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Dándole de comer a la jirafita en Arabia Saudita, Lionel Messi no es un bebé de pecho


El argentino campeón del mundo tiene parte de la responsabilidad en el escándalo que decantó de su viaje relámpago a Asia. ¿Tiene derecho? Todo. ¿Era conveniente?

03/05/2023 20:40

Clarín.com Deportes Actualizado al 03/05/2023 21:03

Lo más fácil es decir que no se bancaron que Argentina, con Leo Messi a la cabeza, le ganara a Francia la final del Mundial. Nacionalismo infantil, mirada incompleta aunque no pocos olvidan lo que pasó con Maradona después de que Argentina “arruinara” el Mundial 1990 eliminando en las semifinales a Italia. En abril del 91 saltó el doping de Diego. Curioso. ¿El único “inmoral” en esa época del calcio era Maradona?

Sin embargo, Messi tiene parte de responsabilidad en el escandalete desatado en París y en la decisión de PSG. Hay un código futbolero no escrito y universal al que el rosarino pasó de largo: en la derrota hay que estar más unidos que nunca. ¿Qué se diría si alguno de los jugadores de River que se comieron la goleada en el Maracaná ayer hubiera aparecido con toda su familia paseando por Cataratas, Bariloche o Mar del Plata? No es inocente la enternecedora foto familiar de los Messi dándole de comer hierbas a la jirafita en Arabia Saudita. Fue un mensaje.

Foto: Saudi Ministry of Tourism/Handout via REUTERS

Foto: Saudi Ministry of Tourism/Handout via REUTERS
Es cierto que Messi tenía un compromiso firmado con los árabes. También es cierto que, en tanto figura mundial, la relación de fuerzas le daba como para posponer el compromiso. No lo hizo. Tampoco el fin de semana anterior, cuando se fue a pasear en bicicleta por Casteldefelds. Ni el anterior, cuando junto a la familia de Cesc Fabregas visitó Eurodisney. ¿Tiene derecho? Todo. ¿Era conveniente?

Si es cierto que Messi ya tenía tomada la decisión de no renovar con PSG y buscar otro destino para su otoño futbolístico hasta que llegue la primavera de la próxima Copa América y el Mundial 2026, pudo haberlo comunicado directamente a los qataríes. Lo que no se sabe es si lo había hecho y el viaje relámpago reforzó esa comunicación o fue una respuesta al presunto enojo de los dueños de PSG.

Foto: EFE/EPA/MOHAMMED BADRA

Foto: EFE/EPA/MOHAMMED BADRA
No es probable que Messi esté interesado en la geopolítica pero se convirtió en actor de las rispideces históricas entre Qatar y Arabia Saudita. El viaje pudo ser interpretado como una afrenta, una visita al adversario (¿enemigo?) de los jeques que pusieron una fortuna cuando llegó desde Barcelona arrojado a su suerte por los catalanes. También es cierto que Messi amortizó la inversión largamente a pesar del fracaso de dos años de PSG en la Champions League.

No es menor que en los dos años de estadía en París fue víctima de una campaña de prensa de los medios deportivos franceses tan descarada como feroz, agudizada después de la final de diciembre en el Lusail. Realidad incontrastable que abona la teoría del nacionalismo herido. Sólo faltó que le reclamaran no cantar la Marsellesa. Ya sabemos lo que diría Maradona en ese caso: “Franchute, la tenés adentro”. Suena brutal, como el trato que por estas horas recibe Messi.