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Cómo es el castillo delirante que Sandro mandó a construir en Boedo

Digamos todo: Sandro debía ser flor de monárquico y lo sublimaba a través de sus propiedades. Le gustaba la realeza. Debía creerse un rey sin corona o quizás detestaba las expensas, los vecinos y pretendía que le trajeran las compras del super en una carroza.

No existe otra explicación para su amor por las fortalezas. Al caserón inexpugnable de Banfield, hay que sumarle un tesoro menos conocido y porteño con forma de castillo, y no precisamente de arena, ubicado sobre la avenida Pavón en el barrio de Boedo.

Acabás de pasar por esa construcción inaudita y anotás: avenida Pavón 3939. Parece de Rasti, sólo le faltaría la zanja y el puente levadizo. Como todavía nos queda un gramo de capacidad de asombro, tocamos el timbre (sí, un castillo con portero eléctrico).

El castillo de Sandro, sobre la avenida Pavón. Foto Constanza Niscovolos

El castillo de Sandro, sobre la avenida Pavón. Foto Constanza Niscovolos

Excalibur Records

Atiende un hombretón que se parece al cantante de Catupecu Machu.

-Perdón, me dio curiosidad saber quién vivía acá…

-¿Acá? Esta era la productora de Sandro…

-Sandro… ¿Sandro?

-Sandro, sí. Su productora, no su casa. Acá funcionaban las oficinas de Excalibur Records.

Excalibur Records, ese era el nombre de la productora de Sandro, en el barrio de Boedo. Foto Constanza Niscovolos

Excalibur Records, ese era el nombre de la productora de Sandro, en el barrio de Boedo. Foto Constanza Niscovolos
Si mirás bien, en la puerta hay un par de carteles donde consta que la Ciudad le hace un reconocimiento no a la arquitectura desopilante del inmueble, sino al ídolo. Además hay una imagen del ídolo que la habrá hecho el mismo escultor que hizo a Evita en la 9 de Julio.

-La misma persona, sí, tal cual, Alejandro Marmo. Y la donó. Dos iguales hay. Una para la casa de Banfield y otra para el castillo.

Marley, el conductor de televisión, pasó hace poco por acá, sin Mirko, y tuvo la misma desorientación de este cronista. En el castillo de Sandro que pocos conocen, tuiteó sorprendido por el hallazgo.

Visitas guiadas

-¿Querés pasar? –nos invitan abriendo una reja metálica-. Hay visitas guiadas hoy. Pasá…

En una pared ves un dibujo del castillo que ahora mismo estás pisando. ¿Y esto? “Es el boceto hecho por Sandro. El diseñó todo, hasta las manijas de las puertas y las aberturas de las ventanas. Todo. Es un castillo morisco. Se ve que le gustaba ese estilo…», nos explican.

El que habla es Luis, Lucho Ortiz, inquilino «real» de una propiedad que actualmente funciona de varias maneras, con clases y talleres, y es sede del Cultural CAVA, un lugar de vinos.

Lucho Ortiz, a cargo del castillo de Sandro. Es sede de un lugar con clases y talleres sobre vino. Foto Constanza Niscovolos

Lucho Ortiz, a cargo del castillo de Sandro. Es sede de un lugar con clases y talleres sobre vino. Foto Constanza Niscovolos
Llegó poco antes de la pandemia el inquilino de Sandro. Cuenta que el alquiler se lo paga a Olga, la mismísima Olga Garaventa, viuda del artista.

«¿Te diste cuenta que los herrajes son de hierro macizo?», apunta como si fuéramos capaces de valorar semejante cosa. «Es más, a la mismísima Olga, Sandro la conoció acá, en el castillo. Ella fue contratada para las tareas de limpieza. Olga vivía a la vuelta, así que le quedaba bárbaro…»

¿Cómo haría, solita y su alma, para ordenar semejante palacete de tres plantas y tantas habitaciones que uno pierde la cuenta?

Como si estuviéramos en un multiverso de Marvel, el castillo es una ciudad dentro de otra. Y también es un estado de ánimo, una forma de vivir, sin tanto alarde, la «experiencia» de un Museo Sandro.

Recuerdos, objetos personales del Gitano, una muestra cronológica de su carrera, fotos, instrumentos. En Liverpool hay algo parecido, pero dedicado a Los Beatles.

«No tenemos ningún subsidio», dice o se queja Luis, mientras subimos una escalera y llegamos a un estudio de radio donde las míticas «nenas» hacen su programa dedicado al prócer.

Aquí y allá hay habitaciones en fila que antes eran oficinas y ahora son lugares para practicar taekwondo, hacer música en vivo o proyectar películas.

Algunos objetos de Sandro, en exhibición en lo que fuera su castillo. Foto Constanza Niscovolos

Algunos objetos de Sandro, en exhibición en lo que fuera su castillo. Foto Constanza Niscovolos

Una compra rápida

En 1979 esto era una casa chorizo. La leyenda cuenta que Sandro iba al viejo Canal 11 para hacer una presentación y en un momento ve un cartel que dice “En venta”. Pide que el auto se detenga, baja, copia un teléfono. A la semana siguiente la propiedad ya era suya.

De ahí en más empiezan los bocetos del “castillo”. Trazos delirantes y delineados por él, revisados y firmados por un arquitecto y finalmente aprobados por la Municipalidad el 27 de noviembre de 1985.

