Un nuevo avance en la tecnología de la medicina, una nueva forma de controlar las neuronas a través de cables. Comparable en importancia al descubrimiento de la penicilina, promete revolucionar nuestra comprensión y tratamiento del cerebro y el sistema nervioso.

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La ciencia detrás del polvo neural

El polvo neural consiste en diminutos sensores inalámbricos, del tamaño de un grano de arena, desarrollados por ingenieros de la Universidad de California, Berkeley. Estos controles, que pueden implantarse en músculos, nervios y cerebro, utilizan cristales piezoeléctricos para convertir vibraciones ultrasónicas en electricidad.

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Mientras avanzamos hacia esta nueva frontera de la medicina bioelectrónica, es fundamental equilibrar el potencial terapéutico con la seguridad y la ética.

A diferencia de las ondas de radio, el ultrasonido puede penetrar más profundamente en el tejido corporal sin causar daños. La innovación permite monitorear continuamente las señales neuronales, abriendo nuevas posibilidades tanto en neurociencia básica como en terapias médicas.

Los sensores pueden detectar actividad eléctrica y estimular nervios sin necesidad de cables ni baterías, lo que representa un avance significativo en el tratamiento de condiciones como epilepsia, dolor crónico y trastornos del estado de ánimo.

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Desafío en la medicina

Esta tecnología está dando lugar a los «electrocéuticos», dispositivos capaces de regular el sistema nervioso para tratamientos específicos. Empresas farmacéuticas como Astellas están invirtiendo al desarrollo de esta tecnología, como Iota Biosciences, reconociendo su potencial para revolucionar los tratamientos médicos tradicionales.

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La colaboración entre ingenieros, médicos, eticistas y legisladores será crucial para garantizar un desarrollo responsable de esta tecnología.

Sin embargo, el desarrollo de esta tecnología también plantea importantes consideraciones éticas. La capacidad de controlar las funciones cerebrales genera preocupaciones sobre privacidad, consentimiento y posible mal uso. Además, los efectos a largo plazo de implantar dispositivos en el sistema nervioso aún no se han establecido completamente.