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Jujuy de las mujeres y disidencias: la vida colectiva pese a todo

Por Mariángeles Guerrero

La experiencia del Encuentro es siempre reveladora. Para quien concurre por primera vez, es descubrir una ciudad habitada por mujeres, travas, lesbianas, no binaries. Ese habitar colectivo es una forma de libertad: caminamos juntas, juntes, nos ayudamos entre anónimas a encontrar algún taller en el mapa, nos volvemos compañeras con solo cruzar la mirada. Dormimos en escuelas, en dormitorios improvisados en las aulas, compartimos lo que haya a la hora de comer. Que eso ocurra en un país aparentemente condenado al neoliberalismo, que pase mientras el pueblo mira, la ñata contra el vidrio, la diversión sádica de los poderosos, es nuestra respuesta: estamos de pie. 

Sí, Jujuy fue un acto político. Nuestro acto político de tres días. Desde el primer momento hubo una certeza compartida: “A esa derecha que nos quiere callar y quitar la voz, les decimos ‘acá estamos’”. Pudimos gritar nuestras demandas, pero sobre todo, reunirnos para organizar nuestra supervivencia. Compartimos lo que estamos haciendo en cada una de nuestras provincias para motivarnos, alentarnos, para sabernos juntas.

Foto: Susi Maresca
El movimiento de mujeres es diverso, popular. No todas votamos lo mismo, no estamos afiliadas a un mismo partido político, no leemos la coyuntura con lentes homogéneos. Pero el encuentro muestra algunos puntos de contacto: nuestra libertad no empieza donde termina la de la otra, sino que termina donde termina la de la otra. Y la indiferencia ante el dolor ajeno es otro mandato que estamos dispuestas a desobedecer.

Por eso hubo un consenso que se manifestó en cada actividad que hubo, en esos tres días: expresarse en contra de las políticas de ajuste y de hambre del desgobierno de Javier Milei.

Ya desde el inicio, bajo un sol que entibiaba las piedras a más de dos mil metros de altura, Miriam Morales, de la Comisión Organizadora anticipaba: “Hoy desmantelan aquellas instituciones que estaban para defendernos y atacan nuestros derechos. Entonces el Encuentro es un espacio muy importante donde la participación es horizontal, donde no hay paneles de expertas y otras que vienen a escuchar. Por eso invitamos a toda la población, a todas las mujeres, a todas las disidencias, a que puedan participar en los talleres. Porque los talleres son la voz de todas y todes. Es el protagonismo de todas”.

En el Encuentro hubo marchas, dolores compartidos, pero también abrazos, puños en alto y sonrisas cómplices que nos permitimos, quizás por primera vez después de algunos meses. También bailamos, en la noche andina, al ritmo de sikus y charangos.

La forma solidaria de habitar lo público, compartiendo y —subrayo— disfrutando cuando el poder político y económico nos obliga a la tristeza, es una simiente de lo que los feminismos son capaces de hacer. 

Foto: Susi Maresca
Sobre ese “qué hacer”, Marlene Wayar, activista y escritora travesti presente en Jujuy, dio una pista: “En este contexto hay que resistir y pensar de modo creativo qué forma podemos tener de representación activa en el ejercicio democrático, porque nuestros representantes en el Congreso de la Nación nos traicionan. Tenemos que pensar cómo el pueblo puede llegar a controlar a la Cámara de Diputados y al Senado para que cuando decimos que una ley no se veta, no se vete”.

Las deudas El acceso al derecho al aborto y a la educación sexual integral, la reivindicación de las políticas de memoria, verdad y justicia, el reclamo del retorno de las políticas de género, la denuncia por la prisión de Milagro Sala y el repudio al genocidio palestino fueron algunas de las demandas que marcaron este encuentro.

Jujuy está en emergencia por violencia de género desde 2020. Ese año sucedieron cuatro femicidios: los de Iara Rueda, Cesia Nicole Reinaga, Gabriela Cruz y Roxana Mazala. Estos hechos movilizaron a las y los jujeños en plena pandemia. Las familias, y quienes las acompañaron, lograron arrancarle a la Legislatura una ley de emergencia por tres años. 

