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Israel tiene el derecho histórico a existir como Estado

Conviene no olvidar que se le otorgaba al pueblo judío un hogar donde refugiarse y paliar las heridas del Holocausto; ¿qué pasará en el futuro?, las opciones que se presentan son complejas.

Hoy 09:30

Por Rogelio Alaniz

Para La Nación

Israel tiene derecho a existir como Estado. Ese derecho no solo proviene de un mandato bíblico nacido en el fondo de la historia, sino de las vicisitudes históricas de la primera mitad del siglo XX. Quienes decidieron la existencia de Israel jurídicamente hablando fueron las Naciones Unidas, concretamente la URSS y EEUU. Los judíos durante todo la primera mitad del siglo XX hicieron méritos suficientes para ganarse el derecho de disponer de una pequeñísima franja de territorio en una región donde lo que abundan son los desiertos interminables y desoladores. Conviene no olvidar que se le otorgaba al pueblo judío un hogar donde refugiarse y paliar las heridas del Holocausto. Los pueblos árabes no aceptaron esta decisión y fueron a la guerra, guerra que perdieron iniciando así un ciclo de guerras perdidas hasta la actualidad.

Es verdad que en 1947 muchos palestinos fueron expulsados de sus hogares, como también es verdad que muchos judíos fueron expulsados de sus hogares en Irak, Yemen y Siria. Israel dio refugio a sus paisanos; árabes y musulmanes en la mayoría de los casos miraron para otro lado. Hoy Egipto, Jordania, Arabia Saudita, entre otros, reconocen a Israel. Mejor dicho aprendieron a reconocerlo después de las palizas militares que recibieron. Israel no tuvo problema en devolver la península del Sinaí a los egipcios y arreglar fronteras con Jordania. Dicho sea de paso, la Franja de Gaza y Cisjordania hasta 1967 fueron territorios de Egipto y Jordania. Nadie se acordó hasta 1967 de reclamar la autonomía palestina. Tampoco el mundo se levantó indignado contra las masacres de Hussein o las del régimen sirio contra los palestinos, pues pareciera que la muerte de los palestinos es importante cuando los que matan son judíos.

Pero vayamos al conflicto actual. Hamas sabía que después de hacer lo que hicieron, Israel no iba a poner la otra mejilla. Más, se dice que Hamas alentó una respuesta bélica de Israel para romper los posibles acuerdos con Arabia Saudita y fortalecer su autoridad y prestigio político ante el pueblo palestino. Que la maniobra incluya millares de muertos y la destrucción de hogares y edificios públicos, para los dirigentes de Hamas era un problema menor y de alguna manera –una manera sórdida, siniestra– deseado. Después del pogrom de octubre el mundo apoyó o por lo menos no criticó la respuesta militar de Israel. Los jefes militares judíos se apresuraron porque sabían que a los rehenes no los iban a rescatar rápido y que el apoyo internacional iba a durar poco, es decir, que a la semana o a los 10 días los operadores de siempre más la fuerte tradición judeofóbica en Occidente iban a empezar a decir que la respuesta era “desproporcionada”. ¿Se imaginan la respuesta de Eisenhower o Churchill escuchando que los bombardeos a Hamburgo o a Dresde son desproporcionados? ¿Cuál es la noción de proporción en una guerra? Una cosa sé. Lo dijo Ben Gurion antes de que se fundara Israel: “Después de lo que nos pasó con Hitler, los judíos no podemos permitir que alguien nos mate sin pagar por ello el precio que se merece”.

Compartimos el principio de que la guerra es el mal. El problema se presenta cuando la guerra está declarada. Desde los tiempos de los sumerios hasta la fecha se sabe que en la guerra el objetivo es el exterminio del enemigo. Suena duro, pero toda guerra es dura. Por lo tanto las proporciones se miden en sintonía con estos objetivos. Esto quiere decir que la única proporción válida para Israel es la destrucción de Hamas y la recuperación de los rehenes, del mismo modo que para Hamas el objetivo proporcional es ahogar a todos los judíos en el mar. ¿O alguien acusó de desproporcionado a Estados Unidos después de Pearl Harbour? ¿O a la URSS después de la masacre perpetrada por los nazis?

