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El retorno de una vieja infección

5 de septiembre de 2024 – 00:15

Durante siglos la sífilis, la enfermedad de transmisión sexual más conocida, era incurable. Con diversos tratamientos que eran ineficaces, provocaba, más temprano que tarde, la muerte de quienes la padecían. El descubrimiento de la penicilina y su aplicación a partir de 1943 a los portadores de esta infección, logrando su cura a los pocos días de iniciar su tratamiento, significaron un quiebre en la historia de la enfermedad. Los casos mortales prácticamente disminuyeron drásticamente, pero los casos se seguían multiplicando.

El VIH, que fue descubierto a principios de la década del ´80, tuvo como efecto indirecto una retracción notable de la sífilis. Es que las medidas profilácticas del SIDA, enfermedad que no tuvo tratamiento eficaz hasta fines de la década del ´90, favorecieron también a la prevención de la clásica infección.

En los últimos años, el avance en el tratamiento de los infectados por VIH provocó, al contrario de lo que había sucedido antes, que las medidas de prevención –por ejemplo el uso del preservativo- se relajaran. Y como consecuencia inevitable los casos de sífilis volvieran a incrementarse.

El Ministerio de Salud de la Nación acaba de publicar en su boletín epidemiológico que los casos de esta enfermedad llegaron a su pico histórico durante 2023 y la tendencia parece manifestarse también en 2024. De hecho, se trata de la infección de transmisión sexual (ITS) que más cantidad de casos en aumento reporta.

Las estadísticas difundidas indican que durante el periodo 2018-2023, en Argentina se notificaron al sistema nacional de vigilancia un total de 129.620 casos de sífilis en la población general. El año pasado fue el récord: 32.293 casos, a razón de 88 por día. Casi treinta años antes, en 1994, cuando las medidas preventivas adoptadas eran mucho más frecuentes, se registraron menos de 3.000 casos.

Las cifras difundidas por el Ministerio de Salud de la Nación, si bien impactantes, son seguramente menores a las reales, porque no todos los casos están diagnosticados. El diagnóstico se realiza a través de un análisis de sangre. A partir de haber sido detectado se debe iniciar el tratamiento con antibióticos, cuya duración y dosis varían según la gravedad del caso, y deben realizarlo tanto la persona que tiene la enfermedad como sus parejas sexuales.

Si bien el tratamiento es sencillo, si no se hace a tiempo la infección puede progresar y afectar al corazón o al sistema nervioso. Y, por supuesto, mientras dure la infección la persona enferma debe abstenerse de mantener relaciones sexuales, pues la tasa de contagio es muy alta.

La información relevada por las autoridades de Salud es clave para un diagnóstico real de la situación, e insumo también fundamental para retomar con énfasis las campañas de prevención que fueron exitosas en otros momentos y que luego se discontinuaron por la baja persistente de casos.


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