El exjugador de Huracán y San Lorenzo tomó una decisión difícil cuando dejó su país. Viajó 36 horas en avión y le cambió la vida. Cuando volvió, se decepcionó: “Tuve que bancarme que un presidente diga que el mérito no existe”.
07 de mayo 2023, 05:50hs
Nota con Fernando Moner (Sergio Chiarito/TN).
Fernando Moner (55) vivió su vida futbolística con los dientes bien apretados. Como recio defensor, encontró con inteligencia la manera de sobrevivir en un medio exigente.
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Su familia era trabajadora. Jorge Moner, su papá, era empleado ferroviario. “Cuando era chico nos mudamos de Mercedes a Tapiales por el trabajo de mi viejo. La necesidad me llevó a vender de todo arriba de los trenes. Me acuerdo del recorrido del tren: Libertad – Villa Fiorito”.
A pesar de haberse probado en Huracán, el destino quiso que San Lorenzo fuera el club que le dio la chance de jugar en Primera. “Fui a una prueba donde había como 200 chicos. Te fichaba Juan Carlos Carotti y me acuerdo de que solo ficharon a dos: el Chino Flavio Zandona y yo”.
En San Lorenzo, Moner vivió una etapa particular. El Ciclón vivía una crisis económica, pero su felicidad de aquel momento es inolvidable. “A pesar de ser muy joven, me involucré mucho con los Camboyanos. En San Lorenzo tuve buenos técnicos como José Yudica, Nito Veiga y Bora Milutinovic”.
En sus tiempos libres, el esposo de María disfruta de sus hijos Patricio, Clara y Brenda. Moner es amante de la pesca y suele regalarle mucho tiempo a sus amigos Daniel Ahmed y Pablo Erbín. “Ahora estoy lesionado, pero cuando puedo juego para un equipo que se llama Los Caracoles de la monofiesta”.
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De la Argentina, el ex jugador nacido en Mercedes el 30 de diciembre de 1967, se fue a España por un muy corto lapso y fue su paso por Japón el que le permitió protagonizar una historia bien particular. “Llegué con mucha incertidumbre a una liga que era amateur, pero el torneo y yo crecimos juntos”.
Cuando volvió al fútbol argentino, Moner ya estaba maduro. Jugó en Platense, Unión, Atlético Tucumán y Huracán. En el Globo vivió hermosos momentos. “Fui dirigido por dos ídolos del club. Eran dos cracks, siendo ellos muy diferentes entre sí: Carlos Babington y Miguel Angel Brindisi”
El reconocimiento de Lionel Messi
El mercedino se declara admirador de Lionel Messi: “En un partido a beneficio que estaba lleno de figuras yo me puse a un costado dentro vestuario. Antes de salir a la cancha, Leo se acercó, me dio la mano y me dijo ‘mucho gusto’. Se merece todo lo que le está pasando por su humildad”.
Hoy cuenta con un gran bienestar y no se detiene con sus proyectos familiares. Moner le está muy agradecido al psicólogo Enrique Portnoy, quien lo considera indispensable para cualquier deportista que esté analizando a mediano plazo abandonar la actividad profesional.
Fernando Moner habló con TN de lo de antes, de lo de ahora y de lo que viene.
– La gente me hace notar el respeto que le tuve a cada club donde jugué más allá de la calidad técnica. Cuando jugaba me pasaba que robaba dos pelotas y me aplaudían más a mí que a Rolfi Montenegro o a Lucho González, que metían dos o tres pelotas de gol.
¿El fútbol fue tu herramienta para salir adelante?
– Me crié en un barrio donde lo único que existía era la pelota y todos teníamos la misma ilusión de poder jugar en Primera. Nosotros seguíamos el fútbol por la radio porque no teníamos televisión. Era lo que nos contaban y alguna foto que veíamos en alguna revista, pero tuve la suerte de que me ficharon en San Lorenzo y a partir de ahí me lo tomé como un trabajo y no como una diversión.
¿Qué te haya tocado un San Lorenzo en crisis te ayudó para debutar en Primera?
