Luca lloraba y Bruno, su papá, estaba por estrellar contra el suelo el celular desde el que seguían el partido de pie, entre cornetas y bombas de humo azul, a un costado del Palacio Real de Nápoles, en la Piazza del Plebiscito.
El empate Napoli-Salernitana frizó este domingo el jolgorio del millón de personas que se esperaban en el centro histórico de Nápoles para festejar el tercer campeonato del club que no gana un Scudetto desde 1990, cuando Diego Maradona era el alma y capitán del equipo.
“¿Por qué lloras? Sólo hay que esperar 96 horas”, trataba de dar consuelo Bruno. Pero el nene no entendía los cálculos de su papá.
Las 96 horas son las que transcurrirán hasta el jueves 4 de mayo, la próxima fecha de la Serie A italiana: Napoli jugará contra Udinese, en el Dacia Arena de Udine, y por fin se calzaría el traje de campeón de Italia.
Pero a pesar de la ayuda del argentino Lautaro Martínez -el delantero del Inter hizo dos goles y le dio la victoria a su equipo sobre la Lazio-, el Napoli quedó maniatado en un empate que rompió la burbuja en la que los napolitanos festejan hasta el delirio desde hace días.
“En este momento que (la victoria del campeonato) se acerca, se convierte en una carga emotiva y psicológica mayor. Probablemente lo estemos sufriendo”, admitió después del partido el director técnico del Napoli, Luciano Spalletti.
Nápoles ciclotímica
“Festa rimandata (Fiesta postergada)”, decían los noticieros vespertinos.
Una Nápoles ciclotímica pasó de la euforia al silencio que, sinceramente, duró poco.
A partir de las diez de la mañana y cuatro horas antes de que el centro histórico se blindara para reforzar la seguridad, la procesión de hinchas, banderas, coros y cornetas ganó el lungomare Nazario Sauro, la avenida que bordea el golfo de Nápoles.
“Amore senza fine (Amor sin fin)”, “Sempre al tuo fianco (Siempre a tu lado)” decían las banderas celestes y blancas que recorrían la costa hasta el estadio Diego Maradona, donde casi 60 mil personas padecieron hasta los cinco minutos que el árbitro añadió después del segundo tiempo.
Para ir al estadio, Nápoles hasta preparó un tren celeste con la primera estrofa del himno que cantan los hinchas en la cancha. De un lado se leía: “Un giorno all’improvviso m’ innamorai di te… (Un día de pronto me enamoré de vos)”. Del otro lado: “Napoli, campeón de Italia”.
“Hace un año que estamos preparando esta boda. No puedo creer que haya coincidido con la fiesta scudetto”, decía Antonio a Clarín.
Nápoles vive, además, un fin de semana largo -por el feriado del 1 de mayo- que atrajo hacia la ciudad a unos 250 mil turistas.
Pasearon, sin embargo, entre la fascinación y el susto de comprobar que los tres millones de napolitanos que viven aquí estaban este domingo en la calle celebrando un título que aún no consiguieron.
El consuelo de Diego
En el barrio que le reservó una esquina a Maradona, Quartieri Spagnoli, las calles estaban vacías y silenciosas durante el segundo tiempo del Napoli-Salernitana.
Y cuando el resultado puso el “mute” al estallido contenido que late desde hace días entre esta gente, muchos se refugiaron allí, entre los murales de decenas de versiones de Diego.
“Esperamos 33 años. Cuatro días no nos cambia la vida”, aseguraba un napolitano con la camiseta 9 del nigeriano Víctor Osimhen, el delantero fetiche del Napoli.
Anochecía este domingo en Nápoles cuando empezó a llover.
Nápoles, Italia. Enviada especial.