Uno de los mantras que tiene Raphael en su vida es que el pasado no existe. Una forma bucólica de decir que todavía tiene recorrido por delante a pesar de llevar más de seis décadas sobre los escenarios, un hito profesional prácticamente único en España (y en pocas partes del mundo) en alguien que todavía sigue activo.
Siento decir que vamos a tener que llevarle la contra a Raphael el día que cumple 80 años (precisamente este 5 de mayo): su pasado no sólo existe, sino que es un legado en forma de baúl, con una colección de canciones que conforman la banda sonora de muchas personas y de distintas generaciones.
Incombustible. Este sería uno de los calificativos que mejor definen el talante y la trayectoria de un cantante que ha sabido cuidar y mimar de forma intachable su instrumento vocal y una fuerza de voluntad fuera de lo normal.
Ganarse el pan
Quizás porque supo de muy joven qué era tener que ganarse el pan para sobrevivir.
De padre albañil y con una madre que en algunas ocasiones trabajaba limpiando otras casas, Rafael Martos Sánchez tuvo muy claro desde que descubrió por primera vez una sala de cine que quería ser artista y ayudar a salir de la situación precaria a su familia, que en un momento de su vida tuvo que ir a vivir a Carabanchel obligados por su situación económica.
Antes de ser ese Raphael con h- la letra apareció al firmar su primer contrato con Philips con la intención de internacionalizar su nombre– el artista nacido en Linares (Jaén) había hecho sus primeros trabajos profesionales como repartidor de trajes a domicilio o vendiendo melones.
Pero en su interior palpitaban aquellas emociones que había visto en esa carpa de cine, cuando se escapó por primera de vez de su casa y de vuelta, a la una de la mañana, su madre lo abofeteó para que no volviera a hacerlo.
La llegada del maestro
Más tarde llegó el maestro Manuel Alejandro, el “sastre” perfecto para el artista que le ha compuesto gran parte de las canciones de su repertorio. Hubo un momento en el que los tres convivieron en el mismo edificio en pisos distintos.
Y llegó la fama internacional de Raphael gracias a sus dos participaciones en el festival de Eurovisión (1966 y 1967) y la gira de conciertos internacionales. En El patio, en México, es donde el artista se vistió totalmente de negro por primera vez y se así se quedó para el resto de su trayectoria.
El artista ha hecho de su gestualidad, su fuerza escénica, su potencial vocal y sus movimientos algo amanerados, un sello inconfundible como crooner. En Las Vegas sufrió su primer gran percance de salud con una fatiga mental que le obligó a parar.
Su dependencia al alcohol terminó con problemas hepáticos graves y la operación de trasplante de hígado a la que fue sometido el 1 de abril de 2003. El segundo cumpleaños para un artista que volvió a nacer ese día y, lejos de tirar la toalla, se reinventa con el paso de los años para seguir perpetrando la religión del raphaelismo .
Y el cantante avisa: “Lo mejor está por llegar”. Sí. Hoy cumple 80 años.
En la Argentina
Raphael tuvo un momento de enorme éxito en la Argentina, entre la segunda mitad de los años ’60 y todos los ’70. Luego ya se convirtió en un clásico, casi un argentino más, pero que supo sentarse a la mesa de la fama y la popularidad que compartió con artistas como Sandro, Palito Ortega y Leonardo Favio.
Son recordadas sus actuaciones en ciclos televisivos, como los Sábados circulares de Mancera, donde generaba explosiones de euforia en cada una de sus presentaciones, que luego derivaban en teatros como el Ópera o el Gran Rex completamente colmados.
Algunos de sus éxitos son Yo soy aquel, Cierro mis ojos, Digan lo que digan y más acá, en la década del ’90, Escándalo.
En aquella ocasión, mantuvo el siguiente dialogó con Clarín:
-¿Alguna vez pensó que esto iba a durar tanto?
-Es que yo no he pensado nunca. Aun hoy, que estoy en edad de pensar esas cosas. Creo que el mayor logro en mi vida va a ser llegar a una edad bastante avanzada con mi tono de voz intacto.
Y con respecto a su presente, agregó: «Ahora canto mejor. Y también creo que soy mejor persona. Trato mejor a los demás, pienso mejor de los demás. Era un poco más egoísta, y ahora no lo soy. Me he convertido en una persona buena, ahora mismo soy un buen chico».
Fuente: La Vanguardia/Albert Domenech
WD