El marido de Fermina Godoy, una empleada doméstica de 33 años, fue a buscar a su esposa a la casa en la que trabajaba, un viejo caserón de Rosario habitado por dos ancianas desde hacía más de 50 años.
Cuando llegó, aquel 7 de noviembre de 1986, se extrañó de que nadie le respondiera a pesar de que se escuchaba una radio. Así que forzó la entrada, para encontrarse con una escena de horror: su mujer tendida en una cama, aferrada aún a un trapo de limpieza, muerta. Las dos ancianas también.
Eran Josefa Páez y Belia Zulema Ramírez de Páez, las dos “mamás postizas” de Fito Páez. Fue el día más oscuro del músico, el que marcó a fuego su vida y su música, del que se ocupa uno de los capítulos de la exitosa serie biográfica del artista, «El amor después del amor», en Netflix.
Fito estaba en Río de Janeiro, de gira, cuando se enteró del drama. Y el impacto fue profundo. La madre del músico había fallecido cuando él tenía apenas ocho meses, y su abuela y su tía habían llenado ese vacío. Un cuarto de hotel destrozado, whisky y Lexotanil fueron las primeras reacciones a lo impensable.
“Adoraba a la abuelita”, repetían algunos vecinos, conmocionados, sobre el músico. La identidad del asesino era un misterio absoluto. No había huellas ni objetos de valor robados, salvo algunas chucherías. La Policía detuvo al marido de Fermina, así como a una pareja allegada a los Páez, pero todos fueron liberados a las pocas horas.
Al recordar a sus “madres”, se soltó: “Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No la entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”.
Ya entrado diciembre se pudo determinar que dos de las mujeres habían sido asesinadas antes del mediodía, y que a Josefa la habían atacado cuando regresaba de hacer unas compras. Pero poco más.
La crónica de Clarín habla como al pasar de que en los 30 temas del recital “se sumaron varios de repertorio de Páez, incluso uno nuevo”. Ese nuevo, “novísimo” según la crónica, apareció en la media hora final sin mayores preámbulos, con la urgencia del caso, y se llamaba “Ciudad de pobres corazones”.
“Después del horror me empecé a dar manija y compuse, que era lo único que podía hacer”, soltaba entonces.
fito paez – ciudad de pobres corazones (video original)
Mientras terminaba de presentar La, La La junto a Spinetta en Mar del Plata, Fito tenía todo el disco en su cabeza, incluyendo el orden de las canciones. Antes de viajar a grabar a Brasil contaba: “Empieza con una pompa fúnebre y termina con un tema en el que me propongo hacer algo -bailar, pero es una metáfora- hasta que se pase la noche. Este disco es un bajón, pero loco sería que no fuese así. Es un disco urgente, como el dolor, me lo quiero sacar de encima lo antes posible”.
Finalmente, “Bailando hasta que se pase la noche” no iba a cerrar el disco, pero la pompa fúnebre (“Pompa bye bye”) se mantuvo como apertura y marca indeleble del espanto.
Una caída por azar
Parecía que el caso quedaba en la nada, hasta que en agosto de 1987 dio un vuelco por los misterios del azar.
Una travesti de Rosario, Paola, fue detenida por la Policía rosarina y se le hallaron joyas que habían pertenecido a la abuela del músico. Paola señaló a su amante, Walter De Giusti, de 24 años. El joven fue detenido junto a su hermano Carlos, de 19. Y confesó los crímenes.
Lo increíble de la historia fue que, apenas semanas después de los cinco asesinatos, De Giusti había ingresado a la Policía, en diciembre de 1986. Cuando lo detuvieron, era un agente más en la subseccional 15 de la localidad de Esther. En su casa fue encontrado un grabador que Fito le había regalado a su abuela Belia.
“No puedo calificarlos. Son locos, pero todos estamos locos. Yo tengo mis rollos y ellos los suyos. Los conocía desde hace muchos años, eran vecinos”, fue la reflexión de Fito a fines de agosto, con el caso esclarecido, y haciendo una venia para la foto junto al jefe de la Policía de Rosario, Deolindo Pérez.
Fito grabó un disco más para EMI, consiguió un contrato con Warner para publicar Tercer Mundo en un país al borde del desastre y, casi sin dinero y envuelto en una nebulosa, partió a España para encontrar el amor después del amor.