Por Juan Carlos Tuyaré.
Muchas veces nuestros celos por Cristo nos pueden llevar a cometer errores espirituales. Cuando hablamos de celos nos referimos a una de las muestras que evidencian nuestra niñez espiritual. El consejo bíblico nos habla acerca de la necesidad de no darle lugar a ese tipo de actitudes en nuestros corazones.
MALAS DECISIONES
En cierta ocasión Juan, uno de los discípulos de Jesús, le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohíban; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es con nosotros, por nosotros es».
En relación a esta situación podemos aprender que no es tarea nuestra descartar seguidores, debido a que nuestro conocimiento es finito y seguramente nos podemos equivocar en la visión que podamos tener respecto de determinados contextos.
Tenemos la señal que nos indica que a las personas las podemos reconocer por sus frutos; pero eso requiere de un tiempo de observación. Ahora bien, Jesús eligió a sus discípulos y cuando lo hizo seguramente priorizó el tipo de corazón que tenían. No quedan dudas entonces que, salvo Judas, el resto de los apóstoles tenían un corazón recto, sin embargo eso no impidió que en varias ocasiones se equivocaran en lo que decían, o hacían.
ACTUARON COMO SABÍAN
En aquella ocasión ellos actuaron como entendían que tenían que haber actuado, porque todavía no se les había enseñado lo contrario. El discípulo de Cristo es así, cuando es nuevo dice o hace cosas que no debe, pero cuando va aprendiendo se va corrigiendo. Es un proceso que lleva tiempo, a algunos les cuesta más y a otros menos.
Un claro ejemplo de esta realidad es el capítulo 15 de Hechos de los Apóstoles, contexto en el que Jesús ya había muerto y resucitado, y los apóstoles habían estado tres años aprendiendo de Él; sin embargo, no habían aprendido que la Ley de Moisés había caducado y que ahora estaban en el período de tiempo de la Gracia.
Tuvo que venir Pablo, convertido tiempo después que ellos, a discutir sobre el tema; y con la ayuda del Espíritu Santo logró que las autoridades de la iglesia naciente le dieran libertad para que siga predicando a Cristo entre los gentiles (los no judíos) sin apelar a la Ley de Moisés, pero ellos la siguieron aplicando con los cristianos judíos.
NO DESECHAR SEGUIDORES
La parábola que plantea este tipo de situaciones; es decir, la de desechar seguidores, es la de la cizaña y el trigo, por medio de la cual Jesús advierte que ningún ser humano está en condiciones de separar al bueno del malo, ya que esa tarea solo le corresponde a Dios.
Como cristianos somos convocados a contender por la fe, pero de ninguna manera a desechar a quienes creemos que se equivocan. Equivocarse no significa ser malo. La equivocación, en la mayoría de los casos, es un problema de falta de discernimiento espiritual sobre determinadas situaciones.
Definitivamente, no estamos para desechar a nadie. Dios nos ayude a evitarlo.