Pero entre 2021 y 2022, hubo diez femicidios más. En 2023, ocurrieron otros cinco. La incidencia en la provincia de estos crímenes es de 1,24 femicidios cada 100.000 habitantes: está entre las nueve jurisdicciones a nivel nacional que presentan el índice de incidencia más elevado (según el Observatorio de la Corte Suprema).

Una de las voces más resonantes del Encuentro fue la de Mónica Cunchila, madre de Iara Rueda. Cunchila denunció la inacción del Estado provincial en relación a los femicidios. Y, en particular, en cuanto a la desaparición de su hija: “Yo denuncié la misma noche que mi hija desapareció para que la busquen, pero nos dejaron solos. Los únicos que buscamos a Iara fuimos la familia y el pueblo jujeño”. También reclamó “una ley que quede firme en la provincia” y que se pelee por la emergencia a nivel nacional “para que no nos sigan matando”.

Mientras se realizaba el Encuentro, Natividad Cañizares fue víctima de femicidio en el barrio Santa Rita de la capital jujeña. El acusado por el hecho es su ex pareja. “El reclamo por Ni Una Menos es urgente. Pese a que el gobierno lo niegue, las mujeres y disidencias seguimos siendo asesinadas por la violencia machista. Por lo tanto, en este contexto, el Encuentro tiene que servir para organizarnos”, manifestó Andrea Batalla, de la Comisión Organizadora.

En un país sin políticas de género a nivel nacional, con un gobierno que incumple las leyes y la Constitución en la materia, el Encuentro también fue escenario de la Marcha contra los travesticidios, transfemicidios, transhomicidios y lesbicidios. En las calles resonó una pregunta que aún espera respuesta: ¿Dónde está Tehuel? Además, se pidió justicia por los lesbicidios de Andrea Amarante, Roxana Castro y Pamela Cobbas, ocurridos en mayo en la ciudad de Buenos Aires.

Foto: Susi Maresca
No hubo una sola medida en favor de las mujeres y disidencias durante este gobierno. Tampoco la hubo para los pueblos indígenas. La decisión más reciente fue eliminar el Registro Nacional de Comunidades Indígenas (Renaci), lo que perjudica su acceso a derechos constitucionales de las comunidades originarias, como el derecho a la tierra. Por otro lado, el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) es un proyecto extractivista que afecta decisivamente los territorios que habitan.

La elección de Jujuy como sede para el 37° Encuentro se fundamentó en la represión a la manifestación popular contra la reforma de la Constitución provincial, que en 2023 impulsó el gobierno de Gerardo Morales y que implicó la institucionalización del saqueo de los bienes comunes. “En Jujuy se implementó un modelo de laboratorio de lo que hoy vivimos en el país”, advirtieron las organizadoras en el acto de apertura.

Aunque Morales ya no esté en el poder institucional —hoy gobierna Carlos Sadir— la política provincial sigue agitando su brazo racista y extractivista. Esta semana, la policía desalojó a cinco familias kollas de su territorio, en una zona cercana a la capital y codiciada por las empresas inmobiliarias.

Eva Díaz, de la Comunidad Agua de Castilla Ayllus Abralaite de la Laguna de Guayatayoc (Jujuy) reflexionó sobre el encuentro. En 2023, participó del Tercer Malón de la Paz que caminó desde Jujuy a Buenos Aires para denunciar el extractivismo, la megaminería de litio y la reforma inconsulta de la Constitución jujeña. Actualmente, integra el Parlamento de Pueblos y Naciones Indígenas. 

“Nos encontramos en un proceso de lucha histórica que va a seguir por muchos años más. Pretendemos transmitir a las nuevas generaciones el cuidado del territorio, la vida y el agua”, afirma. Para ella, el encuentro fue “una experiencia muy positiva de aprendizaje, tanto para nosotras como mujeres indígenas como también para las hermanas feministas”, manifestó.

La defensa de los territorios, de la mano de mujeres indígenas y campesinas, fue un eje del encuentro. No basta sólo con frenar a las topadoras que derrumban casas y bosques: también hay que producir para cuidar la vida en el campo. Es lo que vienen haciendo las familias campesinas en todo el país, acosadas —en cada lugar— por el agronegocio, los monocultivos o la megaminería.

