja en 2026 el portugués Antonio Guterres. En pocos meses comienza la campaña, y la tradición indica que le toca a una mujer y de América Latina.

Parecen anotadas Michele Bachelet de Chile, Alicia Bárcena de México, Cristina Figueres o Rebeca Grynspan de Costa Rica. Pero también tiene chance Virginia Gamba, una argentina que ocupa uno de los cargos más altos en la ONU.

Es subsecretaria general y representante especial del secretario general para la atención de niños y adolescentes en conflictos armados. Ha realizado informes sobre la guerra en Ucrania y la crisis de Gaza que le han dado centralidad a su participación. Es experta en estrategia y autora de los libros más importantes sobre la guerra de Malvinas. Fue profesora de estrategia de guerra de las Fuerzas Armadas y de la Gendarmería de Argentina.

Además, recibió el premio Nobel de la Paz (compartido) por su tarea en favor del desarme nuclear en el mundo. Participó del programa de desarme en Sudáfrica bajo el gobierno de Nelson Mandela. En la Argentina fue una de las organizadoras de la policía de la CABA cuando Macri era jefe de Gobierno.

Y una estrella atómica

La Argentina tiene otro candidato en carrera silenciosa, pero es varón. Se trata del diplomático Rafael Grossi. Ha sido embajador argentino en Austria y es una estrella internacional sobre temas nucleares y de desarme. Ocupa la Dirección General del Organismo Internacional de Energía Atómica y es el árbitro de los conflictos que se suceden en ese campo en todo el mundo.

Como Gamba, vive subido a un avión y, como ella, tiene un rol y un campo de trabajo que le permite dialogar con todos los países y regímenes, por encima de las diferencias personales, ideológicas y geoestratégicas. Entre los hábitos no escritos, el estándar del organismo prefiere que la secretaría general quede en manos de países pequeños. México, Brasil o la Argentina son potencias regionales.

Esa condición nos las beneficia en la competencia. Tampoco ayuda a la Argentina un inconfesado veto de Gran Bretaña a cualquier pretensión de relevancia. Por esas restricciones, el voto argentino también vale mucho y conviene preservar su valor, antes que rifarlo por una ocurrencia personal.

Los tres más influyentes

Como Gamba, Grossi es un producto de una Argentina que precede al actual gobierno. Son activos de la mejor Argentina. Junto al Papa Francisco, son los argentinos más influyentes hoy en el mundo, cada cual en su campo. Y existen antes de Milei, cuya política debe servir a que conserven el prestigio que tienen.

Limita su aporte que, como conservador, profese una visión decadentista del país. Cree que el país alguna vez fue mejor que ahora y sueña con una edad de oro que sólo existe en los libros. En un ensayo ilustrador, Paul Krugman se pregunta esta semana qué les pasa a los conservadores de los Estados Unidos, que parecen odiar a su país.

Dice así: «Ese partido favorece instintivamente políticas duras y punitivas, lo que obliga a creer que no implementar tales políticas debe conducir al desastre. Incluso cuando no es así (…) Los republicanos pueden intentar tildarse de patriotas, pero realmente parecen despreciar la nación en la que viven».

No es raro en políticos de temperamento conservador. Cristina de Kirchner también desprecia, como Milei, el país y el tiempo que les ha tocado vivir. Por eso quieren cambiarlos.