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Un ex «enemigo» de Caputo en el FMI elogia lo hecho hasta acá pero ahora pide un volantazo

El 28 de junio, tras varias semanas de presión en los mercados de divisas y bonos, Luis Caputo, el ministro de Hacienda de Argentina, pronunció las palabras que se han oído una y otra vez en América Latina de boca de muchos de sus predecesores: “No voy a devaluar”. En 1981, José López Portillo, el entonces presidente de México, hizo su famosa declaración de que iba a defender el peso mexicano como un perro. Lo que siguió fue el inicio de la crisis de la deuda de América Latina y la década perdida.

A diferencia de los gobiernos anteriores de Argentina y de la región, la administración del presidente Javier Milei ha hecho muchas cosas bien. Ahora Argentina y el FMI deben redefinir el éxito para tener éxito, desplazando el foco de atención desde la sostenibilidad de la cuasi vinculación de la moneda al dólar y un proceso rápido de desinflación. La política macroeconómica debe centrarse en la recuperación económica y en una desinflación más lenta pero sostenible.

Desde que llegó al poder en diciembre, Milei ha eliminado el déficit del sector público, un ajuste titánico de más de 4,5 puntos porcentuales del producto interno bruto. Ha corregido los valores reales de muchos precios regulados, fijados artificialmente por el gobierno anterior para ocultar algunos efectos de sus horrendas políticas. Ha ajustado el tipo de cambio real a un nivel más realista e iniciado una impresionante agenda de desregulación y modernización.

Como era de esperar, los primeros meses de su presidencia fueron duros. La inflación mensual superó el 25%, la actividad económica se desplomó y la pobreza aumentó. En el lado positivo, la inflación se redujo mucho más de lo esperado y el compromiso del gobierno con la corrección del déficit se mantuvo intacto. Milei ha mantenido su índice de aprobación y se han aprobado algunas iniciativas legislativas importantes, allanando el camino para un primer año exitoso para el programa económico.

El talón de Aquiles ha sido el anclaje de la política cambiaria a una tasa de inflación mínima del 2% mensual, muy por debajo de la tasa de inflación promedio. La tasa de interés real negativa también es ahora un pasivo. Esta combinación fue inteligente y útil en las etapas iniciales, ya que permitió una rápida desinflación, una rápida acumulación de reservas internacionales y una reducción del valor real de los pasivos del banco central. Pero ahora, como el tipo de cambio real está alcanzando los niveles previos a la devaluación, no está brindando incentivos financieros a los exportadores y otros agentes económicos para convertir sus dólares en pesos.

Esto, a su vez, está generando presiones significativas en los mercados financieros argentinos. Frente a esta situación, el gobierno de Milei se ha comprometido a defender el tipo de cambio fijo del 2% y sigue equiparando el éxito con grandes caídas en las tasas mensuales de inflación. Los gobiernos latinoamericanos anteriores se sintieron obligados a exagerar su compromiso con un tipo de cambio fijo porque su voluntad de ajustar los fundamentos económicos era débil o inexistente. Sin embargo, en este caso, Argentina ha establecido los fundamentos y está poniendo en riesgo sus logros mediante un ajuste monetario desordenado.

Para recuperar la confianza del mercado y reorientar sus esfuerzos de estabilización, el gobierno necesita pasar a la segunda etapa de su programa. En esta fase, la desinflación se producirá a un ritmo más lento y el gobierno se centrará en la recuperación económica. De ese modo, Argentina podrá seguir una senda de estabilización más sostenible, como la que siguieron sus pares latinoamericanos en los años 1990.

El gobierno de Milei debe establecer un compromiso claro de no dolarizar la economía y apoyar su estrategia de competencia cambiaria fortaleciendo las instituciones y políticas que permitan al peso superar al dólar como moneda de elección de los argentinos. Para ello, el gobierno debe enviar lo antes posible al Congreso una enmienda a su ley de responsabilidad fiscal. Esta actualización debería establecer un déficit cero como meta fiscal para los próximos años y debería consagrar la independencia del banco central.

El gobierno también debe anunciar una vía de corrección para los precios controlados. El banco central debería dejar que la moneda oficial se ajuste a un nivel más realista y pasar a un mecanismo de tipo de cambio oficial más flexible. Junto con un marco de política monetaria moderno, esto generará una política de tipos de interés reales muy positiva.

Con el respaldo de estas políticas reforzadas, el FMI debería apoyar a Argentina con un nuevo y más amplio programa de apoyo financiero. Con estos elementos en marcha, Argentina estará preparada para levantar sus controles de cuenta de capital y dejar flotar libremente su moneda. Junto con el renovado apoyo financiero del FMI, esto le proporcionará a Argentina las mejores condiciones que ha tenido en generaciones para escapar de décadas de inestabilidad y decadencia económica.


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