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Los tesoros desconocidos del Palacio de Viana

La belleza de las casas solariegas del Palacio de Viana y la hermosura coqueta pero salvaje de sus patios y jardines son tan evidentes como para restar protagonismo a las estancias que con tanto esmero decoraron el segundo marqués de Viana, José Saavedra y Salamanca, y su mujer, Sofía de Lancaster y Bleck, para demostrar su poderío ante el rey Alfonso XIII, visitante asiduo, con quien compartían amistad.

Los interiores del edificio, convertido en museo, albergan hasta 7.300 obras inventariadas entre porcelanas, mobiliario de diferentes épocas, arcabuces, bandejas, vajillas, tapices y una colección de pinturas por obra de Pantoja de la Cruz, Bartolomé González, Miguel Jacinto Meléndez o incluso Sorolla. Elementos decorativos con detalles exquisitos que hoy son valiosos no solo por su belleza, sino por el contexto en el que se ubican y la riqueza añadida que aportan al patrimonio de la ciudad.

Uno de los cuadros de la serie de María Magdalena. Manuel Murillo

Impulsados por la curiosidad intelectual y con el objetivo de divulgar al público general la riqueza de las piezas, un equipo de investigadores de la UNED, coordinados por el profesor Francisco Carmona Carmona, decidieron, con la colaboración del departamento de Restauración y Conservación del Palacio de Viana, ahondar en este patrimonio y poner en marcha unas conferencias en las que abordar las conclusiones obtenidas. Desde octubre trabajan para prestar su mirada curiosa al público o, por qué no, fomentar inquietudes similares que reinterpreten las miles de piezas todavía por contextualizar. «Muchas piezas pasan desapercibidas para las visitas porque, aparentemente, no tienen valor; pero nosotros nos fijamos incluso en las obras que se consideran de relleno, porque entendemos que tienen un gran valor cultural», justifica Francisco.

Retrato de Alfonso XII, de Sorolla. Manuel Murillo

Así sucede, por ejemplo, con una colección de 18 jarras de cerámica de Bristol situada sobre el borde de la campana de la chimenea de la cocina, que no suelen acaparar la atención del público. «En la época de los marqueses no era fácil traer piezas del exterior y más teniendo La Rambla al lado, pero adquirir objetos de otros países cuando viajaba era una forma evidente para la nobleza de mostrar su poder», explica el profesor de Historia del Arte. También se observa el gusto refinado de la pareja aristocrática en el reloj de porcelana de la sala Goya, decorado con motivos mitológicos en referencia al dios Cronos y cuyo trasfondo «va más allá de la ornamentación, ya que responde a lecturas poéticas y filosóficas del paso del tiempo, por lo que se ensalza su valor social, cultural y antropológico», añade. 

Ornamentación del dios Cronos sobre un reloj. Manuel Murillo

Tampoco ha pasado desapercibida para el grupo la imagen del niño Jesús colocada sobre la mesilla de una de las habitaciones y que está elaborada en plomo, a diferencia de la madera tallada habitual entonces para las representaciones religiosas. El plomo era más barato pero, según cuenta el profesor de la UNED, su particularidad radica en que la iglesia no permitía rendir culto a las imágenes fabricadas con este material, al que se reservaba únicamente un fin decorativo. En el libro Palacio de Viana de Córdoba: el prestigio de coleccionar y exhibirFernando Moreno Cuadro aborda el trasfondo antropológico de la exposición de piezas en las casas de la nobleza. Hoy sucede que unas pinturas de estilo naif realizadas sobre vidrio pueden desentonar con elementos más grandilocuentes de la decoración del palacio. No obstante, este contraste obedece al gusto de los marqueses por las obras de artesanía popular, acorde con la tendencia instalada en la nobleza española y europea de la época de coleccionar reproducciones de estética infantil, por su exotismo.

Figura del niño Jesús realizada en plomo. Manuel Murillo

Una pasión recuperada

El grupo de investigación coordinado por el profesor Carmona tiene el entusiasmo por la historia del arte como elemento unificador para sus integrantes, la mayoría jubilados de oficios como la abogacía o la medicina y quienes decidieron graduarse por la universidad a distancia para reencontrarse con su pasión. Es el caso de Rafael Jurado Luque, ingeniero de Caminos, quien decidió dedicarse al arte al cumplir los 50 años. «Cerré mi primera vida y empecé la segunda», comenta. Ahora encuentra el motivo de sus inquietudes en los misterios que albergan los tres cuadros de la Magdalena del Palacio de Viana.

Un grupo de la UNED investiga las piezas desde hace meses y las ennoblece con nuevas apreciaciones

decoration Según explica Rafael, Viana cuenta con tres cuadros de la Magdalena realizados por tres pintores diferentes, Duque de Rivas, Eugenio Luca y un autor anónimo. Lo llamativo para este graduado en Historia del Arte es que ambos pintores del romanticismo plasmaron la Magdalena solo una vez en su vida y ambas obras se encuentran en el mismo lugar, dentro de una misma colección. «He tratado de investigar por qué pintaron esos cuadros y por qué los adquirió como mecenas el segundo marqués de Viana», comenta. Las obras representan, de forma muy similar, a este personaje bíblico haciendo gala de un erotismo tranquilo, sensual, que «incluso sirve de refugio», lo que dista de «la visión barroca, cuando presentaban a una María Magdalena lasciva o incluso llegando a incitar el sadismo», desarrolla Rafael. El motivo es la evolución del mito según el periodo artístico e histórico ya que, asegura el investigador, «en el Evangelio se habla poco de María Magdalena pero, en el año 591, el papa Gregorio declara que María, la hermana de Marta y Lázaro, María de Magdala y la prostituta que lava los pies de Jesús son la misma persona».

Serie de jarras de cerámica de Bristol sobre el borde de la campana de la chimenea, en la cocina. Manuel Murillo

Las nuevas interpretaciones enaltecen creaciones como los seis lienzos de la Batalla de los Treinta Años, en los que está inmerso Francisco Durnes Sabán, empleado de banca jubilado y especializado en historia militar tras terminar Historia del Arte. «Los cuadros se han atribuido al pintor flamenco Peter Meulener, pero yo discrepo de esta teoría y trataré de demostrar que en realidad pertenecen a Peter Snayers, ya que, a diferencia de Meulener, quien pintaba escenas imaginarias, Snayers siempre partía de encuentros bélicos reales», explica Francisco.

Pinturas sobre vidrio estilo naif, consideradas de buen gusto entre la nobleza por su exotismo. Manuel Murillo

Pero si Viana fuese una corona, la joya más llamativa sería el retrato de Alfonso XIII realizado en 1908 por Joaquín Sorolla. Este tendría «una función política y propagandística, enmarcada dentro del programa diplomático puesto en marcha por el rey para volver a incorporar a España dentro de Europa», incide Alfonso Prieto Cuesta, un médico geriatra graduado también en Geografía e Historia del Arte. Su labor altruista engrandece a Viana y a la historia de Córdoba.