Tal vez nunca lo pensamos, pero igual que tenemos costumbres conductuales a las que llamamos rutina, también tenemos ciertos comportamientos emocionales establecidos.
08 de julio 2024, 09:00hs
Aunque no lo sepamos, nuestras emociones también siguen un patrón y en cada persona tienden a activarse y repetirse siempre los mismos circuitos emocionales. Puede que no nos resulte difícil identificar en quienes nos rodean ciertas tendencias emocionales, señaló la psicóloga española Elena Sanz.
La adquisición de los hábitos emocionales
Se puede definir un hábito como una forma determinada de conducirse o actuar que se adquirió por repetición, indicó Sanz, a la vez que dijo que se convirtió así en una tendencia, que se reproduce de forma automática y sin que haya deliberación por parte de la persona. Los hábitos impregnan nuestra vida, facilitando nuestro día a día al permitirnos ahorrar energía.
Probablemente, no seamos conscientes de muchos de nuestros actos cuando nos lavamos los dientes, manejamos hasta el trabajo o nos preparamos el desayuno. La secuencia está tan arraigada que nuestro cuerpo sabe hacerla prácticamente solo. Pues bien, algo similar sucede con nuestro estado emocional. Todos hemos adquirido ciertos patrones o tendencias de respuesta también en este plano.
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Parece que al nacer, somos prácticamente una “una hoja en blanco”, fijándonos especialmente en los cuidadores principales para escribir las primeras líneas y, entre otras muchas cosas, aprendemos cómo debemos sentirnos. Por observación e imitación, vamos asimilando ciertos estados emocionales y determinadas formas de reaccionar y, a medida que las repetimos y practicamos, estas se arraigan cada vez más.
Cuando queremos darnos cuenta, esas emociones automáticas están programadas y salen a la luz sin que podamos elegir. Por mucho que no nos guste, nos vemos respondiendo con ira o sintiéndonos temerosos o desesperanzados gran parte del tiempo. Afortunadamente, podemos desaprender estos hábitos emocionales y generar otros más funcionales, indicó Sanz.
Cómo descubrir nuestros hábitos emocionales
Al igual que cualquier otro hábito, los hábitos emocionales pueden modificarse siguiendo una serie de pasos. Es fundamental en primer lugar identificarlos y entender cuáles son sus detonadores, así podremos actuar deliberadamente de otro modo en esos momentos y establecer una nueva secuencia que quede grabada en su lugar.
Por ejemplo, imaginemos que tenemos el hábito de cada mañana tomar un café sentados en el sofá y esto ya lo hacemos de forma automática. Si queremos cambiar esta rutina por el hábito de hacer ejercicio cada mañana, necesitaremos hacer un esfuerzo deliberado por emprender esa actividad al levantarnos hasta que esto pase a ser lo natural.
Los hábitos emocionales son muy fáciles de detectar si nos fijamos en cómo reaccionamos ante eventos desafiantes. Por ejemplo, si nuestro hijo deja la habitación desordenada, podemos vernos invadidos por la ira y reaccionar con gritos. Si discutimos con un amigo, podemos ver cómo nos reprimimos, inhibimos y aislamos en lugar de ser asertivos. O si nos proponen un nuevo desafío laboral, podemos ver cómo reaccionamos con temor, ansiedad y falta de confianza. Si estas reacciones se repiten frecuentemente ante situaciones similares, es porque encontramos nuestros hábitos emocionales. Si aun así nos cuesta identificarlos, podemos pedir ayuda a nuestras personas más cercanas. En ocasiones, desde fuera es más sencillo reconocer lo que ocurre que cuando hablamos de nosotros mismos.
Modificar la tendencia emocional es posible
Una vez que hayamos identificado nuestra tendencia a sentir o reaccionar de determinada forma, habremos de hacer un esfuerzo consciente por sustituirla. Para ello, debemos encontrar un momento de serenidad y escribir de qué forma nos gustaría reaccionar o sentirnos la próxima vez que nos encontremos en una de esas situaciones desafiantes. Por ejemplo, si nos gustaría sentirnos optimistas en lugar de temerosos.
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Suscribite acáDebemos tener en cuenta que las emociones son el resultado de un proceso de pensamiento, por lo que es nuestra interpretación de la situación y nuestro diálogo interno lo que habremos de cambiar. En lugar de pensar “no puedo”, “no saldrá bien”, “no estoy preparado”, deliberadamente tenemos que escoger otro tipo de pensamientos, por ejemplo: “Es emocionante este nuevo reto”, “voy a dar lo mejor de mí”, “encontraré la manera de superar los obstáculos”.
Evidentemente, en un inicio, este cambio de pensamientos se sentirá forzado. Sin embargo, es cuestión de repetición para que ese nuevo hábito mental y emocional quede establecido. Por ello, tenemos que practicar en cada ocasión que se nos presente. Cuando hayamos automatizado ese modo de pensar y sentir, veremos que el cambio es grande y positivo.