Así lo señaló a Télam Salvador Gil, director de la carrera de Ingeniería en Energía de la Universidad Nacional de San Martín y miembro del Área de Pensamiento Estratégico de la Cámara Argentina de la Construcción.
Gil advirtió que el ahorro resultante del reemplazo de las heladeras actualmente en uso por unidades clase «A» (las de mayor eficiencia energética y, en consecuencia, menor consumo) sería equivalente a la energía generada por la central nuclear de Atucha, y que si se prescindiera del gas consumido de los pilotos de los calefones se reduciría a la mitad la importación de ese combustible de Bolivia.
Las heladeras representan el 22% de la energía consumida en el promedio de los hogares en la Argentina y, junto a los aires acondicionados (17%) y la iluminación (11%) se lleva la mitad de la factura de electricidad.
(FW(Las heladeras representan el 22% de la energía consumida en el promedio de los hogares en la Argentina y, junto a los aires acondicionados y la iluminación se lleva la mitad de la factura de electricidad(FW)
Por otra parte, Gil puntualizó que el uso del gas en cocción, Agua Caliente Sanitaria (ACS) y calefacción «es muy estacional, con picos muy altos en invierno, y por eso es muy difícil de administrar».
«Cuando hay picos de consumo y, por normativa, hay que darle prioridad al sector residencial, surgen los problemas de abastecimiento para la industria y hay que importar GNL y gasoil, dos de los combustibles más caros», indicó, para completar señalando que se genera un problema por partida doble: para la economía nacional, el impacto de la importación de combustibles, y para la familiar «un gasto de calefacción difícil de mantener».
En ese aspecto cobra especial importancia la eficiencia energética, tanto en la construcción de viviendas como en el uso y tecnología de los electrodomésticos.
Al respecto, Gil puso de relieve las decisiones tomadas por los países de lo que hoy es la Unión Europea a partir de la crisis del petróleo de 1973, cuando resolvieron encarar políticas tendientes a mejorar el aislamiento térmico de las viviendas ante la repentina escasez de combustibles, una situación que volvió a experimentarse el año pasado a partir de la invasión de Rusia a Ucrania.
Las consecuencias de esas decisiones pueden evaluarse al contrastarlas con la Argentina, donde «el consumo de energía por metro cuadrado es dos a tres veces mayor que el de Europa, tomando regiones de condiciones bioclimáticas similares, una brecha que llega a cinco veces si la comparación es con la región patagónica», aseguró Gil.
Para el especialista, llevar adelante medidas similares a las que la UE viene tomando hace medio siglo es «bastante simple, mucho más con la toma de conciencia y los adelantos que llevaron a que hoy se sepa cómo hacer una construcción sostenible: aislaciones, doble vidrio hermético, casi como ponerse un pullover».
Asimismo, planteó que «se puede pensar en cosas más pequeñas, como cambiar heladeras» y explicó las ventajas que implicaría la adopción de un plan para canjear los aparatos actualmente en uso por los de mayor eficiencia.
En base a estudios realizados en 2019, se determinó un consumo medio por heladera de 830 kwh/año, pero una clase «A» consume un 60% menos (330 kwh/año).
Para plantearlo desde una visión macroeconómica, con un sector residencial que representa el 35% del consumo eléctrico total y considerando que las heladeras se llevan el 22% del consumo eléctrico del hogar, se llega a la conclusión que esos electrodomésticos demandan el 7,7% de la energía eléctrica en la Argentina, superior al 6% estimado a nivel mundial.
Si se estableciera un plan canje o una medida similar para reemplazar las heladeras con ocho o más años de antigüedad, que no cuentan con etiquetado de eficiencia «se podría reducir el consumo nacional de energía un 3%, eso sería el equivalente a lo que genera una central como Atucha», remarcó.
«Con la diferencia que construir una usina como Atucha costaría unos US$ 5.000 millones, pero canjear las heladeras un costo de financiamiento muchísimo menor, además de generar trabajo y el desarrollo de la industria local», enfatizó.
Gil agregó que «otro consumo grande en el sector residencial es el de Agua Caliente Sanitaria» y en cuanto al ahorro doméstico, advirtió que «la mayoría de los equipos tienen una llama piloto, que consume una energía que se puede reducir con un calefón clase A o un termotanque nuevo«.
Con aproximadamente siete millones de usuarios de calefones y una pérdida por el piloto estimada en medio metro cúbico de gas por día, «el ahorro sería de 3.5 millones de metros cúbicos, la mitad de la importación de gas de Bolivia», dijo.
Solidaridad y eduación
Al ahorro en energía eléctrica y gas natural, debe añadírsele uno de los principales focos del déficit fiscal de los últimos quince años, como la reducción de las partidas destinadas a los subsidios.
Por otra parte, recalcó la importancia de una correcta administración de las prioridades de consumo en situaciones críticas, en base la solidaridad y la educación.
Al respecto, recordó las imágenes de semanas atrás en ocasión de las protestas por los apagones, «con vecinos realizando cortes con quema de neumáticos y al lado los bares estaban plenamente iluminados».
Del mismo modo, advirtió que «no hubo ninguna reacción para bajar los consumos donde no eran necesarios, porque simplemente cambiando dos grados en la regulación de la temperatura de shoppings y cines, hubiera sido suficiente para resolver los problemas de los que no tenían luz«.
«Estamos en una época de calentamiento global, tenemos que estar preparados: si con una ola de calor se sabe que va a haber problemas, es el momento de disparar la alarma para que bajen los consumos, con que bajen el 10% se evitan los cortes y las limitaciones para las familias van a ser mínimas», sostuvo.