Hace algunos años, la docencia parecía ser esa promesa de liberación social que todo tucumano y tucumana debería considerar para su vida. A lo largo y ancho de toda la provincia, comenzaron a existir institutos terciarios públicos y privados que ofrecían carreras docentes de distintas orientaciones, para todos los gustos, y la gran mayoría de manera gratuita.
Lentamente y con la apertura de más cohortes pero con una reducida apertura de instituciones educativas nuevas, el resultado fue obvio: una superpoblación docente.
En el interior de la provincia, lejos de las universidades y con muchas posibilidades menos que quienes habitan en San Miguel de Tucumán, es conocido que en casi todas las familias hay por lo menos un docente desempleado. Las opciones a considerar son pocas. Esperar algunos años más sumando puntaje docente hasta acceder a un cargo, abandonar el sueño y dedicarse a otra cosa, o mudarse a la Patagonia.
“Me voy al Sur” dicen muchos, y apenas tienen el analítico en mano se emprenden en esa aventura. Esa aventura que en realidad significa mucho más de lo que cualquiera se imagina. Es mudarse de fronteras, aun dentro del mismo país. Hace algunos meses contábamos la historia de Julieta, una docente tucumana que, tras 8 años viviendo en la isla de Tierra del Fuego, decidió que prefería la familia, el calor tucumano, volver a sus orígenes, antes que la estabilidad laboral que ya tenía asegurada allá. Pero no todos los casos son idénticos.
Este es el caso de Mica, otra tucumana que se decidió a seguir su sueño de pararse frente a un aula, pese al doloroso y complicado costo de ello. Fueron varios años de sacrificio los que realizó Micaela Oviedo (31) viajando diariamente los 60 kilómetros que separan su Alberdi natal de Monteros, ciudad en donde pudo estudiar el profesorado de biología. “Estuve en total unos 6 años porque en el medio quedé embarazada y dejé la carrera. Cuando mi hijo fue un poco más grande volví”, explica a eltucumano.
Tras todos estos años de viajar cada día una hora de ida y una de vuelta, muchísimas veces sin asiento y regresando tarde a casa, en 2019 se titulaba Mica, pero el sueño duró poco. Se dio con e paredón que se dan todos nuestros docentes: “El sistema es medio complicado para los que vivimos lejos, porque las designaciones de secundario se hacen únicamente en San Miguel de Tucumán. Yo me recibo y hago inmediatamente un cambio de domicilio porque supuestamente había más posibilidades de acceder a unas horas. Y no. Las designaciones se hacen en jueves en San Miguel de Tucumán y yo tenía que viajar los jueves y viernes para ir y volver sin nada, viaje de dos horas de ida y dos de vuelta, gastando. Es como que tenés que tener una suerte muy grande o estar segura de que estás en el listado del 1 al 10 para tomar algo. Yo tenía 150 docentes adelante para poder tomar horas” dice.
En el 2022 la situación llegó al límite para Mica, quien, pese a vivir de su emprendimiento de repostería, tenía una frustración muy grande: “Mi título juntaba polvo y yo soñaba con pararme frente a un curso a ejercer mi profesión que tanto amo”.
La decisión estaba tomada: viajó a General Roca (Río Negro) a probar suerte. “Tengo que decir que me vine no tan segura de lo que quería el año pasado, tuve un problema en el alojamiento que me habían ofrecido y terminé muy mal, con ataques de pánico, sumado a que extrañaba mucho a mi hijo. Ni una semana estuve y me volví” se acuerda.
Pasaron los meses y la profe comenzó a madurar la idea de que esa mala experiencia era un caso aislado, comenzó también a hablar y organizarse con sus padres y su expareja para poder tener otra oportunidad en la Patagonia. Y así fue que en febrero les dijo: “En marzo me voy”.
En TikTok, Mica contó sin tapujos su historia: “Tuve que dejar a mi hijo para probar suerte. Llegué en marzo. En abril tomé mi primer cargo”. La polémica no tardó en desatarse. Muchísimas personas le brindaron apoyo a Mica pero, otras tantas, la juzgaron: “Muchos no entienden que yo no puedo hacer que mi hijo viva la misma inestabilidad que yo mientras me acomodo y consigo horas. Me prestaron una cama en una casa”.
“Estuve un mes yendo a asamblea acá pero no conseguía nada, justo había paro. El lunes 17 de abril voy como siempre, había un cargo de 25 horas, me voy con la esperanza porque mi amiga con la que vivo ahora me dijo ‘esa es la escuela donde trabajo yo, y vos lo vas a tomar’. Siempre quedaba a uno de tomar. Siempre. Ese día no veía a nadie de mi área. Me dije ‘ay dios esto lo tengo que tomar sino me muero’, yo venía llorando de las asambleas porque no tomaba nada. Salía llorando todos los días. No podría haber tenido a mi hijo viviendo eso. Cuando me llamaron a mí, fue mágico, un cargo grande que tendré todo este año y si Dios quiere el año que viene también», confesó, emocionada por recordar ese momento vivido hace menos de dos semanas pero que le cambió la vida.
“Me paro frente al curso y es hermoso. Me siento recibida por Río Negro, por la ciudad, Allen es hermoso. Ya pude conseguir un departamento, y en julio me vuelvo a Tucumán por mi hijo”, contó.
Desde que Micaela decidió contar su expericiencia en las redes sociales, las consultas de cientos de docentes desempleados en Tucumán que buscan dignificar sus estudios, son constantes. Y ella aconseja sin ningún tipo de mezquindad. “Yo principalmente les diría a todos los que deseen trabajar y que no pueden o no quieren esperar los años que suele costar hacerlo en Tucumán, que busquen donde quedarse, el hospedaje y que la persona que los reciba sea de confianza es fundamental. No vengan sin dinero, junten, ahorren. Tengan un objetivo fijo, no vengan a probar suerte o a ver ‘qué onda’ como hice yo el año pasado. Mudensé informados y con la idea fija de lo que quieren hacer” cerró.
Al igual que Mica, miles de mamás trabajadoras se dividen entre ejercer o esperar. En el caso de esta profesora de Alberdi, el acompañamiento de sus padres y su expareja para cuidar de su “Lolo” mientras se acomoda fue fundamental para honrar sus estudios, su esfuerzo y sus sueños.