«Necesitábamos una forma de matar inconfundible y se le ocurrió a Agustín». Así es como Jorge Díaz hace alusión a la muerte de las hermanas Macaya en La novia gitana (2018) y los primeros pasos de la inspectora Elena Blanco. Ahora se despide de su emblemático personaje durante una comida con la prensa en el hotel Pestana de la plaza Mayor de Madrid con la que se celebra la llegada a las librerías de El clan (Planeta), la que será la quinta y última, según los tres integrantes de Carmen Mola no se cansan de repetir, entrega de la serie superventas de novelas criminales iniciada con La novia… y asentada después en el éxito gracias a La red púrpura (2019), La nena (2020) y Las madres (2022). También afirma Díaz que el sueño de Elena hubiera sido cantar en el Festival de San Remo y que tiene para cada uno de sus compañeros de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) una canción que se ajusta a su historia y su personalidad. Todo lo que comparten con los periodistas Agustín Martínez, Antonio Mercero y él es interesante, por lo que tiene de rompedor entender la literatura como el resultado de un trabajo en equipo, una aventura que empezó hace seis años con sus nombres y apellidos ocultos en la sombra.
Desde entonces hasta ahora, las ventas, que ya se cuentan en cientos de miles, han crecido en progresión geométrica y han ocurrido muchas cosas que han contribuido a afianzar el mito de Carmen Mola dentro y fuera del papel. Entre ellas, el fallo del Premio Planeta 2021 a su favor, que les permitió por fin desvelar su identidad —»algo que teníamos muchas ganas de hacer», afirma Martínez, «sobre todo porque no había manera de explicar por qué acumulábamos en nuestras casas tantos ejemplares de las novelas de Carmen Mola», completa Díaz— y descubrirle al mundo que detrás de la misteriosa escritora sobre la que tanto se había especulado se escondían tres hombres, los tres guionistas, con una reconocida carrera en la ficción televisiva y una sólida trayectoria literaria en solitario. La polémica estaba servida: ¿cuál iba a ser, por ejemplo, la postura de las librerías de mujeres que habían apostado por la saga, convencidas de que era una mujer quien la escribía? Y, sobre todo: ¿cómo iban a tomárselo los lectores al descubrirse el engaño? Ninguna reacción fue capaz de minar el triunfo.
‘El clan’
Más allá de este rápido repaso de los hechos, El clan, que ha nacido con vocación de desenlace, es ahora el protagonista, la propuesta que deberá batirse por los primeros puestos en las listas de más vendidos tanto en España como en Latinoamérica, donde se publica al mismo tiempo.
En esta última aventura de la BAC, tan estimulante y ágil como las anteriores, laten con fuerza las constantes vitales a las que Carmen Mola ha acostumbrado a su ejército de fans: mucha sangre, un arranque potente, que en esta ocasión retrata con crudeza la realidad de los niños soldado en Liberia, y un aluvión de giros alrededor del que Antonio Mercero describe como el villano más cruel: «el sistema y su monetización de la miseria humana». Si a lo largo de las intrigas de Elena Blanco y su equipo hemos asistido a la denuncia de algunos de los problemas más candentes en la agenda social —el estigma de la raza, los vientres de alquiler o los niños robados para los fines más viles son solo algunos de ellos—, en El clan se da el más difícil todavía: al crudo retrato de la inmigración ilegal y el tráfico de órganos se suma la corrupción endémica de las altas esferas, que sirve al trío de autores para conducir a sus seguidores hasta un memorable final a la altura de las expectativas y de una trama que, como una buena carrera de fondo, no ha perdido en ningún momento el ritmo.
«Una trilogía de cinco es el modo perfecto para terminar», asegura Díaz delante del micrófono que canaliza la improvisada rueda de prensa a la hora de los postres. ¿Será verdad? Por el momento, tal y como han reconocido durante el encuentro, Martínez, Díaz y Mercero se disponen a retomar el próximo año la autoría individual, con todo lo que tiene de reto medirse con la repercusión que han logrado juntos. Luego ya se verá. Afirma Díaz que el fin de Elena Blanco no es el fin de Carmen Mola. Pase lo que pase, lo que ya ha quedado demostrado de sobra es la capacidad de tres autores para mantener su ego a raya y priorizar la historia por encima de todas las cosas, con la extraña y bienvenida convicción de que la literatura debe ser un fin en sí mismo para alcanzar una proyección universal.