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Los hutíes contaron con información satelital especial de Rusia para atacar buques en el Mar Rojo

La estrecha colaboración de Rusia con Irán representa un cambio en su política, ya que Moscú parece dispuesto a distanciarse de su alianza tradicional con Israel.

Hoy 12:46

Rusia ha escalado su estrategia de desestabilización en Medio Oriente al brindar datos de satélites rusos a los rebeldes hutíes en Yemen para atacar embarcaciones en el Mar Rojo, una arteria crucial para el comercio mundial, informó The Wall Street Journal. Desde noviembre de 2023, los Houthi, respaldados por el régimen teocrático de Irán, lanzaron una serie de ataques en represalia por la invasión terrestre de Gaza por parte de Israel. Inicialmente dirigidos contra barcos relacionados con Israel, estos ataques han alcanzado un total de más de cien embarcaciones, causando el hundimiento de dos y el secuestro de otra.

La información satelital, transmitida a través de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, les ha permitido a los hutíes expandir sus operaciones con precisión sin precedentes, afectando seriamente el flujo de embarcaciones comerciales y petroleras en la región. La estrecha colaboración de Rusia con Irán representa un cambio en su política, ya que Moscú parece dispuesto a distanciarse de su alianza tradicional con Israel.

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Para Putin, cualquier conflicto regional desestabilizador contribuye a distraer la atención de Estados Unidos de la guerra en Ucrania y obliga a Washington a desviar recursos hacia la protección de las rutas de comercio en Medio Oriente.

Los Estados Unidos, ante el aumento de los ataques en el estrecho de Bab al-Mandeb -vía de paso del 10% del crudo mundial-, ha invertido más de mil millones de dólares en municiones y en la creación de una coalición naval multinacional para escoltar barcos en la región.

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En el laberinto de intereses cruzados que es el Mar Rojo, los ataques de los hutíes han transformado la ruta de comercio en una zona de riesgo máximo. Mientras cargueros y petroleros buscan alternativas, la tensión ha obligado a las naciones occidentales a reestructurar su presencia naval y a los Estados Unidos a formar una coalición multinacional para proteger uno de los puntos estratégicos más sensibles del comercio mundial.

La cifra de ataques no deja de crecer: más de un centenar de naves han sido alcanzadas por drones y misiles en el último año, mientras que las rutas hacia el estrecho de Bab al-Mandeb, punto crítico entre el Mar Rojo y el Océano Índico, ven disminuir el tráfico en un 77% desde octubre de 2023, según datos de Windward, empresa de inteligencia marítima.

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El Kremlin, que hasta hace pocos años mantenía una relación de colaboración cautelosa con Israel, parece estar adoptando un enfoque distinto, estrechando lazos con Irán y dando apoyo logístico a sus milicias aliadas, incluidas Hamas, Hezbollah y los propios hutíes. Según fuentes consultadas por The Wall Street Journal, el régimen de Putin habría canalizado información satelital a los hutíesmediante oficiales iraníes de la Guardia Revolucionaria, destacando el esfuerzo ruso de utilizar conflictos en otras regiones para debilitar la influencia de Estados Unidos.

Con los recursos militares de Washington divididos entre el conflicto ucraniano y el aumento de tensiones en Asia, el Kremlin obtiene un margen de acción para afianzar sus redes de alianzas y su influencia en zonas estratégicas.

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Un punto que ha alarmado particularmente a Washington es la posibilidad de que Rusia intensifique su ayuda con misiles antibuque y sistemas de defensa aérea que podrían poner en peligro directo a las fuerzas estadounidenses desplegadas en la región. Hasta ahora, no se han encontrado pruebas de que Rusia haya enviado este tipo de armamento a los hutíes. Sin embargo, en un caso separado, Viktor Bout, el notorio traficante de armas recientemente liberado en un intercambio de prisioneros, ha sido vinculado a intentos de negociación para vender armas automáticas a los rebeldes yemeníes.

Desde el comienzo de los ataques, los hutíes han adoptado tácticas cada vez más sofisticadas: ante el riesgo de ser rastreadas, las embarcaciones han optado por apagar sus sistemas de señalización, lo que las deja “invisibles” al monitoreo marítimo convencional. La única forma de seguimiento fiable es a través de imágenes satelitales de alta calidad, un recurso que no todos los servicios de inteligencia o de seguridad privada poseen en tiempo real. Esto ha generado un juego de sombras en el que las embarcaciones en la región navegan bajo sigilo, volviendo aún más difícil el ya de por sí riesgoso tránsito en esta región plagada de amenazas.

Los costos económicos de estas tácticas rusas también empiezan a notarse. Los petroleros y cargueros que evitan el Mar Rojo desvían sus rutas hacia el Cabo de Buena Esperanza, un trayecto más extenso y costoso. En su intento de proteger estas aguas, Estados Unidos ha desplegado bombarderos B-2 Spirit y ha destinado sumas astronómicas para interceptar drones y misiles, revelando la presión que recae sobre sus alianzas comerciales y políticas en un momento en que el compromiso estadounidense con Ucrania se enfrenta a la competencia de crisis en múltiples frentes.