Si Lucila García de Borda estuviese viva, lanzaría hoy un insulto al aire tras enterarse de la muerte del asesino de su hijo, Nicolás, que apenas tenía 11 años cuando esa noche fue una víctima más de Fructuoso Álvarez González en su brutal «venganza» contra la familia Bagnato por una deuda de dinero.
Pero Lucy se murió antes, con el dolor a cuestas. Increíblemente, se murió un 30 de abril, como el autor de la Masacre de Flores, aunque dos años antes, en 2021, rodeada del amor de su marido y de sus otros cuatro hijos (dos mujeres y dos varones).
En 2011, cuando Álvarez González estaba prófugo, la mujer habló con Clarín y dijo: «Que siga en la calle no lo puedo tolerar. Pónganse las pilas y búsquenlo. Yo lo quiero preso o muerto. A Nicolás de abajo de la tierra no lo saco más. Le elegí el mejor lugar para que pueda descansar en paz, pero yo no lo dejo descansar en paz porque el otro no está donde tiene que estar, enterrado igual que él «.
El chico había ido a jugar a la tarde con Alejandro Bagnato (9), pero la idea de la mujer era buscar luego a los dos para que durmieran en su casa, a unas 20 cuadras de la otra, porque a la mañana siguiente iba a tomarse el colectivo de la línea 29 para ir a pasar el día con ambos al Club de Marina de Vicente López.
Además, Nicolás nunca se había quedado a dormir en una casa ajena. Hasta esa noche.
El 16 de febrero de 1994, Nicolás se iba a quedar hasta las seis de la tarde en lo de Alejandro.
«Yo iba a pasar a buscar a los dos, me los iba a traer para casa porque me quedaba más cómodo para ir al Club de Marina y porque no tenía vehículo. Unos minutos antes de salir no sé quién vino que me retrasé. Me llamó Alejandro por teléfono, preguntando si lo dejaba quedarse a dormir a Nicolás. Yo no quería, pero vino la mamá al teléfono y me dijo: ‘Dejalos, que les voy a hacer milanesas y papas fritas’» , reconstruyó «Lucy».
Su marido viajó a la mañana siguiente a Uruguay, sin saber lo que había sucedido con su hijo.
Ella se enteró de la noticia por la radio, bien temprano , cuando se puso a escuchar el programa de Magdalena Ruiz Guiñazú. Se tomó un taxi y cuando llegó a la casa estaban sacando los cadáveres calcinados, cubiertos con sábanas. “Cuando vi semejante desastre perdí conciencia de todo. Creo que hasta el día de hoy a veces lo busco ”, explicó.
«Lucy» no podía entender cómo el responsable de la masacre había cometido el hecho por una venganza contra el padre de familia: “Ninguno de los chicos tenía nada que ver. Era un problema de adultos”.
Matías Bagnato, el único sobreviviente del incendio, la quería como una madre. Siempre la recordaba con gran cariño. En un posteo en su muro de Facebook para un aniversario de la masacre, en 2013, «Lucy» posteó que ambos se habían «convertido en gemelos«.
«Cuánto daño por nada, sin culpa alguna. Hoy es un día negro. Él no está conmigo«, cerró «Lucy», esa mujer que llevó el dolor hasta su último día y que hoy, sin dudas, con la muerte del asesino en la cárcel, lanzaría ese insulto y, enseguida, se abrazaría muy fuerte con Matías.
EMJ