El 10 de enero de 2007, la joven de 21 años fue asesinada en el PH de Florida que compartía con su mejor amiga, quien fue desvinculada del expediente en 2013. Tras una investigación deficiente, la causa concluyó sin culpables.
El expediente por el asesinato de Solange Grabenheimer se abrió por última vez el 26 de febrero de 2013, hace más de diez años. Ese día, el Tribunal de Casación Penal bonaerense confirmó la absolución de Lucila Frend. Dos años atrás, en primera instancia, el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de San Isidro había llegado a la misma conclusión.
La familia de la víctima, convencida de la culpabilidad de la mejor amiga de la víctima, decidió no avanzar sobre otras hipótesis y el fiscal no empujó la investigación.
Según la autopsia, la joven murió como consecuencia de un paro cardiorespiratorio traumático debido a ingreso de sangre en vía respiratoria y consecuente shock hipovolémico por las graves heridas recibidas en cuello del tipo punzo cortantes infligidas con un arma blanca.
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El crimen de Solange Grabenheimer y los enigmas que quedarán para siempre
En el juicio hubo diversas posturas sobre la mecánica de muerte. Hubo tantas interpretaciones como forenses que, incluso, no descartaron la presencia de dos asesinos.
Los jueces determinaron, entonces, que no “se puede ser concluyente respecto de la secuencia de hecho en cuanto a las lesiones se trata y la posición relativa del agresor y por ende ser concluyente sobre su mano hábil”. La acusación intentó demostrar durante todo el debate que el o la homicida era zurda.
La puerta de entrada estaba cerrada con llave, pero la del balcón -que conecta a una obra vecina- estaba abierta. La posibilidad que abrió ese dato jugó en favor de Lucila. Para colmo, los magistrados le apuntaron al fiscal por una pista no estudiada: al día siguiente se encontraron “pisadas unidireccionales en el techo que conecta el balcón de la habitación de la víctima con la obra vecina”.
Pero sobre todos los indicios, a 16 años, aún continúa siendo un enigma el horario de muerte: un detalle fundamental que dejaba afuera del cuadro a Lucila o, por el contrario, podría haberla condenado.
El crimen de Solange Grabenheimer: las flaquezas de la investigación
El origen de la confusión tiene nombre: Eugenio Aranda. El primer médico forense que llegó a la escena, la máxima autoridad para opinar sobre la data de muerte, tuvo varias dificultades para explicar si la rigidez del cuerpo era “irreductible” o “y reductible”.
“Aranda no es coherente”, lo criticaron los responsables del tribunal, que notaron en su testimonio “explicaciones fútiles y engañosas sobre lo que aparecen como contradicciones evidentes”. Parece evidente el parecer de los magistrados sobre este punto: “Tal vez nunca se imaginó cuando fue al lugar del hecho la relevancia que su precisión respecto de la observación del cadáver en este punto podría tener luego en la investigación de este caso”.
Fue Patricia Lamblot, madre de Solange, quien brindó la mejor descripción del cuerpo: “Le levanté la pierna. Me costó, estaba dura. Se levantó entera, no se flexionó la rodilla. Cuando llegué, estaba boca abajo. La pierna se levantó toda entera, no estaba floja, quedó extendida. Apenas la pude mover un milímetro, quise tocarla. No hice el movimiento de levantarla. Mi hija estaba dura y fría en el piso”.
“Si logró moverla aunque sea ‘apenas’, al menos un milímetro sin hacer el movimiento de levantarla -o sea, fuerza-, la rigidez solo sería en todo completa, pero no necesariamente irreductible”, destacaron los jueces, que no contaron con los elementos para arribar a una conclusión.
El crimen de Solange Grabenheimer: la víctima no se defendió
“Es mi convicción que los elementos de juicio colectados durante esta investigación a cargo del Ministerio Público Fiscal resultan a todas luces inadecuados e insuficientes para sostener la acusación que se ha pretendido”, sentenció el juez Lino Mirabelli, una apreciación que fue acompañada por Oscar Zapata y Hernán San Martín, sus colegas en el estrado.
En medio de tanta incertidumbre, una certeza: la víctima del homicidio no se defendió. No tuvo tiempo. Una uña partida, el único indicio de que habría intentado despegar el lazo que le aprisionaba el cuello, si es que lo hubo. El homicida, además, dejó la impronta de sus dedos manchados con sangre en los muslos de Solange. No pudieron cotejarlos: la huella no estaba completa.
Tampoco quedaron dudas de que, ese 10 de enero, Lucila dejó el PH de la calle Güemes cerca de las 7.30 y regresó cerca de las 23, junto a la prima y el novio de Solange. Cuando abrió la puerta, el despertador sonaba. En el entrepiso, encontrarían el cuerpo junto a su cama.
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Las hipótesis del homicidio de Solange Grabenheimer que descartó el fiscal y que los jueces creen que no fueron debidamente investigadas
El día anterior al crimen, Solange tuvo un duro cruce, que llegó a la violencia física, con una mucama que trabajaba en la casa de los padres de su novio. Según los jueces del máximo tribunal, Víctor Violini y Daniel Carral, que revisaron el fallo absolutorio, Guevara no tomó en cuenta la animosidad que mostró la mujer hacia la víctima y no exploró en profundidad esa posibilidad.El fiscal sostuvo que los obreros que trabajaban en la obra lindante y que tenían acceso al PH por la habitación de la víctima, fueron convenientemente investigados y los dejó fuera de las sospechas. Sin embargo, los jueces destacaron las contradicciones y el comportamiento errático de uno de ellos el día del crimen.Un compañero de teatro con el que la joven asesinada tuvo una relación y que no concurrió al velatorio porque “se asustó mucho”.El juego de llaves de la víctima. Nunca se incautó ni fue entregado a sus familiares. Los jueces se preguntaron si el homicida ingresó por el balcón abierto y salió por la puerta con las llaves de Solange.