El día acompaña y se presta para mantener esta antigua tradición gastronómica.
Hoy 10:46
El locro, un plato que cautiva a muchos, especialmente en los días frescos. Se trata de una comida que atraviesa todas las clases sociales y forma parte de las tradiciones populares argentinas y Santiago del Estero no es la excepción.
Según algunos investigadores, el locro se come en estas tierras desde la época colonial y tal vez por eso se volvió un clásico en todas las mesas en los festejos patrios del 25 de mayo y el 9 de julio.
Pero la popularidad del locro va en franco ascenso y desde hace unas décadas se ha convertido en el emblema gastronómico del Día del Trabajador, que se celebra este lunes 1 de mayo en todo el país. Pero, ¿por qué se agrega a la agenda de los rituales?
El ritual de comer locro en el Día de los Trabajadores es un fenómeno relativamente reciente. Primero, porque la instauración del Día del Trabajador en Argentina, en 1890, es la evocación de una jornada de represión y muerte laboral ocurrida en 1886 en Estados Unidos. No era día para festejos sino para reclamos, cuentan los historiadores.
También, cuando el primer gobierno peronista de los años 40 instaló los derechos laborales y nacieron los festejos en el Día del Trabajador (hasta con la elección de la Reina del Trabajo), todo se festejaba con otro tipo de comidas.
Carina Perticone, semióloga becaria doctoral del CONICET especializada en análisis de las culturas alimentarias, afirma: «En los registros de esos años 40 al 60 sobre las festividades colectivas y populares aparecen el asado y las empanadas como menú. No hay ninguna referencia al locro, tampoco en los festejos del Día del trabajador».
Sin embargo, Luis Fanchín, abogado laboralista y gran conocedor de la gastronomía criolla, recuerda que ya en los encuentros sindicales de mediados de la década del 60 se comía locro. «En 1969, cuando yo tenía 18 años y era un joven estudiante de Derecho, comí mi primer locro del 1° de mayo en un festejo sindical en la provincia de Santa Fe”.
Lentamente, en las últimas décadas, el locro pasó a ser menú infaltable en el Día del Trabajador, con enormes ollas humeantes de centenas de porciones de acuerdo con los afiliados del sindicato que lo organizaba. Y la costumbre se fue afirmando hasta convertirse en un clásico de la jornada.