De la pandemia, no salimos igual. En mayor o menor medida, el coronavirus dejó una marca en todos. Y en materia de salud mental, se está notando. Lo confirman especialistas en psicología que señalan que aumentaron los casos de ansiedad por enfermedad o preocupación excesiva por cuestiones de salud.
Para Marina Stordeur, psicóloga clínica y profesora adjunta interina de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en pandemia se vulneró la confianza sobre la regulación del propio cuerpo.
“Antes no nos daba miedo un dolor de garganta, porque implicaba tener gripe, algo leve. Desde el Covid esto cambió ya que algunas personas empezaron con molestias de ese estilo y sus cuadros se agravaron”, advierte Stordeur, quien asegura que con el coronavirus algunas cuestiones “se transformaron en temas de vida o muerte”.
Por eso, sigue, hoy no tenemos certezas de que lo simple no se complique. “El pensamiento catastrófico que suelen tener las personas con ansiedad por enfermedad o hipocondría se confirmó en pandemia. Todo eso muy malo dejó de ser la excepción”, comenta la psicóloga.
Explica que la persona que presenta este tipo de trastornos interpreta cualquier signo de su cuerpo como síntoma de una enfermedad grave. “No ubica estadíos intermedios o niveles. Lo primero que piensa ante un dolor de cabeza es que tiene un tumor, por ejemplo. Y busca elementos para confirmar esa hipótesis, muchas veces a través de internet”, aporta.
Según Stordeur, lo que se observa después de la pandemia son más situaciones de ansiedad y, en algunos casos, esa ansiedad está asociada a cierto miedo por la salud.
“Las personas que sufrían ansiedad por enfermedad quedaron más vulnerables, ya que se presentó la fantasía temida», cuenta la especialista. Y remarca que «suele existir un componente del aparato psíquico y otro vinculado con la forma en la que transitó el coronavirus».
El psicólogo y sociólogo Martín Wainstein, director de la carrera de especialización en Psicología Clínica de la UBA y director de la Fundación Gregory Bateson, dice que “la pandemia generó una exposición muy fuerte a la representación de la muerte como estímulo”.
“Fuera de situaciones de guerra, nunca en nuestro tiempo estuvimos tan conectados con la muerte. Era escuchar todos los días que habían fallecido 200 personas por un virus sobre el que, antes de las vacunas, solo podíamos encerrarnos y lavarnos las manos. Eso no es gratuito, dejó una marca”, afirma Wainstein.
Y agrega: “Superada la pandemia, cualquier fenómeno retraumatiza. Aparecen casos de dengue, por ejemplo, y rápidamente se plantea un panorama dramático».
A su vez, destaca que «los medios le están prestando más atención a estos temas y difunden noticias sobre potenciales amenazas para la salud, eso tampoco ayuda ante cuadros de ansiedad. Otros temen por los posibles efectos del Long Covid”.
Wainstein señala que la situación se torna compleja cuando el miedo limita. “El problema surge cuando por temor una persona no puede salir a la calle o relacionarse. Hay que diferenciarlo de un cambio de hábito. Una cosa es no compartir el mate y otra es no poder ir al trabajo por miedo al contagio”, detalla.
Martín Etchevers, doctor en Psicología y profesor titular de Psicoterapias de la UBA, dice que no solo se vulneró la confianza sobre las propias posibilidades de recuperación, sino también sobre el sistema de salud. “¿Y si falla? ¿Y si lo que tengo es algo nuevo que no conocen?”, se preguntan muchos.
“En mi consultorio se registraron más consultas por esta preocupación asociada a cuestiones de salud. Muchos se sienten más débiles y amenazados y cuando vamos a buscar las razones, los pacientes se refieren a cambios vinculados a la etapa pandémica”, resalta Etchevers.
Señala que “las personas que tenían una inclinación a sentir o interpretar signos físicos como una enfermedad grave tuvieron un refuerzo muy clarito con el Covid”.
Hay evidencias, sostiene Etchevers, de que la pandemia “aumentó los niveles de estrés post traumático, los duelos no resueltos, la ansiedad y la depresión y esto, a la vez, incrementó las probabilidades de que se consoliden trastornos de preocupación por la salud”. Esto tiene que ver con que “vivimos una experiencia dolorosa y genuina”.
Dice que había personas que ya sufrían de este trastorno y que, en ellas, el cuadro se agravó; y otras a las que seguramente se les despertó después del coronavirus.
“El miedo no se terminó”
“Hace 10 años que trabajo en el mismo lugar, jamás me tomé licencia por enfermedad. Antes del Covid, prácticamente no me dolía la cabeza ni me resfriaba. Y si me ocurría, no me preocupaba”, le cuenta Lorena (37) a Clarín.
Eso cambió con el coronavirus, según comenta. “Llegó la pandemia, pasé a la modalidad home office y estuve dos años casi encerrada. Las veces que me picó la garganta, me fui a hisopar a La Rural. Ante el primer indicio, me testeaba, nunca di positivo pero estoy segura de que tuve Covid al menos en tres oportunidades”, asegura.
«Puedo decir que entré al club de los hipocondríacos. Es que en pandemia tuve a mi papá y a mi hermana internados por coronavirus y a mi mamá grave. Y el miedo no se terminó», relata.
Y comparte una situación que vivió hace poco. «Nunca fui de levantar fiebre, la semana pasada tuve 38,8° durante un solo día y en seguida pensé: ¡Es dengue!. Claramente, no era. Pero me quedé con esa idea, con ese miedo. Algo que antes de la pandemia no me pasaba», cierra.
PS