Si la guerra es la continuidad de la política por otros medios, estos medios incluyen además de las armas la lucha cultural. Se dice que Hamas en esta guerra logró sus objetivos porque rompió o postergó la posibilidad de un acuerdo de Israel con Arabia Saudita y, al mismo tiempo, se supo ganar la solidaridad de la izquierda y amplias franjas de la opinión pública mundial. Asimismo se afirma que Israel cayó en la trampa de Hamas. Esta última afirmación incluye reprocharle a Israel haber respondido al ataque de Hamas. Según este ingenioso punto de vista, Israel para no pisar el palito debía quedarse con los brazos caídos, ofrecer la otra mejilla o limitarse a una protesta verbal. Lo siento mucho, pero en tiempos de guerra las cosas no funcionan así. Por lo menos para Israel lo que se debe hacer es lo que están haciendo. ¿Exterminar a todos los habitantes de la Franja de Gaza? Nada de eso. Si Israel se hubiera propuesto ese objetivo y no hubiera tenido en cuenta el tema de la población civil, en un mes liquidaba a sus enemigos. ¿Hay muertos inocentes? Siempre en la guerra los hay. La diferencia consiste en determinar si el objetivo es matar inocentes o combatientes. El objetivo de Israel es matar a los soldados de Hamas; el objetivo de Hamas es matar judíos. La muerte de un niño palestino es para Israel un resultado no querido; la muerte de un niño judío para Hamas es un resultado querido, festejado además por multitudes. No sé si está clara la diferencia.

Pero la lucha para justificar lo injustificable está abierta. A Israel se le reprocha su derecho a defenderse. Se le reprocha que disponga de recursos militares superiores a Hamas. Lo deseable para estas almas sensibles es que los judíos marchen a la muerte en rebaño y calladitos la boca. Como con los nazis; o como cuando fueron asesinados en octubre del año pasado. El judío recibe solidaridad cuando lo asesinan; pero cuando se defiende es genocida. Como se podrá apreciar, la judeofobia dispone de una inspirada astucia y un amplio repertorio.

Se dice que el gobierno de Israel es de derecha o de ultraderecha. Me parece innecesario decir que Israel, como cualquier otro país, tiene derecho a tener un gobierno de derecha o de izquierda, sin que ello incluya la amenaza de su desaparición como Estado. Recuerdo, además, que los mismos argumentos que hoy se agitan para repudiar a Israel se agitaban cuando sus gobiernos eran laboristas. Y esto es así por la sencilla razón de que más allá de Netanyahu o Golda Meier, por ejemplo, lo que al integrismo palestino le importa es aniquilar a los judios. Y para nada les importa que sean de derecha o de izquierda, porque la obsesión es el judío. Invocan una supuesta ocupación de 1967, cuando en realidad la ocupación que repudian es la de 1947. No les ha ido bien con ese empecinamiento de declarar guerras que pierden. Pero en homenaje a Nasser y a Sadat hay que decir que sus tropas no se ensañaron con la población civil judía. Pelearon soldados contra soldados. En cambio, el objetivo de Hamas fue asesinar no a soldados judíos en combate sino a mujeres, niños, ancianos, jóvenes judíos que trabajaban, dormían, bailaban, es decir, vivían, vivían cometiendo el error de ser judíos.

¿Qué pasará en el futuro? No lo sé. Y no lo sé porque no dispongo de la información de que disponen los jefes militares y políticos. Las opciones que se presentan son complejas. No sé si Israel recuperará a los rehenes, en qué condiciones sobrevivirá Hamas, quién representará a la causa Palestina, qué hará o dejará de hacer Hezbolá, qué estrategia tramará Irán, cómo resolverá Israel sus problemas políticos internos y qué impacto tendrá el conflicto de Medio Oriente en un mundo en que pareciera que en algunos lugares están empezando a sonar los tambores de la guerra.