En la misma jornada en la que se dio inicio al nuevo esquema de intervención para derrumbar el dólar paralelo y los bonos soberanos cayeron hasta un 2,5% por las dudas sobre el rumbo del plan, el Gobierno intentó ayer llevarle buenas noticias a los inversores durante las reuniones que mantuvo el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, en Nueva York.
En ese marco, les anticipó que la inflación de julio caerá al 3,7% desde el 4,6% registrado en junio y la núcleo bajará a 3,2%. Según la estimación del BCRA a partir de los datos online de supermercados y carnicerías, los precios de esta última medición -que excluye los componentes regulados, se desaceleraron en la primera semana de julio al 0,3%.
La expectativa es que el congelamiento de tarifas tire para abajo el índice de julio. También las rebajas en la ropa por el cambio de temporada. Sin embargo, la reciente suba del dólar (que llevó el blue a $1.500) impactó en algunos precios de los alimentos y las vacaciones de invierno. De ahí, el apuro del gobierno por anunciar medidas durante el fin de semana.
Werning se refirió a esa cuestión cuando presentó la hoja de ruta y detalló las «canillas» de emisión monetaria que busca cerrar en la fase 2, como la transferencia de deuda del Banco Central al Tesoro, la emisión de letras (Lecaps y LEFI), la eliminación de puts -seguros sobre los bonos- en manos de los bancos y la compra de dólares del comercio exterior.
En medio de la tensa negociación con los bancos para que entreguen los puts y acepten letras (que según el BCRA «no implican un aumento de la deuda»), el economista mostró que los principales factores de expansión monetaria hasta el 10 de julio fueron los bid y puts por $ 2 billones, una suma similar a la que ejecutó el Banco Macro la semana pasada, seguida por los pases.
Respecto a la fase 3, el funcionario mencionó la transición a un régimen de competencia de monedas, planteó un abandono «prudente» del cepo y dio a conocer datos no tan positivos del mercado de cambios, que muestran el derrumbe de las compras netas de divisas desde fines de abril y el regreso de las reservas netas a terreno negativo en julio.
El dato refleja un empeoramiento respecto del último staff report de junio, donde el FMI estimó que el stock neto de divisas se había recuperado desde un nivel negativo de US$ 11.200 millones previo a la devaluación de diciembre para pasar a ser positivo en US$ 300 millones, alentado por el incremento del superávit comercial y una menor demanda privada.
Ese cuadro se modificó en los últimos meses por una menor liquidación de divisas y las presiones en el mercado paralelo. Según Werning, durante el primer semestre las importaciones fueron de US$ 9.300 millones mediante el dólar CCL, superando la «pérdida» de liquidación de exportaciones por el mismo canal, que fue de US$ 7.600 millones.
En su presentación, el número dos del BCRA explicó que la caída de las reservas es «impulsada por la estacionalidad, no por la política 80/20», en referencia al dólar blend o exportador que el gobierno decidió mantener en pie, pese a que se había comprometido ante el Fondo a eliminarlo para fines de junio como parte del desarme de los múltiples tipos de cambio.
El banquero central apuntó a una menor oferta de dólares en el mercado formal debido precios más bajos en las exportaciones agropecuarias y pagos de la deuda, una mayor demanda de divisas en el mercado formal por mayor deuda y pagos de energía en invierno, y una mayor demanda en el mercado informal, donde impactó el «riesgo exterior» que se reflejó en la caída de bonos.
También explicó que los pagos de los importadores a través del CCL («ahora en descenso») generaron una «mayor presión de la demanda sobre la brecha cambiaria» y que hay un «exceso de demanda» en el mercado paralelo. «Desde marzo, los importadores pagan más de un mes completo de importaciones (pago de deuda pendiente)», indicó.
Por último, dentro de la fase 3 incluyó el tipo de cambio real subiendo al 2% mensual, destacó los «bajos salarios en dólares y los elevados márgenes» de las empresas, y prometió «una recuperación más rápida del PBI real con una menor apreciación del tipo de cambio real». «Se minimizará la presión de apreciación del tipo de cambio asociada a los procesos de remonetización», concluyó.