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Por qué prospera un país

El Nobel de economía ha ido este año para Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, por mostrar la influencia que las instituciones sociales tienen sobre la prosperidad de los estados. El hecho es que el 20% de los países más ricos son unas 30 veces más prósperos que el 20% más pobre, y esta brecha persiste con el tiempo. Y los premiados aportan evidencias de que esta disparidad hunde sus raíces en instituciones históricas más que en factores culturales o meras diferencias geográficas.

Estos investigadores usaron como modelo los procesos de conquista y colonización, y vieron que, donde los colonos europeos introdujeron o mantuvieron instituciones que incluían derechos económicos y políticos, estas regiones fueron prósperas a largo plazo. Por el contrario, las instituciones explotadoras y extractivas perpetuaron la pobreza y debilitaron el Estado de derecho. La prevalencia de enfermedades mortales en algunas colonias, como las cercanas al ecuador, también se correlacionó con el estable cimiento de sistemas extractivos. En áreas con alta mortalidad de colonos, a menudo se implementaban instituciones extractivas, enfocadas en la extracción de recursos y la explotación de la mano de obra local. Al contrario, las regiones con condiciones favorables para los colonos europeos y baja densidad de población nativa vieron el desarrollo de instituciones inclusivas, que promovían la libertad económica y los derechos políticos de los colonos, con lo que se sentaron las bases para un crecimiento a largo plazo.

Los galardonados también abordan la dificultad de reformar las instituciones extractivas, incluso cuando sus beneficios a largo plazo son evidentes. Las sociedades pueden quedar atrapadas en un ciclo en el que las élites resisten los cambios que debilitarían sus ventajas económicas. El modelo que proponen explica que los conflictos sobre los recursos, la amenaza de movilización masiva y los problemas de compromiso entre las élites y la población en general son barreras clave para el cambio institucional. Sin embargo, cuando los regímenes no democráticos enfrentan amenazas reales de movilización masiva pacífica, las élites pueden verse obligadas a ceder el poder y adoptar reformas democráticas.

El trabajo de estos investigadores ha influido profundamente en la ciencia económica y política, arrojando luz sobre la importancia de las instituciones en el desarrollo. Sus hallazgos resaltan que apoyar la democracia y mantener instituciones que representen e incluyan a toda la ciudadanía es crucial para fomentar el crecimiento económico sostenido y reducir la pobreza.

Pero la democracia no es fácil y no es algo dado. Como recuerda el propio Daron Acemoglu en una entrevista reciente, no se puede instaurar la democracia desde arriba. Es un proceso muy difícil. De hecho, es un problema actual en el mundo industrializado, donde muchos piensan que la democracia está segura y protegida, y nunca estaría bajo amenaza. Sin embargo, existen amenazas. El apoyo a la democracia está en su punto más bajo de la historia en todo Occidente. Para que la democracia funcione, hace falta una ciudadanía democrática. Además, democracia es comunicación y consenso. Se trata de aceptar la derrota, de hacer compromisos, de hablar y entender al otro.

El control de las instituciones es crucial para la democracia y, por lo tanto, definitivo para prevenir que las instituciones se conviertan en extractivas y estén al servicio de las élites. Los sistemas de contrapesos, la libertad de prensa, y una sociedad civil activa son fundamentales para asegurar que las instituciones actúen según los principios democráticos. Solo así se darán las condiciones para una prosperidad compartida y una estabilidad social duradera.

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