El equipo nacional de pádel en silla de ruedas disputará en Madrid la competencia en la que participan sus pares de España, Costa Rica, Italia, Francia, Bélgica, Portugal, Países Bajos, Chile y Alemania.
En diálogo con Télam, cuatro de los siete integrantes del seleccionado compartieron sus experiencias sobre cómo el deporte cambió sus vidas y las expectativas y desafíos que enfrentan a la hora de practicarlo.
Lucas, del agua a la paleta
Lucas Díaz Apiroz es de Olavarría y fue representante argentino de paracanotaje en los Juegos Paralímpicos de Río 2016 y Tokio 2021, pero se retiró de ese deporte luego de nueve años ubicado en el octavo puesto del mundo.
Lucas, que también participó de varios mundiales, comentó que mantiene desde chico su gusto por el deporte pero tras un accidente en moto a los 19 años lo tomó como un desafío y comenzó a practicarlo de manera competitiva.
A los 42 años sintió que «se terminó un ciclo» con el canotaje y «retomó» el pádel de manera amateur y recreativa con sus compañeros de selección, con quienes, independientemente de la competencia, aseguró tener «una amistad muy linda».
Antes del pádel tuvo un paso por el parabádminton, en donde compitió y se coronó campeón nacional y quinto en el continente.
«Con el bádminton me empecé a relacionar con la silla deportiva, que es la que tiene las ruedas hacia la izquierda, inclinadas, y una atrás para que no te des vuelta. Yo vengo del agua, sé usar la silla de paseo, pero la deportiva es otra cosa«, explicó en diálogo con Télam.
«Me gusta el hecho de poder estar ahí para acompañar al otro, por más que las cosas no salgan, incentivar al otro a jugar hasta el último punto», comentó.
Para Alfonso, «cable a tierra» y rehabilitación
Por su parte, Alfonso Woolley tiene 29 años y empezó a practicar tenis en 2017 como parte de su rehabilitación tras un accidente en moto que tuvo ese año.
Después se volcó al pádel con algunos de sus compañeros de tenis, y se adentró al universo competitivo para participar de cinco torneos nacionales, de los cuales logró salir campeón junto a su pareja de equipo en dos ocasiones, y en las otras obtuvo el segundo lugar.
Sobre su preparación, aseguró que «siempre es al cien por ciento para dejar lo mejor», pero admitió que «están latentes» los nervios y la incertidumbre a la hora de jugar la primera copa del mundo y tener un cruce internacional.
El equipo argentino tiene integrantes de distintos puntos del país como Pehuajó, Olavarría, Cañuelas, Vicente López, Santa Fe y Neuquén, por lo que juntarse a entrenar a veces presenta ciertas dificultades.
Por eso los jugadores entrenan de manera individual y personalizada en su ciudad y luego, cada 20 días o un mes, se reúnen para compartir entrenamiento grupal de manera intensiva.
Alfonso aseguró que el deporte es su «cable a tierra» y una manera divertida y lúdica de rehabilitación.
A Alfonso la competencia le permite «generar un vínculo y cruzarse con otros» para demostrar capacidades individuales y poder medirse. «La competitividad busca generar la forma de mejorar y encontrar la mejor versión de uno, es lo que me ayudó a salir adelante», concluyó.
Guillero, el bioqímico que pasó del tenis al pádel
Los inicios en el deporte adaptado de Guillermo Camusso fueron en 2004 con el tenis, con el que tuvo la oportunidad de representar al país en varias ocasiones.
«El tenis tiene un nivel demasiado alto y complejo para poder jugarlo por los costos, es un límite bastante importante», contó a Télam, tras jugar el año pasado el mundial en Portugal.
«De los 24 a los 43, nunca dejé de jugar al tenis. A mi me encanta competir, esa es la realidad. Hace un par de años empecé a jugar al pádel con mis amigos -ellos parados-, y me di cuenta que si quería seguir jugando con ellos tenía que empezar a entrenar y formarme un poco más», dijo.
Guillermo aseguró que hace unos meses recibió la invitación para participar del Primer Mundial de Pádel que se disputará en Madrid, al que describió como un «desafío hermoso».
«La idea es abrir caminos. Me encanta saber que uno puede formar una buena base para que este deporte pueda seguir creciendo y que tenga cimientos sólidos y se sume más gente», expresó entusiasmado.
Guillermo, que es bioquímico y vive en Pehuajó, reveló que la traba más grande a la hora de jugar pádel adaptado es poder conseguir la silla adecuada y señaló que hay que «facilitar los medios» para que cada vez más chicos puedan jugar, por lo que fundó una ONG llamada Espiral. «Una paleta es fácil de conseguir. Una silla no», sentenció.
Para Diego, «ayuda a romper barreras»
«El pádel me ayudó a reencontrarme con el deporte después de quedarme con una discapacidad producto de un asalto», aseguró Diego Moliner, oriundo de la provincia de Neuquén y compañero de equipo de Guillermo.
Diego juega al pádel desde chico y durante su adolescencia en la década del 90 -cuando ese deporte fue furor en la Argentina-, lo hizo durante tres o cuatro años, pero tras su accidente lo abandonó para regresar al deporte con el tenis y al pádel adaptado.
Sobre representar al país en el primer mundial aseguró estar «muy emocionado» y «con mucha expectativa» y piensa la competencia como «un trampolín para que se juegue más a nivel internacional».
«Nosotros somos cabeza de serie y junto con Chile estamos empujando para que otros países también se sumen», aseguró e indicó que el deporte adaptado «ayuda a romper barreras» y que de las disciplinas en silla de ruedas el pádel «es una de las más inclusivas».
«Personas de pie pueden compartir con personas que se encuentran en sus sillas y, si bien es un deporte técnico cuando se hace en alto rendimiento, de manera recreativa es fácil aprender y jugar para divertirse», concluyó.
Forman parte del equipo nacional además Gustavo Ibañez; José Luis Castricini; y el director técnico, Juan Aranda.