Al respecto, Carolina Llorens, del Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra convocó —en uno de los talleres— a “campesinizar la lucha feminista” y propuso que el año que viene haya un taller específico sobre soberanía alimentaria. En un contexto de hambre como el que se vive en Argentina, resulta crucial el compromiso con quienes cultivan alimentos sanos y preservan la tierra y el agua para las generaciones futuras.

En el Encuentro estuvo también el Comité por la Liberación de Milagro Sala, presa política desde hace nueve años. “Milagro está soportando violencia política. Estamos presentes en el Encuentro para testimoniar, seguir pidiendo por su libertad y expresarnos en contra de este gobierno violento, autoritario, represor y genocida”, explicó Esther Sosa, integrante de ese espacio. 

Actualmente, Sala cumple prisión domiciliaria en La Plata. Debido a una trombosis, tiene dificultades para caminar y utiliza una silla de ruedas. En agosto se cumplieron los dos tercios de la condena, pero aún no fue liberada. “Ella está sufriendo violencia política. Es mujer, es negra, es kolla, es pobre. Y, así como lo sufrió Cristina (Kirchner), lo sufren muchas compañeras: cuando accedemos al poder y logramos cambiar las cosas, la violencia se manifiesta en todas sus formas”, agrega Sosa.

La lucha por la educación pública también fue parte del Encuentro. La Universidad Nacional de Jujuy fue tomada como respuesta al veto de la Ley de Financiamiento Universitario. En el contexto de la medida, estudiantes y docentes resolvieron por asamblea participar del Encuentro. Desde la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, la docente e integrante de la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Jujuy, Violeta Fisteus, explicitó: “Quienes participamos en gremios y sindicatos también participamos en la Comisión Organizadora del Encuentro y por eso decidimos plegarnos a las actividades”.

Durante la tarde del segundo día, estudiantes desarrollaron una asamblea para definir acciones en relación a la continuidad de la lucha. Entre las decisiones votadas, resolvieron generar espacios de género en todas las tomas de la universidad, nombrar como personas no gratas a lxs diputadxs que votaron contra el veto y una acción de protesta en la sede del Rectorado.

Bianca Flores, de la Asamblea de Estudiantes de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, comentó la importancia que tuvo el Encuentro Plurinacional en este contexto: “Estamos unificando luchas, conociendo realidades de compañeras de todo el país y escuchando cómo ven ellas nuestro plano”.

En reclamo de la implementación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, hubo un pañuelazo. Y, como apuesta para seguir reforzando la educación sexual integral, la Red de Docentes por el Derecho al Aborto eligió el Encuentro para presentar su primer libro, “Entretejidos desde la ESI para la garantía de derechos”, que se puede descargar desde su sitio web.

Foto: Susi Maresca
Seguir andando El próximo encuentro será en la ciudad de Corrientes. “Somos un territorio fronterizo, con exposición constante y cotidiana al tráfico de personas, especialmente mujeres y niñes, en una espiral de violencia y complicidad del poder político explícito”, argumentaron quienes la propusieron como sede. La última vez que se realizó en esa provincia fue en 1994. En esta oportunidad, también se habían postulado Buenos Aires y Córdoba.

Las postulantes correntinas denunciaron: “En Corrientes hay un conservadurismo anclado en el poder que no permite que se cumpla la ley de Identidad de Género, ni de Promoción del acceso al empleo formal de personas trans. Es creciente la persecución a la educación sexual integral, la ley de Emergencia pública por violencia de género está sin financiamiento, es una provincia declarada ‘provida’ y vivimos un vaciamiento absoluto en torno a la interrupción voluntaria y legal del embarazo”. 

Jujuy fue un abrazo, ese abrazo que nos sostiene. Fue la expresión de que, aunque intenten desmoralizarnos, continuamos organizadas, dispuestas a viajar kilómetros para compartir nuestras experiencias, con nuestras pecheras y pañuelos puestos para gritar bien fuerte nuestros cantitos militantes. Sentirnos cerca en una marcha multitudinaria nos recordó que no estamos solas. Y que estamos vivas. Aferradas a la vida, pese a todo.