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Tiene 81 años, es bailarina y la única protagonista de la obra de danza que es un suceso en Buenos Aires

Juego del tiempo, una obra estrenada en el Teatro Cervantes en julio de este año, ya es sin duda uno de los grandes fenómenos escénicos de la temporada: las entradas se agotan con anticipación, los espectadores -que no son mayoritariamente un público de danza contemporánea- aplauden de pie al final de cada función y los elogios son unánimes desde todos los frentes. Su única protagonista es Margarita Bali, bailarina y coreógrafa de 81 años.

¿Podrían haber anticipado esta extraordinaria respuesta Margarita Bali y Gerardo Litvak, que además de coreógrafos son sus autores y directores? En todo caso, pensaban que era una obra para el ambiente de la danza, porque Juego de tiempo recorre una historia artística, la de Bali, que es seguramente desconocida para un público no especializado.

La consideración sobre su edad, sin embargo, no pareciera tener importancia. Es cierto que a lo largo de una hora Margarita Bali baila admirablemente, levanta muy alto las piernas, hace fluir el movimiento, salta con toda liviandad. Pero como ella misma dice: “Lo único que encuentro destacable son las horas y horas de trabajo a lo largo del año y medio que junto con Gerardo fuimos creando Juego del tiempo”.

Innegablemente, hacía falta un tiempo muy prolongado tomando todo tipo de decisiones estéticas y conceptuales, para llegar a esta trama de danza y de imágenes virtuales en movimiento tan bella, poética e imaginativa.

Quién es Margarita Bali

Plasticidad. Margarita Bali tiene una dura rutina física, al menos cuatro veces a la semana. Foto: Emmanuel FernándezPlasticidad. Margarita Bali tiene una dura rutina física, al menos cuatro veces a la semana. Foto: Emmanuel FernándezMargarita Bali es una figura relevante de la danza contemporánea argentina. Sintéticamente, es coreógrafa, directora e intérprete y codirigió con Susana Tambutti la compañía Nucleodanza, un conjunto de danza independiente argentina que se sostuvo durante 25 años e hizo numerosas giras internacionales.

En 1977 se incorporó al Ballet Contemporáneo del San Martín y ese mismo año creó para esta compañía Biosfera. Apuntemos que Margarita Bali es además bióloga y en aquella obra aparecía algo de su vinculación con sus primeras vocaciones.

Hace aproximadamente dos décadas se orientó hacia la video-danza y las video-instalaciones, por las que recibió premios y reconocimientos internacionales.

Los padres de Margarita Bali eran suizo-alemanes. Él llegó a la Argentina primero, muy joven, y más adelante ella sola, en tercera clase. En el puerto de Buenos Aires no la dejaron desembarcar: una mujer sola podía caer en las redes de la prostitución. Pero su novio la estaba esperando y los casaron en el barco; es decir, llegó soltera y bajó casada.

El papá prosperó enormemente -desde aprendiz hasta director de una compañía de productos oleaginosos- y en la casa familiar en el barrio de Florida había un gran jardín que tenía todo para hacer gimnasia: hamacas, trapecios, elementos para salto en alto y más.

“Mi padre -recuerda Bali- estimulaba la actividad física de mis tres hermanos varones y también la mía; dos de ellos fueron grandes deportistas; yo no, pero me gustaba todo y especialmente el salto en largo”.

«Juego del tiempo», la obra que se da en el Cervantes, es un recorrido por la vida y la carrera de Margarita Bali. Foto: Emmanuel FernándezEn el colegio secundario, un profesor fue muy estimulante para despertar la vocación que luego seguiría Margarita: dictaba física, química y matemáticas con un entusiasmo que contagió a la adolescente. La elección de la carrera fue entonces obvia: Ciencias exactas, en la época en que la facultad estaba ubicada en el viejo edificio de la Manzana de las Luces. Comenzó a cursar la orientación de física, pero gradualmente fue inclinándose hacia la biología y más adelante por la biofísica, que establecía un nexo entre esas dos disciplinas.

De la ciencia a la danza

En 1965 viajó a Estados Unidos y continuó su carrea en la Universidad de Berkeley. Ya estaba casada; su marido, físico, había sido profesor suyo en la Universidad de Buenos Aires; pero la relación no comenzó, ni siquiera de manera secreta, hasta después de que Margarita aprobó la materia; todo se había mantenido dentro de los límites de la corrección. Dicho sea de paso, y quizás premonitoriamente, la materia era Electricidad y magnetismo.

