jueves, 18 de julio de 2024 18:40
El término “colesterol” engloba a todas las partículas de grasa que circulan por nuestro organismo. La mayor parte del colesterol se produce en el hígado, aunque también se obtiene a través de algunos alimentos. Perseguido en cualquier análisis clínico y combatido hasta el cansancio, el colesterol es, en realidad, una grasa que el cuerpo necesita para funcionar apropiadamente. Básicamente, existen dos tipos de colesterol: La lipoproteína de alta densidad (HDL), con frecuencia llamada colesterol “bueno”. Y la lipoproteína de baja densidad (LDL), popularmente conocida como colesterol “malo”.
El primero es necesario para el organismo, especialmente cuando existe riesgo de arteriosclerosis, ya que ayuda a sintetizar el colesterol “malo” que se acumula en las paredes de las arterias. Mientras que el colesterol “bueno” debe mantenerse por encima de los 60 mg (y si está más alto, mejor), el colesterol “malo” no debería superar los 100 mg, cuando este último se eleva de los valores normales, puede aumentar la probabilidad de padecer cardiopatía, accidente cerebrovascular y otros problemas.
Colesterol malo = hábitos malos
Los altos niveles de colesterol suelen estar asociados con diversos factores que influyen en la salud cardiovascular. Entre estos factores, se encuentran una dieta rica en grasas saturadas y alimentos procesados, el exceso de peso corporal que puede dificultar el correcto metabolismo de las grasas, el consumo excesivo de alcohol que puede alterar el equilibrio lipídico en el organismo, la falta de actividad física que limita la quema de grasas y el adecuado funcionamiento del sistema cardiovascular.
Además, ciertas condiciones médicas como la diabetes y las enfermedades renales pueden contribuir al desequilibrio en los niveles de colesterol, junto con el uso de ciertos medicamentos que pueden interferir con el metabolismo de las grasas en el cuerpo. Es importante abordar estos factores de riesgo de manera integral para mantener niveles óptimos de colesterol y promover la salud cardiovascular a largo plazo.
Prevención del colesterol alto
La hipercolesterolemia se puede prevenir con una alimentación equilibrada y sin grasas saturadas. La dieta mediterránea es la idónea porque su aporte de grasas proviene fundamentalmente de los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados presentes en el pescado y los aceites de oliva y de semillas. También es importante el consumo de vegetales, legumbres, cereales, hortalizas y frutas.
Además, es muy importante hacer un programa de ejercicio aeróbico (caminar, carrera suave, ciclismo, natación), a intensidad moderada (65-70 por ciento de frecuencia cardiaca máxima) y desarrollado de manera regular (tres a cinco sesiones por semana). Esto aumenta el HDL (colesterol bueno) y reduce el LDL (colesterol malo) y los niveles de triglicéridos.