14 de julio de 2024 – 00:15
Despojado de desmesuras épicas, el Pacto de Mayo es el intento de configurar un ancla política para la Argentina que suplante al orden metropolitano en colapso y despeje la incertidumbre en la deriva libertaria.
Javier Milei consiguió montar en Tucumán una imagen que lo mostró rodeado, condicionado, vencido por la casta a la que desprecia, pero los 18 gobernadores que suscribieron el acta son el amarradero menos volátil a su disposición.
Disociar el debate sobre la mecánica de distribución de recursos entre la Nación y las provincias fue determinante para que la expresión jurídica del programa libertario pasara por el Congreso, pero los caciques provinciales firmaron a cambio de la previsibilidad presupuestaria establecida en el paquete fiscal y la Ley Bases requerirá de nuevas tratativas para materializarse. Los gobernadores salen fortalecidos con un margen de maniobra mayor en las negociaciones con la Casa Rosada, mientras que Milei redujo el que tenía para meterle mano en las cajas provinciales.
La contracara de la debilidad que los libertarios intentan disimular con sobreactuaciones se exhibió una semana antes, con el gobernador bonaerense Axel Kicillof en el centro de un escenario anémico en el acto organizado en la Quinta de San Vicente para conmemorar el 50° aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón.
Ricardo Quintela, acosado por el clan Menem aliado de Milei en La Rioja, fue el único gobernador que asistió. La lista de oradores se completó con la vicegobernadora de Buenos Aires, Verónica Magario y la senadora nacional catamarqueña Lucía Corpacci.
Mal de ausencia. Los cuatro mandatarios que se abstuvieron de firmar el Pacto de Mayo además de Kicillof y Quintela –Gildo Insfrán (Formosa), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Claudio Vidal (Santa Cruz)- tampoco participaron del acto convocado por el bonaerense que el kirchnerismo pretende proyectar al nivel nacional.
El Pacto de Mayo y el ritual sanvicentino condensan el ocaso del orden metropolitano que articuló la política del país desde la crisis de la Convertibilidad.
La política busca otro centro de gravedad.
El orden Conurbano
La proyección de la lógica política conurbana a todo el país se precipitó con el acceso a la Presidencia de Eduardo Duhalde en enero de 2002.
En la conclusión del accidentado proceso para cubrir la vacancia de Fernando De la Rúa cayó el puntano Adolfo Rodríguez Saá, que había sido elegido en principio por el Senado para el interinato presidencial. Duhalde, coordinado con el expresidente Raúl Alfonsín, otro bonaerense, pero radical, lo vació y se quedó con el comando.
Por primera vez en la historia, el sistema de la Provincia de Buenos Aires se hacía de los resortes del poder nacional directamente, sin intermediarios. La candidatura de Duhalde como vicepresidente de Carlos Menem en la interna peronista de 1988 había sido fundamental para frustrar el intento del entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero, que concurrió a la derrota aliado con el jefe del peronismo cordobés, José Manuel de la Sota.
El santacruceño Néstor Kirchner consolidó la conurbanización duhaldista. Inmediatamente después de asumir la Presidencia en mayo de 2003, comenzó a maniobrar para decapitar el esquema bonaerense y someterlo a la Casa Rosada.
Con la victoria de Cristina Kirchner sobre Hilda “Chiche” Duhalde en la competencia por las senadurías bonaerenses de 2005, el kirchnerismo terminó de capturar a los barones del Conurbano.
El ocaso de Duhalde fue el albor del afianzamiento del orden metropolitano con sello pingüino.
Con excepciones determinadas por el margen de autonomía financiera, como Córdoba o Mendoza, los cacicazgos provinciales se disciplinaron rápidamente al diseño.
La primera fisura en la hegemonía kirchnerista se produjo en 2013, con el triunfo de Sergio Massa sobre el candidato a diputado nacional kirchnerista Martín Insaurralde, jefe de Lomas de Zamora, en Buenos Aires. Massa aceleró su proyecto de poder personal desmarcado del kirchnerismo desde esa victoria.
Cuestión de plata
El segundo golpe sobre el orden conurbano, más importante, se produjo en la Presidencia de Mauricio Macri, cuando las provincias recuperaron el 15% de la masa coparticipable que la Nación retenía para financiar ANSES desde mediados de década del ‘90.
Ese cambio estructural se complementó con la finiquitación de la tarea que Carlos Menem había iniciado al congelar el Fondo del Conurbano Bonaerense, creado también a mediados de los ’90 a instancias de Duhalde, que ganó en esa época la gobernación de Buenos Aires. El Fondo se constituía con el 10% del impuesto a las Ganancias, pero Menem lo congeló en 60 millones de pesos. Macri terminó con las especulaciones de descongelamiento y lo eliminó.
Los gobernadores del interior trabajan en el afianzamiento de un eje peronista autónomo de las directivas kirchneristas, que coordine relaciones con un esquema libertario muy limitado en sus terminales en el interior y con problemas de gestión tan graves como evidentes
Impuesto a las Ganancias, que se coparticipa: el botín que consiguieron los gobernadores en el combo Ley Bases-Paquete Fiscal.
Con Macri no solo recobraron lo que se les mochaba para ANSES. También, que definitivamente se coparticipara ese 10% de Ganancias que Buenos Aires engullía sola.
Declinación y reordenamiento
El orden metropolitano sostenido por la conurbanización de la Presidencia terminó de colapsar con la irrupción de Milei, pero los indicios de su desgajamiento vienen desde Macri. Uno de los más evidentes fue la fragmentación del calendario electoral por el desacoplamiento entre las elecciones provinciales y nacionales, ya muy pronunciado en 2019.
La conurbanización de la política nacional empezó a ser objeto de críticas cada vez más enfáticas desde el interior. La alusión a los “pituquitos de Recoleta” del gobernador cordobés Martín Llaryora, por ejemplo, se hizo célebre en el proceso electoral del año pasado, pero en Catamarca pueden encontrarse objeciones anteriores tanto del gobernador Raúl Jalil como del intendente Gustavo Saadi.
Alberto Fernández desperdició la oportunidad que los gobernadores le ofrecieron desde un principio para liderar una liga del interior que contrapesara el poder del kirchnerismo afincado en el Conurbano. Así le fue.
Los mandatarios ajenos a esa región trabajan ahora en el afianzamiento de un eje peronista autónomo de las directivas kirchneristas que coordine las relaciones con el esquema libertario, muy limitado en sus terminales en el interior y con problemas de gestión tan graves como evidentes. El paquete fiscal es el primer triunfo de este movimiento incipiente.
Con la misma orientación se conformó la liga de intendentes del interior, desmarcada de la Federación Argentina de Municipios que controlan los jefes comunales bonaerenses.
Detrás de los estrafalarios modales de Milei y sus dislates megalómanos, otro orden empieza a configurarse discretamente.