El matrimonio pasó casi tres años en la Universidad de Berkeley y luego se trasladó a Seattle, en el estado de Washington. Allí Margarita hizo su posgrado y también nació allí su primera hija; pidió un año sabático para estar con ella, pero además para alejarse un poco de una tarea que le estaba pesando:

Además de bailarina y coreógrafa, Margarita Bali es bióloga. Foto: Emmanuel FernándezAdemás de bailarina y coreógrafa, Margarita Bali es bióloga. Foto: Emmanuel Fernández“Mi labor específica de investigación en neurofisiología incluía trabajar con animales vivos, principalmente con gatos. Como alumna graduada me tocaba dormirlos, meterles el electrodo en el cerebro, hacer las mediciones. No lo sé, pero seguramente después los sacrificaban. Me gustaba la teoría, pero no la práctica; no me resultaba agradable. En esa época quedé embarazada y creo que esta situación agudizó, como suele ocurrir, mi sensibilidad”.

Durante ese año sabático avanzó con sus estudios de danza, que ya habían comenzado antes, en Berkeley: “Un estudiante –dice- que cursa una carrera científica en los Estados Unidos tiene que cursar obligatoriamente al menos un año y medio de materias humanísticas y viceversa”.

Empezó así a tomar clases de historia del arte, de dibujo y pintura y también de danza moderna, en una técnica que hoy no podría definir en qué consistía. Pero apareció algo para ella, en este curso, muy divertido: la oportunidad de crear una secuencia coreográfica breve para la que eligió a cuatro de sus compañeras.

En Seattle, la relación con la danza se hizo más amplia y más profunda: tomaba muchas clases de distintas técnicas y subió por primera vez a un escenario con una compañía de danza moderna de la ciudad.

Cuando regresó por un año a la Argentina en 1971, se acercó a lo que ocurría con la danza aquí, que era mucho y muy interesante para ella. La ciencia había quedado para siempre atrás.

El regreso definitivo fue en 1974; un viaje en el propio auto del matrimonio desde Seattle hasta Buenos Aires y que duró cerca de dos meses. Apenas empezado, la hijita preguntó: “Mamá, ¿cuándo llegamos?”.

En escena. Margarita Bali, en En escena. Margarita Bali, en «Juego del tiempo». Foto: Ailén Garelli

La Argentina y después

Ese mismo 1974 creó Nucleodanza, con Susana Tambutti y Ana Deutsch. La compañía se sostuvo durante 25 años y produjo muchas obras propias y de coreógrafos invitados como Oscar Araiz y Ana Itelman. Durante una década, Nucleodanza hizo numerosas giras internacionales.

En 1993 Bali se interesó por las técnicas de la video-danza y algunas de sus creaciones posteriores forman parte de Juego de tiempo.

-Vayamos a esta obra, ¿cómo apareció la idea?

-Fue una idea de Gerardo Litvak. A mí nunca se me hubiera ocurrido, ni me hubiera atrevido siquiera a pensar que podía volver a bailar, llevar adelante un solo y hablar de mi historia artística. Estaba ya muy cómoda filmando bailarines, haciendo obras de video-danza y video-instalaciones.

Pero un grupo de gente de danza le pidió que diera una charla sobre la historia de Nucleodanza; reunió mucho material de archivo y fue mucha gente, entre ellos Gerardo Litvak que al terminar le dijo: “Esto no puede quedar aquí, voy a pensar algo”. Volvió con un proyecto y convenció a Margarita de presentarlo en una convocatoria del Teatro Cervantes.

Los ensayos comenzaron buscando reconstruir sus primeras danzas, de las que no habían quedado registros, pero sí las músicas que había usado y que utilizaron como recurso para despertar el recuerdo.

Margarita Bali sorprende bailando en Margarita Bali sorprende bailando en «Juego del tiempo», la obra que se ve en el Teatro Cervantes. Foto: Emmanuel FernándezJuego del tiempo establece una unión muy íntima y a la vez muy técnica y precisa entre la danza en vivo y las proyecciones: “Fue una dedicación enorme a la labor de edición sobre un material de archivo que afortunadamente yo ya había en gran parte digitalizado. Llevo décadas en esta tarea pero Gerardo -con el que hicimos un trabajo de absoluta colaboración- (se ríe) fue terriblemente exigente conmigo”.

Margarita Bali había bailado por última vez 2011, una obra llamada Tres generaciones y que el coreógrafo francés Jean-Claude Gallotta había montado con bailarines del Ballet Contemporáneo del San Martín, sumados a un grupo de bailarines niños y a un tercer grupo de bailarines maduros, ya retirados, en el que estaba incluida Margarita.

-¿Cómo mantuviste y mantenés tu entrenamiento físico?

-Me armo una clase para mí sola mezclando, entre otras cosas, técnica Graham y Pilates. Lo hago no menos de cuatro veces por semana y una hora completa antes de cada función. Al terminar, ¡me tomo tres cuartos litros de un preparado que tiene desde aminoácidos hasta minerales de todo tipo! Lo mismo que toman los ciclistas que corren largas carreras.

Información

Juego del tiempo comienza sus últimas funciones: desde este jueves 24 hasta el domingo 27 a las 18 horas. Teatro Cervantes, Libertad 815.