-¿Y vos como sabes todo esto, Luis?

-Me lo contó Olga. No te olvides que ella entró en la vida de Sandro aquí. Al principio, te dije, se ocupaba sólo de la limpieza,pero después se transformó en una suerte de intendenta del castillo.

En la planta baja hay letras manuscritas debidamente enmarcadas. Una vitrina expone determinada copa con la que Sandro tomaba determinada bebida espirituosa. Hay una bata, que no es la mítica bata roja, y está la decoración gigante de una flor, la rosa púrpura que Sandro usó como escenografía de un espectáculo famoso.

-¿Todas estas cosas estaban acá?

-No, no, me lo prestó Olga. Olga y su hijo Pablo. Para ellos es importante que se sepa la historia de este lugar que Sandro originalmente construyó para que sea un estudio de grabación. En realidad, su sueño era grabar junto a Tina Turner. Luego terminó siendo una productora…

El terreno de la casa chorizo era de 8,66 de frente por 60 de fondo. Los arquitectos le advirtieron a Sandro que, técnicamente, no se iba poder hacer un estudio por la vibración que venía de la calle. En ese entonces, Pavón era toda empedrada.

Memorabilia de Sandro en su castillo de Boedo. El lugar tiene visitas guiadas. Foto Constanza Niscovolos

Memorabilia de Sandro en su castillo de Boedo. El lugar tiene visitas guiadas. Foto Constanza Niscovolos
¿Qué hizo el Sandro arquitecto? ¡Mandó construir un castillo antisísmico! Eso es lo que es esta edificación cuasi nobiliaria, perdida en medio de un barrio mezcla de literatura, tango, casas bajas y bodegones.

La locura palaciega recién se inauguró en 1989, plena hiperinflación. Los vecinos no podían creer lo que veían sus ojos. Excalibur Records funcionó desde 1991. Acá es donde Sandro hacía reuniones y firmaba contratos. Acá es donde alguna vez le dijo a su representante y amigo Aldo Aresi: “Che, está buena Olga”.

A todo esto, Luis es sommelier. En la terraza organiza catas y esas cosas propias de la vitivinicultura. “Yo no sabía nada del castillo y mucho menos que esto había sido propiedad de Sandro. Entré a una inmobiliaria, me hablaron del lugar y cuando lo vi quedé impresionado. Y mudo».

El inquilino mes a mes fue conociendo a Olga y se volvió un experto. «La historia de Sandro me tomó por completo», dice antes de aclarar que Olga es la heredera universal del todo el patrimonio de Sandro y Pablo, su hijo -con quien Luis tiene trato cotidiano- terminó siendo asistente personal del Gitano. 

En uno de los pisos funciona la muestra cronológica que hace llorar a los fans: comienza por el principio, con Los de Fuego. Luis narra todo con hipnótico magnetismo. En una foto se lo ve a Sandro en la puerta de La Cueva, la icónica cueva donde nació el rock nacional. La Cueva de Sandro, se lee.

Los de Fuego, la banda de Sandro con la que comenzó todo, homenajeada en una pared de su castillo. Foto Constanza Niscovolos

Los de Fuego, la banda de Sandro con la que comenzó todo, homenajeada en una pared de su castillo. Foto Constanza Niscovolos
«Era de él -explica Luis-, pero el rock medio que escondió el dato porque consideraba que Sandro había sido un traidor que terminó haciendo baladas…»

Durante el recorrido pasamos por una exposición de fotografías que se llama Desde la platea, fotos tomadas por las “nenas” con las que Sandro tenía un trato humano, alejado de la relación ídolo/groupies. La muestra es sensacional, da para otra nota.

«Era un fenómeno Sandro, un tipo capaz de hacerse cargo y hasta pagar intervenciones quirúrgicas de sus más fieles seguidoras. Absolutamente inusual lo suyo: afectuoso, cercano, nada que ver con nada relacionado a los ídolos populares».

Una guitarra blanca a lo Elvis, la bata (otra) con la que hizo su última presentación en el Gran Rex. Imágenes de su recital en el Madison Square Garden de Nueva York. La oficina del ídolo ahora convertida en un auditorio de radioteatro.

“En la visita se recorren las tres plantas del edificio y contamos la historia de esta construcción y los hechos que fueron marcando los destinos del lugar”, se informa en una página web.

957 metros cuadrados. En la Planta baja, un bar temático lleno de objetos personales y recuerdos. En el pasillo, una vitrina donde se puede ver una colección de todos sus discos simples.

Un hermoso rincón del castillo de Sandro en Boedo. Foto Constanza Niscovolos

Un hermoso rincón del castillo de Sandro en Boedo. Foto Constanza Niscovolos
-¿La gente conoce este lugar? Quiero decir, ¿tienen las visitas que Sandro se merece?

​-Como todo lo que tenía que ver con la actividad de Sandro fuera del escenario, este no era un lugar alcanzado por los reflectores. La gente no tenía por qué saber. La tarea de darlo a conocer ahora, desde que conseguimos la habilitación del espacio como centro cultural, es bastante reciente. No tenemos subsidios ni sponsors, así que es un trabajo muy a pulmón y artesanal. El famoso boca en boca.

WD