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Pirén cuenta cómo es ser emprendedora de semillas y flores en la comarca andina

-Pirén, cómo es ser agricultura en la cordillera.

-La vida en la cordillera está fuertemente marcada por las estaciones. El tiempo para cultivar la tierra despierta en la primavera, tenemos veranos llenos de abundancia y color, y hacia el otoño todo se ralentiza. En abril cosechamos los últimos frutos y flores y comienza un largo período de reposo. Entre mayo y agosto prácticamente no “pasa nada” en el jardín. El uso de invernaderos, túneles y camas calientes que construyó Simón nos ayuda muchísimo para adelantarnos en la temporada, pero el espectáculo del campito de flores, a diferencia de otros sitios del centro y norte del país, empieza realmente en diciembre. Por suerte existen especies que nos dan alegría previa como tulipanes, narcisos y jacintos, e incluso las peonías, que llegan un poco después, pero se roban varios suspiros!

Agustín, la pareja de Pirén, y también socio de «Jardín de campo»

Acomodar nuestras expectativas a ese ritmo impuesto por la naturaleza es uno de los desafíos que debemos aceptar quienes nos dedicamos a esto. Son temporadas muy intensas de trabajo afuera desde fines de invierno hasta el comienzo del otoño para asegurarnos la producción y cosecha de flores y vegetales (preparado de la tierra, siembras, desyuye, riego, manteniemiento, etc). En particular, entre octubre y noviembre transcurre el mayor frenesí de actividad, allí no alcanzan las horas del día para acompañar el despertar de la naturaleza cordillerana! Pero de todas maneras el trabajo continúa todo el año; en la chacra nunca faltan cosas por hacer.

Entre fines del verano y durante parte del otoño cosechamos muchísimas semillas, las cuales en los meses subsiguientes deben pasar por procesos de limpieza y pruebas de calidad que nos demandan muchísimo tiempo. Además al ser un emprendimiento pequeño hacemos de todo: desde el trabajo en el campo en la parte productiva, hasta la creación de contenido para redes sociales, la preparación y despacho de los pedidos, el dictado de talleres, etc.

Pirén, en una visita guiada por «Jardín de campo»

A ello se suma nuestra dedicación al procesamiento de alimentos de la chacra para el autoconsumo (cosecha de vegetales y frutas, conservas, dulces, jugos, deshidratados), que es parte de nuestra filosofía de vida. Nuestra idea es ir a un supermercado o verdulería lo menos posible. Por lo tanto, a diferencia de lo que se suele pensar de la vida en el campo, tiene poco de relajada y bucólica (se ríe).

Un mundo más verde y biodiverso es la filosofía de ustedes…

-Hace un tiempo, cuando comencé a preparar las clases del curso de jardinería, me puse a reflexionar sobre el concepto de jardín que nos inspira y lo que queremos transmitir a quienes recién están empezando. Y la verdad que nuestro eje central es la diversidad. Pensamos el jardín no sólo por su efecto estético sino también como forma de enriquecer nuestro entorno con variadas especies, atraer polinizadores y cuidar un recurso valioso y menos renovable de lo que se cree: el suelo.

Para ello uno comete mil errores y algunos aciertos, pero ese el norte. De a poco se va estableciendo la idea entre los jardineros y jardineras, de disminuir las superficies de césped, de incluir especies con menor demanda de riego y de re-pensar el jardín en función de las ventajas y restricciones del clima de cada lugar. En nuestro caso, no nos dedicamos a hacer jardines en sí mismos, pero sí nos gusta aportar ideas y propuestas para integrar flores con esa mirada; e incluso inspirar a su utilización en huertas desde el punto de vista de las asociaciones benéficas entre flores y cultivos.

El cerro Piltriquitrón, entre las flores de «Jardín de campo»

Y en este punto, creemos que es fundamental la difusión e intercambio de saberes, para sacarle “el cuco” al cultivo de flores y a la huerta misma. Si hay un mensaje que queremos transmitir con Jardín de Campo es: donde sea que estés, ya sea que vivas en un departamento o en el campo, animate a sembrar. En el proceso de familiarizarse con las semillas, la tierra y las plantas, todo se va volviendo bastante intuitivo. Obviamente, ayuda a hacer cursos, y aprender de otros que ya vienen transitando el camino hace rato, pero la jardinería nos da mucho margen para ser autodidactas. Quizá lo más importante en todo ese proceso es aprender a observar. Estar atento a cómo están las hojas, si se me resecó el suelo, si se compactó… Todo ello nos va dando información para el mantenimiento de las plantas, ya sea en macetas en el balcón o en canteros del jardín.

