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Con un guiño a Milei, en la Corte buscan despegarse de las especulaciones por su ausencia en el Pacto de Mayo

Lejos del palacio de Tribunales, los teléfonos de tres ministros de la Corte atemperaron el aire helado del fin de semana con una de las decisiones políticas más delicadas que les tocó tomar desde hace un año y medio, cuando resolvieron que en la última Asamblea Legislativa presidida por Alberto Fernández serían representados solo por sus dos autoridades.

Aquella vez había un motivo evidente para ese duro gesto: un mes antes, el presidente había empujado el inicio de un juicio político a todos los ministros del máximo tribunal, bajo inspiración y orden de Cristina Kirchner. El 1 de marzo, entonces, sólo asistieron al Congreso Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.

Esta vez el desafío era otro: descifrar la respuesta correcta para la convocatoria de Javier Milei al Pacto de Mayo, en un acto nocturno cuyo diseño se desconoce previamente pero que en esencia es una invitación a adherir a un decálogo de principios económicos e institucionales alrededor de los cuales el gobierno busca establecer un consenso general.

Pero esa rosa, conversaron en lo más alto del poder judicial, venía con espinas cuidadosamente envenenadas. El Pacto de Mayo llega en medio del trámite para incorporar al juez Ariel Lijo y al catedrático Manuel García-Mansilla a la Corte, con el fervoroso sostén de Ricardo Lorenzetti y la menos ruidosa pero igualmente entusiasta resistencia de sus otros tres compañeros en el máximo tribunal, Rosatti, Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda.

En el fragor de esa guerra de trincheras, que hoy se combate en la comisión de Acuerdos del Senado, se arrojó ahora otra bomba nuclear: la versión de que las timideces y rebeldías en los distintos bloques -por un supuesto aplazo moral sobre Lijo y la bolilla negra a García-Mansilla por antiabortista- podrían ser sosegadas con la ampliación de la Corte, a siete o nueve miembros. Como ya se dijo aquí, más elefantes para disimular a los primeros.

El clima no era entonces el mejor para una foto de los máximos jueces del país junto al imprevisible jefe de Estado, excepto por un pequeño gran detalle que iguala el fiel de la balanza: ninguno de de ellos –sobre todo unoquiere quedar enfrentado a Milei ni parecer reticente a sus propuestas, justamente cuando no llegan envueltas en rayos y culebras, sino con una amable invitación.

El desafío es particularmente sensible para dos de los ministros de la Corte: Rosatti, que en sus últimos discursos viene recordando el contenido «capitalista» y «liberal» de la Constitución nacional; y Lorenzetti durante cuya presidencia en el tribunal reiteró hasta cansarse «la necesidad de construir políticas de Estado» de las cuales según su visión -y sólo suya- el poder judicial debería participar. ¿Cómo rechazar ahora el convite para adherir justamente a eso?

Volvemos entonces a este gélido fin de semana y los llamados personales entre los tres ministros que están en Argentina: siempre más rápido que sus colegas, Lorenzetti viajó al exterior antes del inicio de la feria judicial, y «lamentablemente» no se encuentra en el país para ir -o no ir- a Tucumán.

En esas conversaciones repasaron qué harían otros invitados para terminar de definirse, y se tomó la decisión de desistir de la invitación. Pero ni siquiera los colaboradores más cercanos a los ministros de la Corte conocieron los motivos de esa resolución, ni sus argumentos.

Recién este lunes, fuentes cercanas a los ministros compartieron esa explicación con Clarín: «la búsqueda de consensos es una medida de gran importancia que sin duda fortalece el federalismo y el sistema republicano. Pero por la especial responsabilidad institucional de la Corte y el poder Judicial, que deben controlar los actos de otros poderes del Estado, no es propio participar de encuentros de naturaleza política

En otras palabras: no podemos convalidar con nuestra presencia -mucho menos con una firma- una serie de definiciones políticas que podrían llegar a judicializarse, y entonces sí tendríamos que opinar sobre ellas pero en el marco de un expediente. «No hay nada opositor, ni es un desaire al presidente», se apuraron en aclarar.

Pero el desfiladero es muy estrecho, y la explicación podría no ser suficiente para apaciguar al león.