La serie sobre los primeros 30 años de vida de Fito Páez, El amor después del amor, se consolida como lo más visto en la plataforma Netflix en la Argentina y entre las 10 más vistas de habla hispana.
En ella se destaca las actuaciones, el libreto y los escenarios, pero principalmente su banda sonora, que traslada sobre emociones, no sólo a la vida y obra de Fito Páez, sino a nuestra historia como país en los últimos 30 años.
Detrás de cada melodía y cuidando cada acorde, están los músicos vitales de la banda de Páez, Diego Olivero -bajista- y Carlos Vandera -cantante y guitarrista-, con la misión lograda con creces de hacer dialogar las composiciones musicales con las actuaciones, para formar así junto a la dirección de la serie, un relato propio sobre aquellos inspirados y tormentosos años del artista rosarino.
Canciones regrabadas
La historia de Fito en imágenes: un atardecer porteño en el que alguien promete inmortalidad para conquistar amores y corazones en el “viejo mundo”, un respirador que parece danzar entre la tierra y el cielo junto a una baguala que sabe doler y amar hasta los huesos, un “chico de la tapa” o de Rosario, dispuesto a poner todos patas para arriba sólo para no morir de amor.
Para El amor después del amor no se iban a usar aquellas viejas grabaciones, sino que se realizaron nuevas versiones, grabadas en rodaje, “para tener la vibra de la época y conseguir la emoción de aquel sonido, nos parecía fundamental que se tocaran los instrumentos en el momento”, explica Carlos Vandera en diálogo con Clarín.
“Cuando aparecía el poder de esas canciones se transformaba completamente la atmósfera de la filmación. A veces el set se convertía en una fiesta a las 3 de la mañana y después de trabajar 10 horas. Ahí sentíamos con Carlos que si esto se llegaba a trasladar a las casas iba a pasar algo muy grande”, dice Olivero.
El trabajo de Carlos y Diego tuvo tres etapas: preproducción, grabación junto a los músicos en el set y posproducción. Ambos destacan lo “alucinante de trabajar con este nivel de detalle en el que nada era pasado por alto”. Y en ese engranaje perfecto la música tenía una función primordial y lo ejemplifican con una de las escenas más emocionantes.
El poder de las imágenes y la música
En un momento, la hermosa baguala DLG, que cierra el disco Giros de 1985, comienza con una chaya, que se funde rítmicamente con un respirador artificial.
Olivero explica que para conseguir ese efecto hubo que cambiar un poco la rítmica del tema. “Fue una genialidad de la dirección, que conjuntamente con una resignificación de la primera estrofa crean un clima muy elevado”, explica quien trabaja con Páez desde el 2010, en la grabación del disco Confiá.
“Todas las canciones -cuenta Vandera- se hicieron específicamente para el libreto y buscaban contar una parte de la historia. Nada suena como en los discos de Fito, pero a la vez tenían que cumplir con la emoción con la que fueron creadas”.
Y agrega: “Éramos un pequeño engranaje dentro de un gran aparato, que es inmenso. Cuando ves la cantidad de departamentos trabajando para una escena de 20 segundos. entendés cuál es tu responsabilidad y sabés que tenés que hacerlo perfecto”.
Encontrar a Charly, encontrar al Flaco
Entre los desafíos más grandes que recuerdan está el de ayudar a los actores a ponerle voz a aquellas canciones que marcaron la vida de todos los argentinos. “Había que buscar no a cualquier Luís (Spinetta) sino a «ese» Luís. Lo mismo con Charly, y ni hablar con Fito. Eso fue una construcción muy grande”, asevera Diego.
A lo que Carlos agrega: “Es muy difícil cantar las canciones de Fito, Charly o Spinetta. Son canciones que uno las tiene muy incorporadas, pero los actores hicieron un trabajo impecable ”.
“En tanto -agrega-, con Andy Chango sabíamos que teníamos que pedirle que se relajara y pusiera su energía. Si lo hacía. iba a aparecer aquel Charly de bigote bicolor”.
“A mi el que me sorprendió fue Joaquín Baglietto (quien actuó de su padre Juan Carlos)”, reconoce Olivero, al momento que puntualiza: «Cuando hizo la canción Mirtha de regreso, se grabaron siete horas de tomas y él nunca bajo la energía, no lo podíamos creer”.
Tengo un Fito en la voz
Agustín Britos es un cantante uruguayo, fanático de Páez, que fue el elegido por Vandera y Olivero para cantar los temas que interpreta el actor que personifica a Fito (Iván Hochman).
“Cuando me llamó Carlos, no lo podía creer. Me pidió una versión de El amor después del amor que tuve que hacer ese mismo día y pidiendo un micrófono prestado. A las 48 horas me avisaban que había sido seleccionado y tenía que viajar a Buenos Aires a grabar”, cuenta a Clarín.
Agustín explica que la construcción de aquellas canciones pedían “un Fito muy específico con registros más agudos que los de hoy”, pero antes que nada hacer foco en el “momento desgarrador que estaba viviendo”.
En ese aspecto el cantante cuenta lo que lo ayudó la actuación de Iván Hoffman, en la piel de Páez: “Yo lo veía correr y había que hacer a un Fito agitado o enojado y en esa construcción él fue fundamental”.
WD