Vivimos en un mundo donde el ajetreo y el bullicio son la norma. Detenerse a reflexionar parece un lujo que pocos pueden permitirse. Pero ¿y si te dijera que dedicar unos días cada 12, 18 meses a reflexionar pueden ser muy beneficiosos para dibujar un futuro más claro y enfocado?
Sí, lo sé, suena a charla motivacional barata y no a profesor en Harvard, donde estoy ahora. Pero pensá en esto: detenerse un par o tres días para pensar qué querés hacer, con quién lo querés hacer y cómo lo vas a hacer puede llegar a ser una buena idea.
Proponer responder estas preguntas no es precisamente revolucionario, subversivo o épico. De hecho, siendo realistas, no cambiará tu vida de la noche a la mañana, pero, pero, pero dibujará el camino.
Desarrollar este ejercicio en soledad y, preferiblemente, en un lugar distinto a tu entorno habitual de trabajo, te permite una perspectiva fresca. La herramienta para perpetrar semejante conspiración: una lapicera y muchos, muchos papeles en blanco. Y comienzas a pensar, a escribir, a dibujar ideas, proyectos, listas, deseos,… Reflexiones sobre tus objetivos personales y profesionales.
Lo interesante de este proceso es que, a veces, más importante que descubrir lo que querés hacer o con quién, es identificar lo que NO querés hacer y con quién no. Saber qué caminos evitar puede ser tan liberador y útil como definir los que deseas seguir. No siempre consigues grandes ideas, pero invariablemente sí vuelves con algo más de claridad.
Pablo Foncillas
Columnista de la sección Economía
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