La semana pasada el gobierno se fue de Fonplata, un banco de desarrollo regional. Lo hizo Sergio Massa luego de que Lula impusiera a su propia candidata para presidir organismo y no la que quería la Argentina.
Un día frío de junio de 2020, cuando los argentinos permanecían bajo la cuarentena del coronavirus, Alberto Fernández mantuvo una conferencia virtual con Luis Inacio Lula da Silva, quien ya estaba fuera de prisión, pero aún no arriesgaba su candidatura presidencial.
En la comunicación por zoom «Pensar América Latina después de la pandemia del COVID 19», Fernández se despachó con una de sus frases memorables al lamentar que sólo él y el mexicano Andrés Manuel López Obrador fueran los únicos líderes que querían «cambiar el mundo».
No había pasado un mes cuando el mexicano llenaba de dulces elogios a Donald Trump, en la mismísima Casa Rosada. Y vendrían no uno sino varios episodios que dejarían al presidente argentino sólo en sus compromisos frente a un López Obrador que terminaba embarcado en su propia agenda exterior.
Ese difícil camino con Mexico, más la llegada Lula da Silva al poder pondría punto final al romance de Fernández con AMLO. Y Alberto reiniciaría su vínculo con Brasil, el que no tuvo, ni en lo protocolar con Jair Bolsonaro.
Ahora bien, no sólo el líder del PT está en una condición de poder superior al que tenía cuando estaba en el llano y preso, y Alberto encabezaba la campaña del Lula Libre. El ahora presidente de Brasil tiene una agenda interna cargada de problemas, y otra externa sumamente ambiciosa, nuevamente global y siempre pendular. Basta con mirar los choques que tuvo con Washington por su reciente viaje a China y su posición más cercana a Rusia sobre la guerra en Ucrania, al buscar una negociación que no logró ni abrir.
Hoy, Lula es leal a Alberto Fernández, y quiere ayudar a la Argentina en esta nueva crisis, aseguran en Brasil. De hecho, Brasil es el mejor socio que puede tener el Gobierno, descontando la contención que le está brindando Estados Unidos sobre todo ante los organismos financieros como el Fondo Monetario.
Pero con los vecinos, la agenda no necesariamente coincide y no faltan desencuentros , pese a que siguen aplicando su ya viejo refrán de «paciencia estratégica» para con Argentina.
Uno de ellos es el cortocircuito que tuvo como protagonista al ministro de Economía, Agricultura y Producción, Sergio Massa, cuando la semana pasada, estando en Montevideo, mandó una carta a las autoridades de Fonplata anunciando que la Argentina se retiraba del mismo.
Massa envió el escrito planteando el enojo por no poder poner al frente de este Fondo a Gabriel Delgado, un hombre de su círculo, representante en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Pero lo brasileños forzaron la candidatura de Luciana Botafogo y tuvieron el apoyo de Paraguay y Bolivia, situación que también dejó a la Argentina fuera de juego en la pulseada por las dos vicepresidencias que van a crear en el organismo.
Anteriormente conocido como Fondo Financiero para el Desarrollo de los Países de la Cuenca del Plata, el Fonplata (con poca difusión mediática y de menor envergadura financiera) es uno de los organismos de los que la Argentina siempre fue uno de sus miembros pilares, desde su fundación en 1974.
Si bien la Cancillería se desentendió del nuevo conflicto apuntando a Economía, el país abandona así una instancia de cooperación de más de medio siglo sin el correspondiente tratamiento en el Congreso. Bastó la decisión de un ministro.
Existe un tratado internacional y para dedicarse al Fondo, al Banco Mundial, al BID y la CAF, el Gobierno le está entregando a Brasil el manejo de Fonplata que es el abandono de un instrumento financiero cuyo brazo es el FOCEM.
«La decisión perjudica a la cartera de proyectos actualmente en ejecución en Argentina con inversiones que atienden necesidades de provincias y municipios y que son de interés para la integración y dinámica territorial». indicó una fuente empapada con el tema,
No es el único camino en veredas diferentes con Brasil. Porque si bien era el candidato de Washington, el presidente del BID desde fines del año pasado, Ilan Goldfajn es brasileño. Y Lula lo apoyó cuando todavía gobernaba Bolsonaro y hoy la Argentina no ha conseguido las vicepresidencias que habían prometido en el organismo.
Por otro lado, tampoco hay un importante apoyo de la nueva administración brasileña para que Argentina ingrese al Banco de Desarrollo de los BRICS, tal como viene solicitando.
Sigue costando duramente obtener financiamiento del BNDES, y vale recordar que tanto oficialistas como opositores se negaron en Brasil a avanzar con la idea argentina de crear una moneda común para el intercambio en el comercio que evitara el uso del dólar.