(*) Columnista invitado. ¿Todas las provincias actuales, ya existentes hacia 1816, reconocieron aquella celebración? ¿A quiénes incluía el acta de independencia?
09 de julio 2024, 05:42hs
De la Revolución a la Independencia
Los sucesos de la Semana de Mayo de 1810 dieron origen al primer “gobierno criollo”, es decir, compuesto por habitantes nacidos en este suelo. Si bien lo gobernaban en nombre del rey español Fernando VII, que se encontraba apresado por Napoleón, ya existían tendencias que buscaban el inicio de un proceso emancipatorio. No obstante, entre 1810 y 1816, se fueron dando diferentes sucesos que llevaron al retroceso o profundización de aquellos deseos independentistas.
Por lo pronto, desde 1812 contábamos con una bandera celeste y blanca que se diferenciaba de las usadas por la corona española . Y desde la Asamblea del Año XIII (1813), con un escudo, una escarapela y un himno para entonar contagiosas estrofas revolucionarias. Aquella asamblea, que pretendió inicialmente sancionar una constitución, reconoció como estandarte de la nueva administración al liberalismo. Por eso, se sancionó la libertad de prensa y de religión. Para entender estas reformas, hay que comprender que el liberalismo era entendido como la reivindicación y defensa de los derechos innatos del individuo por su condición humana, frente a la arbitrariedad y omnipresencia de, en aquella época, el monarca absoluto. Retomando lo realizado por la Asamblea del año XIII, esta también reconoció el fin del trabajo reglamentado de los “indios” y la libertad de vientres, es decir, que todo hijo o hija de madre esclava nacería en libertad.
Como dato interesante debemos comentar que fruto de esta última legislación nacería uno de los primeros habitantes afroargentinos de las Islas Malvinas. Nombrado Daniel, sus padres habían sido trasladados a las islas, en calidad de esclavos, por el gobernador y comandante Luis Vernet en 1829. Este hecho, junto al de otros nacimientos en las islas bajo gobierno argentino, refuerzan nuestro reclamo soberano tras la invasión y usurpación británica de 1833. Para finalizar con este dato de color, pero de suma importancia para el interés nacional, cabe recordar que la esclavitud en suelo argentino recién sería abolida con la sanción de la Constitución Nacional en 1853. También hay que reconocer que la libertad de vientres, si bien liberaba a los recién nacidos, estos seguían bajo el aura esclavista ya que los niños convivían con sus padres esclavizados.
Pero el problema de la adhesión comenzaba a volcarse hacia las provincias. Al comienzo de la Revolución de Mayo muchas de ellas, como Córdoba, habían tomado posturas pro-realistas y contrarias a las de la revolucionaria Buenos Aires. Sus dirigentes y algunos fieles católicos cordobeses veían en los revolucionarios liberales un ataque hacia las costumbres católicas. Pero con la formación del Directorio, otras provincias comenzaron a sospechar también de los verdaderos intereses de aquel gobierno establecido en Buenos Aires. Este, en nombre de la revolución, tal vez querría jugar las cartas a su favor.
Aquí comienzan las primeras disputas entre centralistas y federales. Los primeros querían la hegemonía de Buenos Aires: esta dirigiría el proceso emancipatorio y privilegiaría sus intereses confundiendo los del Directorio, de alcance general, con los de aquella provincia. Los federales, por otro lado, defendían los antiguos localismos y una postura política que privilegiaría la autonomía y soberanía de las provincias: la confederación.
El principal líder de aquel movimiento fue Gervasio Artigas. Comandaba desde la provincia de la Banda Oriental, actual Uruguay, su “Liga de los Pueblos Libres”. Convocó un congreso en 1815 buscando la adhesión de otros territorios: la confederación prometía que ningún poder estaría por encima del de los gobernadores. Reconocía una unión histórica y cultural entre las provincias, pero no bajo una autoridad suprema, y sólo actuarían conjuntamente en caso de agresión externa. En aquel congreso estuvieron representadas las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, que se declararon “libres” de las decisiones de Buenos Aires. Las tensiones fueron escalando entre el Directorio, Artigas y los gobernadores, imposibilitando la firma de un pacto que lograra acuerdos en cuanto a las políticas a llevar adelante. En medio de la guerra contra España y la amenaza siempre latente de los malones, también amenazaba con comenzar una guerra civil entre criollos; no tardaría mucho en llegar.
