En 1986, el cantante recibió la peor noticia de su vida cuando estaba de gira en Río de Janeiro. Su abuela y su tía, sus madres postizas, fueron asesinadas junto a una empleada que estaba embarazada.
29 de mayo 2022, 05:57hs
Los crímenes fueron macabros, pero además confusos. No fue un robo, ni un accidente, ni un ajuste de cuentas. No había explicación para semejante horror, pero sí se sumó a la historia el villano menos pensado. Se trataba de Walter De Giusti, el asesino, quien había sido compañero de la escuela del ídolo rosarino.
“Después de los crímenes, Fito cae en un pozo bastante denso y le cuesta mucho salir”, le dijo a TN Federico Anzardi, autor del libro “Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y Ciudad de pobres corazones”. En su investigación, que le llevó más de cuatro años y 80 entrevistas, pudo ver de cerca el cambio que sufrió el artista en esa etapa de su vida. Y apuntó: “Se volvió un ser sumamente sombrío, sin fe en la humanidad”.
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Recientemente, el propio Fito Páez en una entrevista con el periodista Julio Leiva se refirió a ese momento y destacó el papel crucial que tuvo quien era su pareja entonces, Fabiana Cantilo, para ayudarlo a salir de esa depresión en la que había caído: “Ya no había ningún sentido, mataron a tu familia, ya está. Mi papá había muerto hacía un año. Entrás en unos mambos que no tienen explicación, ni la psiquiatría puede hablar sobre qué le sucede a una persona que queda afectada de esta manera”, evocó el músico, y resaltó: “Fabi me saca de la cama, me agarró de los pelos una tarde me puso en un auto y me llevó a la sala de ensayo en Caballito y a la sala con Luis Alberto a ensayar la la la, si eso es salvarle la vida a alguien, ella lo hizo y no fue la única vez que lo hizo”.
La tía, la abuela y la empleada: las tres víctimas del asesino
A unos 3 mil kilómetros de distancia, ese 7 de noviembre hace 36 años, Fabiana Cantilo fue la única testigo del llamado y de la reacción de Fito Páez al enterarse de la tragedia. Belia y Josefa eran su abuela y su tía, pero también sus madres postizas. Es que ambas mujeres se habían hecho cargo de su crianza cuando él apenas tenía 8 meses, tras la muerte de su mamá.
Justamente fue su esposo quien, cuando ella no volvió a la hora de siempre a su domicilio, fue a buscarla a Balcarce. Después de insistir durante varios minutos golpeando la puerta sin respuesta, el hombre llamó a la Comisaría Tercera para pedir ayuda y al llegar los efectivos la tiraron abajo. Así se descubrió el triple crimen de Rosario.
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Fito Páez volvió de Brasil a su ciudad natal. “El mundo está mal hecho. Hoy me tocó a mí, hace cinco años le tocó a John Lennon. En este momento estoy aturdido, desamparado. Mataron al amor de mi vida, mi abuela”, expresó en diálogo con los medios.
Un collar, una novia y la caída del asesino
El esposo de Fermina fue el primer detenido que tuvo la causa, pero en poco tiempo se llegó a la conclusión de que haber sido el primero en llegar a la escena del crimen había sido el único “delito” de ese hombre y lo liberaron.
En tanto, un Fito descolocado aportó todos los datos que pudo sobre cómo vivían las víctimas con el único objetivo de colaborar con la investigación y que el hecho no quedara impune. No obstante, la escasez de pistas parecía sentenciar el caso a un cierre sin culpables. Así pasó un año. Entonces hizo su parición Paola.
La joven travesti, que lucía un collar de la abuela de Páez, presumió sobre la joya delante de un agente encubierto y, sin querer, fue la responsable de la caída de De Giusti al revelar que había sido él, su novio, quien se lo había regalado.
La verdadera cara del vecino: cinco crímenes en una semana
De Giusti había nacido en Rosario en 1962 y cursó el secundario en la escuela Dante Alighieri, donde conoció a Fito Páez. Pero fue el 31 de octubre de 1986, mientras muchos chicos en todo el mundo preparaban sus disfraces aterradores para celebrar Halloween, que Walter mató por primera vez.
