11 de julio de 2024 – 01:30
El ecosistema político nacional ha perdido el centro de gravedad que lo orientó durante un cuarto de siglo.
La imagen de Javier Milei rodeado por los gobernadores en la ceremonia del Pacto de Mayo y el palco del acto que organizó el gobernador bonaerense Axel Kicillof para conmemorar el 50º aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, condensan el ocaso del orden metropolitano que articuló la política del país desde la crisis de la Convertibilidad de 2001.
El Pacto de Mayo fue en rigor la capitulación de Milei ante la casta que desprecia retóricamente. 18 caciques territoriales lo suscribieron y se prestaron a escenificar la impostura del triunfo presidencial a cambio de la previsibilidad que supone para los ingresos de sus provincias el paquete fiscal sancionado con la Ley Bases.
La contracara de la debilidad que los libertarios intentan disimular con sobreactuaciones épicas se exhibió una semana antes, con el kirchnerista Kicillof aferrado a la memoria de Perón desde un escenario anémico.
Ricardo Quintela, acosado por el clan Menem aliado de Milei en La Rioja, fue el único gobernador que asistió al acto celebrado en la mítica Quinta de San Vicente. La lista de oradores se completó con la vicegobernadora de Buenos Aires Verónica Magario y la senadora nacional catamarqueña Lucía Corpacci.
Mal de ausencia. Los cuatro mandatarios que se abstuvieron de firmar el Pacto de Mayo además de Kicillof y Quintela –Gildo Insfrán (Formosa), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Claudio Vidal (Santa Cruz)- tampoco participaron del acto convocado por el bonaerense que el kirchnerismo pretende proyectar a nivel nacional. Homenajearon a Perón desde otro ángulo: desensillar hasta que aclare.
Kicillof sostiene una dura interna por el control del peronismo bonaerense con el diputado nacional Máximo Kirchner, jefe de La Cámpora e hijo de Cristina, que estuvo en la conmemoración de San Vicente, pero no en rol protagónico.
Como hace Milei con los héroes de Mayo y el panteón de próceres liberales, Cristina contribuyó a camuflar la fragilidad de su pupilo con una elegía de Perón y su doctrina que desarrolló en una entrevista descontracturada concedida al periodista Pedro Rosemblat, por Gelatina. La necesidad tiene cara de hereje: Perón no forma parte de las preferencias acendradas cristinistas. La conversión opera como cebo para improbables incautos.
Las usinas metropolitanas no lo registran, pero mientras el kirchnerismo y los libertarios intentan reacomodarse en el área metropolitana, el peronismo del interior evoluciona hacia una construcción diferenciada.
Varios gobernadores peronistas comienzan a converger para contrapesar al Conurbano en la era libertaria. Son sobrevivientes y emergentes del tsunami Milei, que coinciden en la idea de afianzar un eje para vincularse con la Casa Rosada, similar al que tratan de constituir intendentes del interior diferenciándose de los del área metropolitana.
La victoria de Milei fue como el tacazo que desparrama las bolas. Lenta, paulatinamente, el sistema político busca reacomodarse.