Robusto, de manos grandes y gastadas; verborrágico y entrador. Antonio Juan Manuel Arcos Cortes habla tan rápido que a veces se olvida de respirar. Lo hace con un léxico relajado y callejero.
Así lo describe ante Clarín un empresario local con la piel curtida por el mar que estuvo desayunando hace pocos días con el hombre que compró el hotel de la tragedia. La torre trasera del Hotel Dubrovnik, de 25 metros de altura, se desplomó de costado después de unos trabajos de reformas que habrían sido ilegales.
«Un delirio lo que hicieron. Para hacer una ventana, rompieron una columna de hormigón, clave para sostener la torre. La construcción se empezó a inclinar. Se desplomó sobre otro hotel, hacia la avenida Buenos Aires, a unos 60 metros de la playa», describen a este diario desde la Municipalidad.
Ya hay un muerto y siete personas están atrapadas entre los escombros. Los perros de los rescatistas habrían sentido algunas «alteraciones», pero ahora aclaran que no significa que sean respuestas a los ruidos del martillo especial que usan para intentar comunicarse con los posibles sobrevivientes.
«Tenemos todas las esperanzas de que ocurra un milagro y trabajamos para eso. Pero hay que ser claros: no hay muchas posibilidades de que se encuentren con vida», le dicen a Clarín uno de los especialistas que trabaja en el lugar y apenas lleva dormidas un par de horas desde que se desencadenó la tragedia. El Gobernador Axel Kicillof llegó este mediodía al lugar.
Entre los desaparecidos opr el derrumbe del hotel Dubrovnik está María Rosa Stefanic, que en abril le vendió la propiedad a un empresario. El empresario que habla con Clarín es Jorge Cocco, presidente de la Asociación Hotelera de Villa Gesell. «Por medio de Rosa, mi querida amiga y vendedora del hotel (la dueña anterior, atrapada entre los escombros), armamos un desayuno de trabajo en un parador», indicó.
«Antonio, el empresario en cuestión, fue cortés pero un arrebatado y mal hablado. No me dio una buena impresión. Me contó que había comprado otro hotel en Mar del Plata. Te lo digo directo y quizás esté equivocado, pero me pareció un tipo medio chantún con plata», describe.
Este diario intentó comunicarse con el empresario y su socio, Rubén Abelardo Gualdoni. Optaron por no contestar. La Fiscalía los podría acusar, entre otros delitos, de estrago culposo. Podrían ir a la cárcel. Este miércoles, dos abogados de los dueños se presentaron con planos en la Justicia.
La Municipalidad los acusa de haber realizado obras en forma clandestina que produjeron el desmoronamiento. Hay cuatro detenidos: dos contratistas y dos obreros.
La fiscal es Verónica Zamboni es la titular de la Unidad Funcional de Instrucción N° 6. Fue la misma del caso por el asesinato de Fernando Baez Sosa. También estuvo a cargo de la investigación cuando hace dos años se desprendieron dos balcones de un edificio ubicado a sólo 100 metros de la tragedia del hotel
Los detenidos son un hombre y su hijo contratistas y dos albañiles que habrían escapado del lugar cuando la torre se vino abajo. «Algo raro en la obra hay. Yo estaba en el lugar cuando volvió el albañil que se había ido. Lo mató la curiosidad: volvió a las 2 horas aproximadamente. Ahí fue cuando lo detuvieron y fueron a buscar a su compañero», relata un reconocido periodista geselino.
El nuevos dueño del hotel figura en actas al frente de la empresa Parada Liniers, que gestiona la terminal de micros de ese barrio porteño. Hasta donde se sabe, además de estar ligados al transporte se encargan de comprar hoteles antiguos o en mal estado, hacerles una rápida lavada de cara y mejoras, para luego usufructuarlos.
También son dueños de estacionamientos de autos y pequeños comercios polirubro. Extraño, o quizás no tanto: no tienen perfiles ni personales ni de la compañía en las redes sociales. O fueron borrados en las últimas horas.
Con la anterior dueña, María Rosa Stefanic, firmaron una cláusula para que se quede a vivir en una habitación del 2 piso durante el verano.
«Rosita se compró una casita en General Madariaga. La venta fue en abril. Pero como quería despedirse de sus empleados de toda la vida, pidió quedarse este último verano en Gesell. Pero esta vez, sin trabajar. Me rompe el corazón. Los dueños se habrían hecho cargo de la administración», agrega Cocco.
SC