Ante esta situación caótica interna, se sumaba otra que venía desde el otro lado del Atlántico: Fernando VII había sido restaurado en el trono en 1814 tras la derrota de Napoleón. Además, el Congreso de Viena – una reunión de monarcas europeos que buscaba terminar con la expansión de la revolución francesa, el liberalismo y el republicanismo – buscó retornar al “Antiguo Régimen”; es decir, a la causa monárquica. España no se quedaría atrás y enviaría una expedición para disciplinar a sus rebeldes colonias americanas.
La situación en Europa siempre fue un termómetro para las decisiones que se tomaban en la “colonia rebelde” rioplatense. Los británicos, aliados de los españoles contra Napoleón, si bien deseaban un Río de la Plata libre para poder comerciar, les aconsejaban a las autoridades ser cautas dado que no querían perjudicar a uno de sus mayores aliados contra el “tirano” de Córcega. Como medida intermedia, uno de los primeros directores, Carlos María de Alvear, le había ofrecido a la corona británica tomar como colonia a las Provincias Unidas; esto no fue muy bien recibido por los locales y terminó renunciando.
Pero a principios de 1816, Napoleón ya estaba finalmente derrotado. Por eso, es con la llegada del director Juan Martín de Pueyrredón, amigo de San Martín, cuando se convocó un Congreso Constituyente en Tucumán para la sanción de una independencia definitiva. Esto definiría las políticas a seguir frente a una ya hostil España. De esta manera, no sólo San Martín comandaría a su Ejército de los Andes como general de un país independiente – logrando también las independencias de Chile y Perú -, sino que también se buscaría definir sobre qué bases se asentaría el naciente pueblo.
Sobre los ideales liberales de lo dictado por la Asamblea del año XIII, los diputados discutieron, en primer lugar, qué tipo de gobierno debería conformarse. Belgrano recomendó una monarquía Inca, a fin de contentar a los monarcas europeos pues la república era muy “revolucionaria” para ellos. También tentaron algunos príncipes europeos para que tomaran la corona, pero estos se desinteresaron. El pueblo y la prensa no estaban tan de acuerdo: ¿Librarse de una monarquía para atarse a otra? San Martín deseaba un gobierno fuerte, y descreía del “federalismo”: eran tiempos de guerra y de amenaza constante. Todas estas discusiones quedarían para luego de la declaración del 9 de julio, cuando se emprendiera la redacción de una nueva constitución en la ciudad de Buenos Aires… imaginen como tomaron esto los gobernadores. Nuevamente el centralismo porteño interviniendo en los intereses de las provincias, una historia que terminaría con la derrota del Directorio y posterior invasión de Buenos Aires por parte de las tropas de Santa Fe y Entre Ríos en 1820.
Uno de los sentidos de poner la expresión “en Sudamérica” era dejar la puerta abierta para la integración de las provincias que se habían ido con Artigas. También, de aquellos territorios antes pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata y que ahora estaban bajo dominio “realista” o habían desistido de las órdenes de Buenos Aires: Alto Perú (actual Bolivia), Paraguay y parte de la Banda Oriental. Pero también iban más allá de las antiguas fronteras regionales, abarcando todo un continente agitado por la lucha emancipatoria, reflejando una misión revolucionaria y libertadora de alcances continentales que excedían las ya endebles fronteras nacionales: se contemplaba la liberación – o incorporación – de todos los pueblos que desearan ser libres de las ataduras españolas y, como dice claramente el acta, “de toda otra dominación extranjera”.
En síntesis, desde aquella declaración, el camino para la cohesión nacional tardaría muchos años en llegar. Como vimos, la declaración de independencia no abarcaba a todas las provincias ni a todo el territorio de lo que hoy conocemos como República Argentina. Los conflictos internos arremetían con la revolución y la guerra independentista. Algunos historiadores hablan de una gran “guerra civil”, no sólo dentro de nuestro territorio, sino entre todos aquellos países que antes estuvieron unidos bajo la corona española.
La fecha del 9 de julio y la denominación de “Provincias Unidas en Sudamérica” convocan a un período de pactos en busca del interés nacional, pero también debería hacerlo en términos de la integración regional. Y con la Argentina al frente, tal como lo pensaron aquellos hombres de Tucumán en 1816. El camino de los pueblos sudamericanos es la unión y la búsqueda de intereses recíprocos por encima de cualquier posición personalista y desequilibrada. La historia de la región muestra que aquellos lazos de unión han costado, y cuestan, demasiado en construirse; Demasiado sabiendo que existe una amenaza para la región siempre presente e interesada sobre el horizonte.
(*) Nicolás Fernán Rey es Magister en Historia, Profesor adjunto en la Universidad del Salvador y docente de educación Media.