-Sí, sin dudas. Eso fue determinante. Pero después pude perdurar en el fútbol durante mucho tiempo porque aprendí mucho de esos compañeros que tuve en ese San Lorenzo, al igual que otros jóvenes con Flavio Zandona, Daniel Ahmed, Fabian García y Ángel Bernuncio. Todos nosotros tenemos que estar agradecidos al equipo de los Camboyanos. Esos jugadores nos marcaron el camino. Y no es casualidad que la mayoría de ellos jugaron 15 años en Primera. Soy agradecido de Walter Perazzo, Leo Madelón, Blas Giunta, Ortega Sánchez, Sergio Marchi y Chilavert. Y me estoy olvidando de un montón. Fue una etapa espectacular donde a esos muchachos se los fuimos agradeciendo con el tiempo.
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¿Cómo se manejaban esos jugadores?
– Íbamos a comer una vez por semana y los más jóvenes nunca pusimos un peso para esa comida. Y eso que la plata no les sobraba y a nosotros nos alcanzaba para poder pagar, pero ellos no nos dejaban. Te cuento otra: había premio de partidos y no se repartía solo entre 16 jugadores, sino hasta con los que se entrenaban con el primer equipo. Nos hacían sentir parte del grupo.
¿Es verdad que se bañaban con agua mineral?
– Sí, es totalmente cierto. El utilero pintaba los números de las camisetas. Esa yo la viví. Ese equipo salió segundo en el campeonato y después ganamos la liguilla. Y no se ganó de casualidad, sino por el grupo humano que había. Y eso que éramos diferentes. Chilavert era distinto a Perazzo. Pero en la cancha éramos una piña.
¿Cómo era Bora Milutinovic?
– Era un personaje. Llegó a San Lorenzo y en la tercera práctica me llevó a entrenar con los profesionales. Empieza el campeonato y me ponen como titular. Yo una vez le dije que entre la que gastaba de viaje para venir a entrenarme, más un sanguchito que me comía en el camino no me quedaba más plata. Y ya no me daba la cara para pedirle más a mi papá. Yo ya tenía cuatro partidos jugados pero, ¿sabes qué pasó? Bora durante cuatro meses me pagó el sueldo de su bolsillo.
Y un día desapareció…
– Tuvo un desliz. Para mí actuó mal. Un domingo le ganamos a Boca y nos dijo que nos veíamos el martes a la mañana en la Ciudad Deportiva de San Lorenzo. Y ese mismo domingo se fue al aeropuerto para irse a dirigir al Udinese, en Italia. Vos podes estar peleado con los dirigentes, pero no tenía por qué hacerle eso a ese plantel. Quedamos muy dolidos por lo que hizo.
– El equipo que me contrató tenía a tres argentinos: Omar Píccoli, Jorge y Omar Arbelo. Y decidieron venir a buscar a un defensor. Ellos me vieron en la cancha de Ferro, en un Argentinos – San Lorenzo que ganamos por goleada y me fue muy bien. Me convocaron a una reunión y de movida me hicieron un ofrecimiento. Interiormente sabía que si salía hecho, ya ganaba plata. Imaginate que el presidente de San Lorenzo era Fernando Miele, que un poco más le tenías que pagar vos a él para jugar. En San Lorenzo tuve compañeros que ponían plata para los demás.
¿Cómo te contactaron?
– Terminó el entrenamiento y me dice Fernando Arean que unos japoneses querían hablar conmigo. Yo no sabía donde quedaba Japón. Me reúno y me dicen que lo primero que querían era conocer a mi familia. No me habían dicho que me llevaban sí o sí. Yo en ese momento vivía en una casa alquilada en Flores. Nos conocieron y me dijeron que al otro día nos íbamos a reunir en un hotel céntrico.
¿Con quién fuiste a la reunión?
– Con mi papá. Era empleado ferroviario. Los dos teníamos escuela primaria solamente. Nos hicieron una oferta y les pedí un día para charlarlo con mi padre y mi novia, que hoy es mi mujer. Yo tenía 20 años y fue una decisión muy fuerte. Sabía que me iba a un fútbol totalmente amateur, además de luchar contra un cambio de vida y cultural. Pero yo tenía mucha hambre. Veía que tenía una gran oportunidad y acepté la propuesta.
