El cáncer de endometrio, que es el tejido que recubre el interior del útero, es el segundo cáncer del tracto genital más frecuente en Argentina, después del cuello uterino, con unos 2.700 casos al año y más de 800 muertes. El síntoma principal es el sangrado vaginal.
Predomina en mayores de 60 años, después de la posmenopausia, pero el 25% lo desarrolla en la premenopausia, y entre el 5% y el 10% de quienes lo tienen no superan los 40. Pero más allá de la incidencia por edad, se debe prestar especial atención si hay sagrado entre los períodos menstruales.
Por ese síntoma de alerta tan característico, el 75% de los casos en el país se diagnostican en el estadio I, y la tasa de supervivencia a los cinco años suele ser superior al 95%.
Pero según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los modelos estadísticos muestran que para 2045 la incidencia de este cáncer va a crecer un 36,9% en Argentina, y también su mortalidad, un 51,3%.
No se puede prevenir, pero la reducción de factores de riesgo disminuye la probabilidad de desarrollar cáncer de endometrio, que en estadios tardíos suele tener pronósticos más desfavorables.
En este escenario, una nueva opción para el tratamiento de los casos avanzados de este tipo de cáncer está disponible en el país.
Es una droga que hace años ya se aplicaba después de otras terapias que no habían obtenido resultados, y que ahora va a ser de primera línea, es decir, la opción inicial, para quienes tienen cáncer de endometrio en estado avanzado.
Dostarlimab es el primer anticuerpo monoclonal humanizado (producido en el laboratorio mediante la combinación de un anticuerpo humano con un anticuerpo monoclonal de un ratón) aplicado sobre ciertos tumores de endometrio, con características biológicas específicas que están presentes en el 30% de las pacientes que lo desarrollaron y que no se pueden curar a través de la cirugía.
En este momento, la nueva aprobación por parte de ANMAT sigue siendo, como estaba autorizado, sólo para el subgrupo con inestabilidad microsatelital (dMMR). La diferencia es el timing de su administración, y cambia mucho para quienes tienen la enfermedad en el país.
Demostró que mejora la calidad de vida en el curso del estadio avanzado y se comprobó su eficacia como tratamiento de primera línea junto a la quimioterapia, en pacientes con esta deficiencia de las proteínas reparadoras del ADN.
También se validó que reduce significativamente el riesgo de la progresión de su enfermedad.
¿Cómo funciona el tratamiento?
El dostarlimab inhibe la proteína PD-L1 que tienen las células tumorales y que hace que el sistema inmunológico no las detecte como extrañas.
«Al desenmascararlas, las defensas las reconocen como extrañas y las atacan”, explicó Mariano Carrizo, jefe médico de oncología del laboratorio GSK, que produce el fármaco y este miércoles realizó el anuncio en una conferencia de prensa.
La eficacia y seguridad fueron evaluadas en un ensayo clínico en 494 pacientes, llamado Ruby. Una de cada tres mujeres respondió positivamente al tratamiento, que se administra cada tres semanas y alrededor de los dos meses empieza a mostrar respuesta.
El porcentaje de pacientes donde el tumor se achica es del 77%. Mientras que si la inmunoterapia se administra en segunda línea, es decir, primero quimio y después dostarlimab, la tasa de respuesta es del 45%.
“Llevábamos más de 25 años sin que hubiese un cambio en las terapias de primera línea para este tipo de cáncer”, afirmó Fernando Gálvez Montosa, oncólogo del Hospital Universitario de Jaén, España, y miembro del equipo que realizó el estudio.
“La combinación de inmunoterapia y quimioterapia reduce la probabilidad de que la enfermedad progrese, aumenta la supervivencia y mejora la calidad de vida, por lo que hoy lo más efectivo es aplicar la inmunoterapia en primera línea y no reservarla para la segunda línea”, respondió a Clarín Gonzalo Gómez Abuin, jefe de la Unidad de Cáncer de Mama y Tumores Ginecológicos y del departamento de Investigación del Hospital Alemán.
En el estudio se vio que todos los parámetros de calidad de vida se vieron mejorados con el agregado de esta droga. A pesar de sumar «algo de toxicidad» (al darse junto a la quimioterapia), tiene un efecto antitumoral «muy importante». Este beneficio de «mejorar» la enfermedad se opone a los efectos secundarios del tratamiento.
“En dos años, más del 60% de quienes hicieron este tratamiento tienen la enfermedad controlada, y eso nunca lo habíamos visto antes. No hay lugar a dudas de que vamos a ayudar a un número mayor de mujeres utilizando el dostarlimab junto con la quimio en primera línea», sostuvo.
Esta inmunoterapia sigue requiriendo estudios a largo plazo para hablar de curación definitiva.
“Aunque debe pasar un buen tiempo para comprobarlo, hay indicios para pensar que muchas de estas mujeres están curadas”, marcó Gómez Albuin.
En esa misma línea, Gálvez Montosa dijo que si bien faltan datos de seguimiento más extensos, «sabemos por otras patologías en las que se aplica la inmunoterapia que si conseguimos mantener una respuesta en el tiempo, en muchos casos la enfermedad no vuelve a aparecer. Hasta hace muy poco se consideraba muy lejano hablar de curación, pero con la aparición de este fármaco, el concepto está cada vez más presente”.
Un factor de riesgo «oculto»
Los factores de riesgo del cáncer de endometrio están asociados a la exposición crónica a niveles elevados de estrógenos. Cualquier causa que lleve a esa exposición, durante mucho tiempo, va a subir las chances de desarrollarlo.
Pueden ser estrógenos que se tomen por un tratamiento (exógenos) o producidos por las pacientes. La situación más común en esta caso es la obesidad, el principal factor de riesgo.
El tejido adiposo genera un alto nivel de estrógenos, comparado con quienes no tienen sobrepeso. A mayor índice de masa corporal está comprobado que mayor es la incidencia de cáncer de endometrio.
Además la obesidad, que es considerada un riesgo «oculto» del cáncer frente al más «visible» que es desarrollar enfermedades cardiovasculares, produce más insulina y un estado de inflamación crónica, que favorece al desarrollo de tumores en el tracto genital.
Otro factor de incidencia, que no se puede modificar, se da en pacientes que hayan tenido la primera menstruación a muy temprana edad y hayan entrado a la menopausia a mayor edad. Quienes a lo largo de su vida tuvieron mayor cantidad de ciclos menstruales tienen más riesgo.
Pero esta causa no tiene gran presencia en las estadísticas, como tampoco la tiene la carga genética de predisposición a desarrollar este tipo de cáncer.
AS