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Biden apuesta a ser la única opción frente a Trump

Por

Jorge Castro

Analista Internacional

Siete de cada 10 norteamericanos consideran que el rumbo del país está equivocado, y 65% de los estadounidenses estiman que el presidente Joe Biden no debe presentarse a la reelección; y de ellos 51% son demócratas, y no hay ninguna encuesta que indique que no preferirían a un candidato más joven que el actual mandatario.

Hay un dato estratégico esencial a retener respecto a la reelección de Biden, y es que su compañera de fórmula, la vicepresidenta Kamala Harris, cuenta con menores índices de popularidad y aceptación que el actual jefe de la Casa Blanca.

Un hecho muy notable es que en el mensaje en que proclama su candidatura a la reelección, Biden no propone ningún programa de gobierno para un segundo mandato, y no hay ninguna mención a los US$6 billones que su gobierno y el Congreso de Washington controlado por los demócratas gastaron en la pandemia para mantener en pie a la economía norteamericana.

Asimismo, no hay la menor referencia a la Guerra de Ucrania en la que EE.UU. aportó al gobierno de Kiev más de US$2.600 millones para enfrentar la invasión rusa del 24 de febrero de 2022; o a la puja con China a la que Biden ha convertido en la viga maestra de su primer mandato; y a la que ha destinado, junto con los demócratas, más de US$56.000 millones para desarrollar el mayor ejercicio de política industrial de la historia norteamericana, solo comparable al New Deal de Franklin Delano Roosevelt, o a la extraordinaria movilización de recursos de la Segunda Guerra Mundial.

Ninguno de estos hechos trascendentales es utilizado por Biden al proclamar su candidatura a la reelección.

Hay un solo tema presente en forma obsesiva, absolutamente excluyente de cualquier otro, y es que Biden afirma ser el único hombre que en EE.UU. es una alternativa viable al regreso victorioso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Todo gira sobre Trump y la condición de Anti-Trump número 1 de Joe Biden. No hay “Plan B”, ni opción alguna a esta disyuntiva visceral.

La estrategia de Biden lo pone todo en juego (incluyendo el destino de EE.UU. en el mundo), y lo asombroso es que cuenta con el respaldo prácticamente unánime de los demócratas, así como el apoyo fervoroso y combatiente de la inmensa mayoría de los medios de comunicación estadounidenses.

Por su parte la situación de Donald Trump es la siguiente: cuenta con el respaldo de 56% del total de los votantes republicanos, en tanto que su principal contendiente Ron DeSantis, gobernador de Florida, logra el apoyo de 22%; y sobre 15 representantes republicanos del Estado de Florida, 10 apoyan a Trump y 3 a DeSantis; y el ex presidente recaudó US$11 millones en los 3 días posteriores a que un juez federal de Manhattan lo procesara.

Todo esto sucede cuando la polarización y el enfrentamiento interno en EE.UU. son tan extremos que prácticamente han triturado el extraordinario (“excepcional”) consenso nacional, que ha sido siempre la fuerza central de la historia norteamericana, sobre todo en situaciones de crisis.

Hay una virtual “Guerra Civil” pendiente en EE.UU. en este momento, utilizando el término en un sentido escasamente metafórico habida cuenta de los acontecimientos del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Washington.

El protagonismo crucial del gobierno de Biden en la Guerra de Ucrania la ha transformado por necesidad en una de las cuestiones centrales de la campaña presidencial 2024; y los republicanos le atribuyen a Biden su responsabilidad total en el caso de una frustración en los acontecimientos ucranianos, lo que resulta altamente probable debido al estancamiento estratégico del conflicto que se ha transformado en una guerra prolongada de largo plazo.

Por su parte Trump sostiene con su hipérbole característica que la derrota de Biden en 2024 es lo único que “…puede evitar una Tercera Guerra Mundial de carácter necesariamente nuclear”; y por eso se compromete a terminar con la Guerra de Ucrania en 24 horas y a acordar con China a través de un dialogo directo con su “amigo”, el presidente Xi Jinping.

La feroz fobia Anti-Trump que tienen Biden, los demócratas, y el poder establecido en EE.UU. no puede ocultar que en los próximos dos años de campaña electoral, la figura que ejerce el poder político en EE.UU., y por lo tanto estará en el centro de los acontecimientos y de la atención mundial, no será Donald Trump, sino Joe Biden.

Todo esto ocurre, paradójicamente, mientras EE.UU. es inequívocamente la primera potencia del sistema capitalista en su fase de Cuarta Revolución Industrial, por encima de China.

No hay “decadencia” alguna en la civilización estadounidense. Lo que sucede es una crisis política de gravedad histórica, la más grave desde la Guerra Civil de 1861/1865, en un momento de vertiginoso cambio global, donde el eje del poder en el mundo se traslada al Asia, y en primer lugar a China.

En la etapa post-hegemonía norteamericana que se aproxima, EE.UU. seguirá siendo el primer país del sistema capitalista, solo que esto va a ocurrir en una sociedad global absolutamente integrada por la revolución de la técnica, cuya legitimidad se funda en un diálogo entre civilizaciones, ante todo la estadounidense y la de China, con sus 5.000 años de historia.