¿Cómo fue la despedida?
– Yo nunca demostré nada, pero fue muy duro. Cuando estaba en el avión me dije ‘acá empieza un futuro para mí y toda mi familia’. A lo largo de las 36 horas del viaje no dormí. En ese momento empezó todo. Vino lo mejor.
¿En cuanto tiempo te adaptaste?
– Me costó mucho aprender el idioma. Me adapté muy rápido a su cultura. Entrenábamos hasta las dos de la tarde. Cuando terminaba me iba a tomar mate a una zona turística de Yokohama y me ubicaba donde estaban los viejitos pescando. Me sentaba con ellos y de a poco empecé a intercambiar palabras, hasta que empezaron a prestarme la caña y me divertía mucho. No te voy a decir que charlaba, pero sí que intercambiaba alguna palabra que otra.
¿Cómo hacías con tus compañeros?
– Ellos me ayudaron un montón. Me enseñaban palabras, pero a los cinco minutos me olvidaba hasta que me terminaba quedando. Yo iba a un supermercado y pedía todo lo que necesitaba, no tenía vergüenza. Tal es así que mi representante me quería cobrar el 10% por renovación de contrato. Ya a los seis meses me querían renovar. Le dije que lo iba a renovar al año y en ese tiempo aprendí lo suficiente para defenderme y el vínculo lo terminé cerrando yo y me ahorré ese porcentaje. Jugué todos los partidos del año. Cobraba por partido jugado y además me daban premios por objetivos.
¿Lo valorabas?
– Claro. Mi papá tenía que trabajar un año y un mes para ganar lo que yo en 90 minutos. Imaginate sino me iba a cuidar. Como no nos concentrábamos, yo les decía a mis compañeros que se cuiden. Ellos se lo tomaban como jugar con los amigos en el barrio, pero para mí era una fortuna. Pero no solo se los inculcaba por la plata, sino para que se preparen para una futura liga profesional.
¿Y deportivamente cómo les fue?
– Mirá, nos prometieron un premio para no descender. Y ese año no salimos primero por diferencia de gol. Hicimos una gran campaña. Lastima que en ese momento no había hinchada. Como era amateur los jugadores pintábamos las líneas de la cancha, colocábamos las redes de los arcos, nos lavábamos la ropa de entrenamiento. Pero ese sistema no me perturbó. Fui con un plan y lo cumplí a rajatabla. Yo quería saber japonés por si me iba mal con el fútbol. Era una herramienta más para poderme moverme en la vida.
¿Eras un referente del equipo?
– No creo. Fui un jugador reconocido. Estuve varias veces dentro del equipo ideal en distintas temporadas. En 1991 llegó a Japón el Barcelona campeón del mundo de Hristo Stoichkov y Ronald Koeman. Jugaron contra la selección japonesa que podía contar con tres refuerzos extranjeros. Y tuve la suerte de poder jugar esos dos partidos donde me vio Jorge “Indio” Solari y me llevó a Tenerife.
¿Se vendían muñequitos de Moner?
– Había de todo, no solo muñequitos. Cuando la empresa que se encargaba del merchandising arregló con la liga japonesa, nos dijeron que nosotros íbamos a cobrar el seis por ciento de las ganancias. Por ejemplo, vendían a mil yenes y nos daban sesenta yenes nada más. Yo pensé que nos estaban dando muy poco. Me dijeron que era un convenio y así se había cerrado el trato. Y finalmente comprobé que ese seis por ciento era mucho. Eso pasó cuando la liga se profesionalizó y me volvieron a llamar. Estaban Ramon Díaz, Gary Lineker, Pierre Llitbarski, Zico y tantos otros. Yo tenía como compañeros al paraguayo Raúl Amarilla, Edú, Válber Costa y Angelo Pretti.
¿Jugaste muchos partidos?
– Solamente podían jugar tres extranjeros. Pude tener mucha continuidad durante las dos temporadas y ya en esa época todo había cambiado. La liga creció notablemente, todos los partidos se jugaban a cancha llena y los hinchas hasta desbordaban las prácticas.