A los 23 años y junto a su hermano Carlos, de 18, entró a una vivienda de la zona sur de la ciudad con la excusa de realizar un trabajo de plomería y asesinó a golpes y puñaladas a las dos mujeres que encontró en su interior: Angélica Barrosa de Cristofanetti, de 86 años, y a su hija adoptiva Noemí, de 31.
Solamente una semana fue el tiempo que esperó el flamante criminal para repetir la experiencia. En esa ocasión y de nuevo con la complicidad de su hermano menor, irrumpió en la casa de Balcarce 681. Allí mató a Belia Zulema Ramírez de Páez, abuela paterna de Fito, a Josefa Páez, de 80 años y tía abuela paterna del cantante, y a Fermina Godoy, de 33. Después se supo, además, que la empleada doméstica estaba embarazada.
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El 24 de agosto de 1987, Walter De Giusti fue condenado a reclusión perpetua y una década después, la defensa del asesino solicitó que cumpliera la pena en su casa, dado que en la cárcel se había contagiado VIH y estaba prácticamente ciego.
La muerte del asesino y un callejón sin salida
Cinco días después de volver al penal, el quíntuple asesino se descompensó y murió. Era el 12 de junio de 1998 y con él se llevó las respuestas de una masacre inexplicable. “No hay un motivo claro por el cual cometió esos crímenes”, dijo a TN Anzardi, y afirmó: “Ningún motivo por el que se pueda entender semejante barbaridad”.
Para el periodista, los asesinatos de la familia de Fito Páez no fueron una casualidad, pero casi. La cercanía del homicida respecto de la casa donde vivían las mujeres solas podría ser tal vez la única explicación de por qué se convirtieron en víctimas. Pero arriesgó: “A lo sumo puede haber una combinación de una persona desequilibrada con la expectativa de llevarse algo de la casa de un famoso”.
La muerte del asesino no hizo más que enturbiar el caso y empezaron a surgir hipótesis de todo tipo. “Se habló de drogas, venganzas y hasta supuestos enojos personales”, enumeró Anzardi, tras lo cual subrayó: “Ninguna teoría relacionada con Fito se sostiene”.
Ciudad de Pobres Corazones
“Después del horror me empecé a dar manija y compuse, que era lo único que podía hacer”, le dijo unos meses después del hecho al diario Clarín. Y así parió “Ciudad de Pobres Corazones”, un disco en el que el artista pudo volcar su estado de ánimo y se convirtió en una obra tan oscura como maravillosa.
Treinta años después, una nota periodística por el aniversario de Ciudad de Pobres Corazones, derivó en una investigación mucho más profunda que Federico Anzardi compartió en su libro “Hay cosas peores que estar solo”. “Es la historia de un joven músico de 23 años que hace lo que puede para salir de un drama terrible”, resumió el periodista.
“Fito venía de sacar Giros, en ese disco tenía un tema que decía ‘quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón’”, señaló a TN para marcar el contraste, y añadió: “Después de los asesinatos eso deja de ser una máxima para él, empieza a cantar prácticamente lo contrario”.
Si tuviera que rescatar qué fue lo que más le impactó de toda su investigación, Anzardi destaca “la intensidad” de todo lo que tuvo que atravesar Fito Páez en un lapso de unos 10 meses. “Se cuestiona sus propias convicciones, todo lo que creía hasta ese momento”, comentó.
La letra de la canción que le dio nombre al disco más duro de Fito Páez
“En esta puta ciudad todo se incendia y se va
Matan a pobres corazones
Matan a pobres corazones
En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar
Ciudad de locos corazones
No quiero salir a fumar, no quiero salir a la calle con vos
No quiero empezar a pensar quien puso la hierba en el viejo cajón
Buen día lexotanil, buen día señora, buen día doctor
Maldito sea tu amor, tu inmenso reino y tu ansiado dolor”.