Este martes se conmemora el Dia Internacional para la prevención del suicidio. Es una buena excusa para incidir sobre seis falsas afirmaciones sobre el suicidio que no se corresponden con la realidad y que, pretendiendo ayudar, pueden acabar siendo contraproducentes. El suicidio no deja de ser, año a año, una problemática creciente, como confirman los datos y como saben muy bien quienes pierden a un ser querido. Las entidades, además, alertan de que existen más casos que no figuran en las estadísticas porque las familias prefieren la discreción.
Primera falsedad: las noticias sobre el tema generan suicidios
Durante años, los medios de comunicación y la sociedad en general han optado por el silencio al respecto de un fenómeno real, creciente y doloroso. Entidades como Obertament, en Cataluña, llevan años editando guías en las que se propone hablar al respecto, pero con respeto, tacto y sin sensacionalismo, sin datos concretos de cómo se ha llevado a cabo ni falsos romanticismos sobre la cuestión. Por tanto, hablar sí, pero con un determinado sentido: poner voz a quien ha sobrevivido a un intento de suicidio y ha recuperado el sentido de su vida, publicar noticias en positivo, o sobre las insuficiencias del sistema sanitario y social, entre otras propuestas de Obertament en su guía sobre el tema. Junto a ello, siempre, referencias a las vías para obtener ayuda. Existe el teléfono 024 (Ministerio de Sanidad).
Segundo error: quien habla de suicidarse no lo acaba haciendo
Cuando alguien nos dice que quiere acabar con su vida, sin duda nos está planteando una situación a tener muy en cuenta porque «lo está contemplando de verdad, y en ese punto, cuanto antes se intervenga, mejor», indica Villar. «Es cierto -añade- que la persona que es capaz de hablar sobre ello tiene más posibilidades de no acabar suicidándose, se está dejando ayudar, conserva cierta duda en su decisión, una duda que ha transmitido al otro.
«Si alguien nos dice que quiere acabar con su vida, lo está contemplando de verdad; cuanto antes se intervenga, mejor»
Francisco Villar
— Psicólogo
Entender esa comunicación como un criterio de menor riesgo es un funesto error. Esa comunicación únicamente se puede entender como una ventana de oportunidad para influir en esa errónea decisión, pero las oportunidades hay que aprovecharlas, especialmente estas, porque tal vez podríamos no volver a tenerlas».
Tercera equivocación: hablar con un familiar puede animarlo a suicidarse
Es todo lo contrario. «Hablar puede ser positivo si se hace en un entorno de calma y se da tiempo para que la persona pueda expresarse con traquilidad», explican en Obertament. Villar es muy contundente sobre las consecuencias de no hablar: «Por liberador que pueda parecer para la sociedad, tiene un precio alto para la persona en crisis suicida, el precio es la soledad de alguien que no ha elegido voluntariamente pensar en la muerte. Por un lado, la soledad de quien sufre y se muestra desesperanzado y, por otro, el sentimiento de culpa por no haber tendido la mano a quien sufre, al que no ve otra salida que quitarse la vida. No ver perturbada nuestra paz con las tribulaciones de los demás no es un deseo de la sociedad, ni siquiera en el contexto del individualismo imperante».
Cuarta falsedad: quien lo tiene decidido lo hará sí o sí
Como bien sabe por experiencia el doctor Villar, «la viabilidad posterior de la vida de las personas que han sobrevivido a un intento de suicidio «letal» demuestra lo equivocado de la decisión que tomaron al optar por suicidarse». Por eso este especialista nos recuerda que ninguna decisión en la vida es inamovible. Siempre existe la ambivalencia. «Sería más cómodo pensar que si alguien está determinado a morir no podemos hacer nada para que contemple otras alternativas menos definitivas. Si nada podemos hacer, ¿para qué intentarlo? La realidad es profundamente diferente, el proceso decisional que sustenta la decisión de morir es similar a cualquiera de las miles de decisiones ante las que nos hallamos en la vida».
Quinto error: es un acto impulsivo
No lo es, la mayor parte de suicidios llegan tras un largo período de reflexión, según los expertos. De ahí que exista margen para la prevención. Margen y necesidad de atender a los indicios. Demasiadas veces esta reflexión previa se lleva a cabo en soledad. No hay impulsividad. Se consuma el suicidio. La explosión no la provoca la chispa -en una metáfora de Villar- sino la acumulación de gas en la habitación. Después llega la chispa.
Por desgracia, en palabras de Villar, «muchos suicidios son la primera comunicación que el entorno es capaz de escuchar de lo que, por lo general, hace mucho tiempo que la persona quiere transmitir». Solo los familiares y amigos íntimos de quien consuma una muerte por suicidio saben la profundidad del dolor ante lo irreversible.
Sexto frase inexacta: tiene que ver con un trastorno mental
Como bien detalla la doctora Anna Huguet, de Sant Joan de Déu en Lleida, «quererse morir indica un gran malestar y sufrimiento emocional pero no necesariamente un trastorno mental. No todas las personas con trastorno mental intentan suicidarse ni todas las personas que se quitan la vida tienen una enfermedad mental. El dolor intenso conduce a pensar que la única solución posible es la muerte».Es probable que etiquetar a todas las personas que mueren por suicidio como ciudadanos con un trastorno alivie a la sociedad y evite un debate incómodo sobre las causas de esta decisión. Pero esta etiqueta es inexacta, como tantas otras afirmaciones sobre este fenómeno.