¿Seguís vinculado a Japón?
– En mis últimos tres años de carrera había decidido alejarme del fútbol. Quería instalarme en Mercedes, con familia y amigos. El ambiente del fútbol te agota. Con la dirigencia corrupta que hay, con esos famosos llamados barras bravas. Son tan cobardes que andan en barra. Es una delincuencia que nadie la puede sacar. O nadie la quiere sacar. Siguen robando porque el fútbol da para todo. Lo único que mantuve fue un trabajo como analista deportivo en una cadena importante de Japón. Eso no me molestaba tanto. Pero después me cansé porque viajaba mucho a Japón y tenía que cubrir diferentes torneos internacionales.
¿Tenés amigos japoneses?
– Mi amigo se llama Yasuharu Sorimachi. Jugó conmigo en la etapa amateur y profesional. Fue el primer japonés que me invitó a tomar un café después de seis meses de estar allá. Acá en San Lorenzo comíamos asado día por medio. En Japón estuve seis meses para que me invitaran a tomar un café. Ese fue Sorimachi, que hoy es uno de referentes dirigenciales del fútbol japonés.
¿Te costó volver a jugar en la Argentina?
– Me cuesta hasta el día de hoy. Yo tuve que bancarme que un presidente diga que el mérito no existe, cuando yo trabajo todos los días con mis hijos. A los chicos se les inculcó el trabajo, el sacrificio y el estudio. Y vos escuchás que dicen que el mérito no existe. No tiene dimensión del daño que le están haciendo a esta sociedad. ¿Desde donde me decís que el mérito no existe? ¿Sabés que lindo es abrir la heladera y decir ‘vamos a comer porque me lo gané trabajando’ a decir ‘vamos a comer porque me lo regaló alguno’? ¿Sabés la diferencia que hay? Así está la política y el país.
¿Como estás ahora?
– Este es mi segundo tiempo. Pude cumplir lo proyectado desde que me subí por primera vez a ese avión que me llevó a Japón. Pero nunca me imaginé que íbamos a caer tan bajo. Estamos a años luz de otras culturas. No podemos tener nueve millones de planes. A esa gente le queman la cabeza. Pobre esa gente. Metele trabajo y estudio. Mi amigo Watanabe vino a pasar unos días a Argentina y me dijo “no hay posibilidad que un país progrese, sino está formado”.
– Se viene Moner propiedades. Hace mucho tiempo que me dedicó al tema inmobiliario. A corto plazo vamos a poner una inmobiliaria en Mercedes. Mi hijo es martillero público. Esta ciudad se hizo un lugar turístico muy importante por la cercanía con la ciudad. Además soy director deportivo del club Quilmes de Mercedes, donde salió Lucas Biglia. Acá hay 20 clubes y la secretaría de Deportes nos ayuda bastante.
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¿Cómo te llevabas con los amigos del campeón?
– Tuve muchos compañeros que ganaron mucha plata y hoy están muy mal. Les ofrecían un montón de negocios. Con el tiempo les empecé a hablar, no me importaba si se enojaban. Tuve la suerte de formar grandes planteles. El Platense del 96/97/98, donde no cobramos nunca, pero éramos espectaculares. Lo mismo que cuando estuve en Huracán. Preguntale a los José Chatruc, preguntale a los Lucho González. Hoy los técnicos saben que necesitan grupos compactos con buenos líderes. Un plantel siempre va a tener problemas. Varios técnicos me dijeron que me llevaban a un equipo por mi liderazgo, pero cada tanto tiraba algún sombrero.
– Hubo un morbo tremendo. Nosotros contra San Lorenzo empatamos. Si le ganábamos a River quedamos a un partido de ir a la Libertadores, y nos habían prometido un gran premio. No había chance de que no vayamos al frente en ese u otro partido. A la barra le dijimos que nos puteen desde ahora hasta el domingo, pero nosotros íbamos a salir a ganar. Lo ganamos con el gol de Derlis Soto y salió campeón San Lorenzo.