La verdad que en un mundo donde estamos todos tan apurados y con varias horas de pantallas encima, la jardinería es una actividad muy terapéutica. Por un momento, nos olvidamos de los problemas del día, metemos las manos en la tierra y bajamos las revoluciones, y te digo, el momento de cosecha, ya sea de vegetales o de flores, es increíblemente gratificante. Nuestra labor en ese momento se traduce en algo concreto y maravilloso.

Un almácigo recién hecho.

-¿Qué tienen las flores que nos hacen tan bien?

-Creo que el contacto con las plantas nos dan un espacio de conexión con la naturaleza ya sea para producir parte de nuestro alimento, para crear un pequeño “botiquín silvestre” con plantas medicinales detrás de la casa o para disfrutar de un espacio de ocio en el jardín. Sin tener que viajar lejos de nuestros hogares a un paisaje prístino, en nuestra cotidianeidad, retomamos ese vínculo enriquecedor con las cosas simples, con menos estímulos y más esencia.

El descubrir las complejidades de colores, texturas y formas que tienen las flores, es una alegría en sí misma. Siempre encontrás algún color nuevo, una flor que no conocías, un aroma que querrías transformar en tu perfume de todos los días. A mí por ejemplo me encanta salir con el mate, en ojotas, a ver las novedades del jardín. Saber si abrió ese pimpollo que estaba esperando, escuchar el sonido de los pájaros, ver las abejas zumbando desde temprano en busca de polen y néctar, sacar esas fotos que inmortalicen el verano y me den alegría durante los mese grises…

La pareja fundante de «Jardín de campo», Agustín y Pirén

En el fondo, creo que por ahí va el sentido de todo este movimiento social “más verde”. Nos dimos cuenta que a pesar de todas las ventajas del desarrollo científico-tecnológico, el confort y la capacidad de consumo; necesitamos volver al respeto y armonía con la fuente de todos esos recursos, que está pidiendo a gritos un poco de empatía, no? Y no es fácil el cambio de hábitos, ni creo que haya que radicalizarse al respecto, cada uno hace lo mejor que puede, desde su lugar. Ya una sensibilización respecto a nuestro ambiente, es el primer paso de un largo camino que vale la pena recorrer.

-¿Te parece que desde tu lugar embellecés el mundo, de algún modo?

-Me encantaría pensar que sí, aunque sea un mínimo granito de arena. Cuidar el espacio que uno tiene, y sumarle plantas variadas (en nuestro caso incluso en la vereda con las praderas de flores) puede ser una forma de inspiración para que otros se animen. Hay áreas degradadas, desmontadas, empobrecidas a nivel ecológico donde podemos jugar nuestro rol de recomponer parte de la vida del sitio; en nuestro jardín, en veredas, parques y plazas. De hecho hay una frase maravillosa, que creo que es de Mário de Miranda Quintana, que dice “El secreto no es correr detrás de las mariposas…es cuidar el jardín para que ellas vengan hacia tí”.

«Nuestro hogar al atardecer», comparte Pirén con «Río Negro»

-¿Qué enseñanzas te brinda la naturaleza en este contacto tuyo minuto a minuto?

-Es la paciencia, la constancia y la aceptación de fracasos como parte del proceso. Por eso, considero que para los niños es una excelente actividad ayudar en el jardín/huerta a sus papás/mamás/familia. En un mundo de inmediatez, donde tengo hambre y voy al súper o llamo al delivery, entender sobre el tiempo y la dedicación que lleva obtener una simple planta de lechuga, es una gran lección. El riego no tiene feriados ni fines de semana, si te demorás en sacar los yuyos te ahogan las plantas. Todo ello nos conecta con el verdadero valor de las cosas, y nos da un sentido de la responsabilidad, porque al fin de cuentas, tenés seres vivos que dependen de tu cuidado para sobrevivir. Y siempre, hay cosas que no salen como querías, como pasa en la vida misma. Tenías una planta divina y te la comieron las hormigas, sembraste un almácigo y no te germinó ni una planta, continuamente nos pasa que lidiamos con el error y las cosas inesperadas. Y creo que en ese punto, si logramos transitar esas experiencias nos templa el carácter y nos fomenta a que seamos flexibles y creativos para la resolución de problemas en la vida cotidiana.

Vista de la huerta.

Contacto: jardindecampopatagonia@gmail.com

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